En su discurso por el presupuesto 2025, Javier Milei hace gala de ser el primer presidente economista en la historia de su país, y propone un proyecto de presupuesto radicalmente distinto: equilibrado, con déficit cero. Esto con el objetivo de devolver la grandeza a Argentina, y en total respeto al esfuerzo de los contribuyentes.
En vez de coartar las libertades individuales, como ha sido la tradición, Milei restringe el Estado y lo somete a disciplina.
Lo primero que enfatiza cuando se dirige al Congreso es que cuando los políticos en el gobierno quieren gastar más de la cuenta, y no les da el margen para subir impuestos, recurren a asfixiar a las futuras generaciones endeudándose. Y cuando caen en default, y ya no pueden endeudarse más, imprimen dinero desde el banco central, que termina empobreciendo a sus ciudadanos a través de la inflación.
Argentina ha sido víctima de todo esto y es el país con más impuestos del mundo (los que pagan tienen una carga fiscal de un 60pc), porque sus ciudadanos pagaron una y otra vez la compulsión inagotable a gastar de sus gobernantes.
Y con mucha firmeza dice: “no hay nada que empobrezca más al ciudadano común y que enriquezca más a los políticos que el déficit fiscal. Si se termina el déficit a muchos se les termina el negocio”.
La política ha adornado esta devoción al gasto con cualquier pretexto demagógico, basándose en un principio inconsistente de que donde quiera que haya una necesidad nace un derecho (y que ese derecho implica más gasto público). Pero el político sabe muy bien que las necesidades son infinitas pero los recursos son escasos, y cuando promete satisfacerlas todas no es más que un engaño a la población para estafarla, y de paso anotarse unos puntitos de popularidad.
Todo este populismo ha terminado arruinando a una Argentina que tiene un 50 pc de pobreza, y una crisis fiscal y monetaria sin precedentes.
El gobierno de Milei vetará cualquier proyecto que atente contra el equilibrio fiscal, y si un proyecto se hace prioritario, se hará sacrificando otro para mantener ese equilibrio. Se pensará primero en cuánto hay que ahorrar, para después decidir cuánto se puede gastar.
Con este blindaje, asegura una Argentina solvente, con las consecuentes bajas del riesgo país y de la tasa de interés, y el aumento de las inversiones, de la productividad y del salario real.
Para reducir el déficit Milei ha reducido ya el gasto público en 90000 millones de dólares (y lo seguirá reduciendo), eliminando miles de funcionarios en instituciones que jamás debieron de existir, saneando el balance del banco central, reduciendo el tamaño del congreso y eliminando regulaciones para facilitarles la vida a los que emprenden y trabajan.
Esta reducción equivale devolver ese dinero a sus legítimos dueños: los ciudadanos asfixiados con cargas impositivas. Equivale a achicar el Estado para engrandecer a la sociedad. Y concentrar su función única y exclusivamente en tareas esenciales para servir mejor a su pueblo.
A este valiente e inteligente estadista lo llamaron “el loco de Milei”. Muchos así de locos necesitan los demás países de Latinoamérica.
Entre ellos el nuestro. Sobre todo ahora, cuando se nos amenaza con una reforma fiscal porque a nuestros insaciables gobernantes no les alcanza el dinero que nos quitan, al mismo tiempo que gastan insultantemente 72 millones de pesos mensuales en 558 asesores, casi 60 millones en un seminario “sobre ética”, y 6 mil millones en publicidad.
Los leones han despertado en Argentina. Que así sea en República Dominicana.