El 24 de enero del 1995, hace 29 años, nubes blancas se posaron en lo alto, anunciando tu partida terrenal, querida madre: Cristina Santana Reyes, a quien nunca olvidaré por tu amor incondicional hacia tus hijos y a toda la familia, así como por tu don de gente buena y solidaria con el prójimo. En medio de tu poco hablar, arrullabas a todos con tu amor.
Viniste a este mundo a servir a los demás desde niña, sin encontrar tiempo, ni oportunidad para deleitarte con amigas o saborear el pan de la educación formal, porque tu vida la dedicaste a sobrevivir y buscar el sustento de tus hijos.
Quizás la falta de oportunidad fue el motor que impulsó el apoyo para que tus hijos asistieran cada día a la escuela, adornados con ropas lavadas a mano y planchadas por ti, así como con lo mucho o poco que pudieras aportar a sus estómagos.
Nunca desmáyate o mostraste temor o dolor frente a tus hijos, incluso cuando sabía que tu ruta hacia la muerte estaba marcada por una cirrosis hepática que te carcomía y destruía poco a poco.
Aunque todavía surgen algunas dudas sobre tu real edad, como solía suceder antes con algunas personas por procesos de declaraciones tardías o confusos, sentí que, a los 57 años, cuando partiste de esta vida, lucía con una edad más avanzada por el impacto de la carencia.
Me imagino que desde hace un tiempo te sentirás más feliz en el cielo, o a donde vayan las almas nobles como la tuya, por la compañía de tus queridos hermanos Lolo y Palmira, con quienes viniste desde Hato Mayor a Santo Domingo agarraditos de las manos, para hacerse inseparables hasta la hora de sus muertes.
Mas que recordar tu desaparición física, celebro la vida de una mujer de poca trascendencia en ámbitos sociales del conocimiento, pero adornadas de valores morales y cristianos, sin congregación religiosa alguna. De ti aprendí que además de rezar, debemos “ser verbo; no sustantivo”.
Me quedó pendiente darte muchos abrazos, comprarte una casa y llevarte a ver una carrera de caballos. Como toda una campesina, te encantaba la naturaleza, incluyendo observar el galopar de los caballos.
Hoy te rindo este homenaje a través de este oficio siempre apoyado por ti para mí, como es el periodismo, madre querida, junto a mis hermanos: José, Alberto, Ramiro, Rafael, Pedro, Domingo, Esperanza, Caridad, María Estela y Rosa Kenia, así como de tus nietos, sobrinos y toda tu familia. Cristina Santana Reyes, te recordaremos por los siglos de los siglos. Amén.