Rafael Leonidas Trujillo, quien encabezó la sangrienta dictadura de tres décadas en la República Dominicana entre los años 1930 y 1961, quiérase o no, es parte importante de una historia del país; por lo que los dominicanos y dominicanas no debemos olvidar jamás, como forma preventiva de evitar repetirla.
Introduzco el tema en una época navideña porque nos da una tregua para reflexionar sobre diversos temas, incluyendo los de carácter histórico, que muchas veces se abordan con una pasmosa ligereza. Y escribimos esto a propósito de la simpleza de cómo la sociedad ha tratado la pretensión del nieto del dictador, Ramfis Domínguez Trujillo, de incursionar en la actividad política del país.
Queremos aclarar que no tratamos de establecer si ese ciudadano está habilitado o no a aspirar a un puesto electivo, sino que llamamos a la atención que un personaje de ese tipo hay que observarlo con un criterio estrictamente histórico.
Juan Bosch, en muchas ocasiones, tuvo que dedicar tiempo y esfuerzos a explicar importantes procesos de nuestra historia, en su condición de escritor, ensayista y cuentista social. Fue él quien se encargó de rescatar a figuras destacadas de nuestra vida republicana, entre ellas Máximo Cabral (héroe de la Batalla de La Barranquita), y de Gaspar Polanco (primera espada de la Guerra de la Restauración), condenados por años al ostracismo.
Otro de los personajes a quien, precisamente, dedicó inteligencia y esfuerzo para corregir aspectos tratados, por complicidad más que por comisión, fue Trujillo, cuyo ajusticiamiento se produjo el 30 de mayo de 1961. Sobre la figura del tirano se han escrito decenas de libros, pero Bosch escribió de manera específica en varios de sus escritos, como “Rafael Leónidas Trujillo, causa de una tiranía sin ejemplo, (1961); “La fortuna de Trujillo”. (1985); “Las dictaduras dominicanas”, (1988); y el ensayo “R. L. Trujillo, la carta dominicana”.
Bosch explica que el mismo día que Trujillo Molina llegó al poder, el 16 de agosto de 1930, “un senador, uno de los políticos honestos a quienes los males del caudillaje condujeron al lado del nuevo gobernante, volvió a su casa, reunió a sus hijos, y con lágrimas en los ojos les dijo que comenzaba para el país una época indescriptible”. “Aquel senador agrega Bosch murió años después en el destierro, fue uno de los pocos que vio con claridad en el fondo del alma de Trujillo.
Un dato interesante, es la descripción que hace del carácter de Trujillo, el cual asocia a su origen familiar de herencia haitiana “…un temperamento peligrosamente sensible a ciertos estímulos… un alma tenebrosa que con el andar de los años iba a mostrarse al mundo”. De acuerdo a Bosch, Trujillo sintió desde niño el desprecio de la gente “de primera”…y “al andar del tiempo, siendo ya jefe de la Policía Nacional, trataría de cambiar su estado social solicitando que se le admitiera como socio en el club más selecto del país”, la cual se le negó…“por la simple razón de que había nacido “de segunda”.
A lo largo de los años le perseguiría ese estigma de haber nacido en un círculo despreciado. Su odio a los “de primera” pudo haberse adormecido de haber logrado acceso al Club Unión; pero no lo obtuvo, a pesar de que era ya un personaje con poder en las manos. Dada su psicología de resentido, se explicaba que al erigirse tirano destruyera ese Club Unión, y los sustituyera con uno que lleva su nombre; y dado su temperamento se explica que su odio crecería en vez de disminuir, así como dado su bajo nivel educativo se explica que midiera con ese odio a todo el que estuviera por encima del común.
Dice que Trujillo era un hombre de acción audaz, pero de poco carácter, que se deshacía en la destitución de los altos funcionarios de su régimen, algunos de los cuales como Ramón Marrero Aristy, autor de la novela Over (elogiada por Bosch desde el exilio), llegó a asesinar en su propio despacho luego de humillarlo para que su cuerpo apareciera carbonizado en un precipicio de la carretera Santo Domingo-Constanza el 17 de junio de 1959 en los días en que asesinaron también a las Hermanas Mirabal.
Todo eso forma parte de nuestra historia, que no debemos olvidar los dominicanos y dominicanas. No sé si atribuir la originalidad de la frase a Karl Marx o Friedrich Hegel, pero de cualquier manera es válida: “La historia se repite dos veces, primero como tragedia y después como farsa”.