El caso que involucra a dos profesores con la violación de una sus estudiantes, una niña de 13 años, más que una vergüenza, es una situación preocupante por tratarse de un tema de seguridad y protección de los menores.
Constituye un ilícito penal el hecho de que un individuo mayor de edad se involucre sentimentalmente con una persona que no ha alcanzado la mayoría de edad.
La violación a la normativa penal se torna grave cuando estos mayores de edad están llamados a proporcionar protección y seguridad a los menores que terminan convirtiendo en sus víctimas.
Lo ocurrido en el Centro Educativo La Siria, ubicado en el municipio de Quisqueya, en San Pedro de Macorís, donde dos maestros, uno de Educación Física y otro de Matemáticas, supuestamente, abusaron sexualmente de una adolescente, es uno de esos casos que indignan a la sociedad y preocupan a los ciudadanos con hijos menores en edad escolar.
No basta la suspensión de los involucrados y del director del plantel, no es suficiente el cierre temporal de la escuela, ni tampoco lo serán las protestas de las personas en las calles de la empobrecida comunidad donde ocurrieron los hechos.
De lo que se amerita es de una revisión profunda de sistema educativo, no solo tomando en cuenta este caso, que denota una total falta de ética y compromiso con la misión de educar.
Es necesario tomar en cuenta la cantidad de episodios alarmantes que suceden en las escuelas del país que van desde agresiones físicas y sexuales, hasta golpizas entre estudiantes que han causado la muerte y lesiones permanentes, sin que las autoridades escolares de esos planteles se atrevan si quiera a intervenir.
La escuela, desde siempre, es considerada el segundo hogar de los estudiantes, el lugar más seguro después de la casa, en especial para los más jóvenes, pero la falta de ética de algunos educadores ha terminado con esta sagrada misión.
El respeto y la autoridad de los maestros se han ido diluyendo en el tiempo.
Los estudiantes, cada vez más irreverentes, se enfrentan de tú a tú con sus profesores, unas veces en acaloradas discusiones y otras veces, llegan a la agresión física.
Todo esto, en su mayoría forma parte de una generación que además de las fallas propias de la crianza moderna, obedece a los malos ejemplos de quienes deberían ser un modelo a seguir, como un padre o un maestro.