Evelyn Irizarri
Evelyn Irizarri

Creo que todos, en la adolescencia y un poco más adultos, hemos escuchado a aquellos mayores que nosotros, en especial a nuestros padres y abuelos, añorar aquellas cosas, costumbres, tradiciones, estilo de vida, propios de “sus tiempos”.

Lamentan, por supuesto, todo aquello que los tiempos modernos les imponen y que a regañadientes deben soportar.

Desde la música, la forma de expresarse, la manera en la que los jóvenes tratan a los demás, en especial a las personas de mayor edad, son solo algunas de las quejas más amargas de quienes crecieron en un ambiente de respeto, donde la música era poesía, los artistas verdaderas expresiones del arte y la cultura, donde el talento era la única llave para abrir las puertas del éxito.

Para muchos de nuestros padres es imposible sentarse a escuchar la música de los “artistas de hoy”, pero tampoco escuchar los tan populares como vulgares programas de radio o los no menos ofensivos programas de televisión que hoy rompen récord de audiencia.

En su momento, nos reíamos y hasta les decíamos que los tiempos, las cosas y la gente cambiaban. Que todo eso que ellos tanto amaban, ya era historia, que lo mejor era correr en la dirección del viento, no contra sus fuerzas.

Para nosotros, nuestros padres exageraban. Sin embargo, llegado el rol de padres, cuando el reloj ha dado tantas vueltas, casi de forma automática y sin si quiera notarlo, externamos las mismas quejas y preocupaciones que ayer nos externaron nuestros progenitores.

Así ha sido siempre y así seguirá siendo. Una gran pena.

No es que no exista talento para hacer buenas cosas, lo que pasa es que los nuevos “valores” que rigen la sociedad no contemplan la decencia y el respeto. Eso no vende. Ahora, para triunfar, hay que ser vulgar, irreverente.

Nadie escucha las letras de las canciones si no están cargadas de malas palabras, si no profieren insultos tanto a hombres como a mujeres.

La vida, las cosas y la gente cambian.

Así es. Nadie lo puede negar. Lo triste es que todo cambia, pero cambia para peor.

Lo ideal sería que cada vez más personas se interesen en rescatar los valores que se han ido perdiendo.
Que todos tratemos de regresar al buen camino y seguir aquel consejo que nos decía que lo realmente valioso está en nuestro interior y no en lo material.

Aquel consejo que nos enseñó a dar a los demás el trato que deseamos recibir de ellos.

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