En Grandes Ligas los protocolos de violencia doméstica son muy claros y contundentes. Cuando a un pelotero lo acusan de haber golpeado a su pareja, lo primero que le toca es entenderse con las leyes de la ciudad donde se encuentre.
Independientemente de que se levanten cargos en su contra, de que haya llegado a un arreglo marital y su vida sentimental regrese a los planos más amorosos, tendrá que enfrentar el veredicto de Grandes Ligas que siempre hará su propia investigación. Es parte de lo estipulado en el acuerdo laboral de los dueños de equipos con la unión de peloteros.
Ellos no aplican el principio legal universal que reza… “no se puede juzgar dos veces por la misma causa”. En estos casos los enjuician varias veces.
Podemos mencionar algunos peloteros que tuvieron sus problemas en privado, fueron acusados, llegaron a la corte, recibieron el perdón, se arreglaron sentimentalmente, salieron del juicio agarrados de manos con “amores renovados”, pero al final los suspendieron varios partidos sin disfrute de salario, como castigo de Grandes Ligas.
Definitivamente ahí vemos más de un juicio, pero eso no se queda así, les abren otros procesos, incluido el moral.
La gente se apropia del caso como si fuera de su familia, opina como abogados en redes sociales. Gente que no sabe, y nunca sabrá, qué pasó en realidad, pero no se resisten a publicar su parecer.
En un momento en que sucedió un caso de un pelotero que fue arrestado en Estados Unidos, porque sus vecinos al escuchar la bulla dentro de su residencia llamaron a la policía, y estos al llegar encontraron tremenda trifulca, nosotros recibimos la solicitud de televidentes que querían que publicáramos expresiones como estas…
“Finalmente se hizo un hombre”. “Ya esa no le golpea más”. “Espero que ahora se divorcien”, y otras más. Esa pareja hoy está muy bien, para la gloria de Dios, pero son ejemplo de cómo a los peloteros se les juzga más de una vez.
A Wander Franco lamentablemente ya lo han juzgado muchas veces, y su verdadero juicio todavía no comienza.