Con profundo patriotismo el país celebra el 25 de febrero de cada año el nacimiento del Padre de la Patria Matías Ramón Mella, quien desde su fundación perteneció a la Sociedad Patriótica “La Trinitaria”, fundada por Duarte el 16 de julio de 1838.
Por el popular adagio de que la “costumbre hace ley” se asignó a este patriota el nombre de Ramón Matías Mella en vez de Matías Ramón Mella que es su nombre real porque así reza su acta de nacimiento, lo que he querido aclarar, principalmente, para los estudiantes de nuestras escuelas y colegios privados.
El 26 de enero de 1843 fue comisionado por Duarte para que se trasladara a Haití a los fines de concertar la adhesión del Movimiento Independentista dominicano al proyecto llamado de La Reforma, que luchaba por el derrocamiento de Boyer, cuyos resultados podrían beneficiar los objetivos de los trinitarios.
Posteriormente, el 24 de marzo de 1843, el líder de la revolución independentista le asignó la difusión en el Cibao de los objetivos del citado proyecto político. Tal vez sea Mella uno de los febreristas de carácter más decidido y de mayor temperamento militar. Esto explica el haber disparado el trabucazo del 27 de febrero de 1844 en la Puerta de la Misericordia.
Fue de los firmantes, el 16 de enero de 1844, de la célebre Manifestación de los pueblos de la parte del Este de la isla antes Española o de Santo Domingo, sobre la causa de su separación de la República de Haití y también estuvo en la Puerta del Conde la memorable noche del 27 de febrero. Formó parte del primer gobierno surgido luego de la proclamación de la República.
Entre 1844 y 1853 Mella es designado en diferentes, pero importantes cargos en la preservación de la independencia proclamada el 27 de febrero y se aventuró a cumplir acciones valiosas como fue la de aprovechar la presencia de Duarte en Santiago para proclamarlo Presidente de la República, una acción considerada improcedente y que llevó a Santana a dictar el infamante decreto que condenaba a Duarte al destierro perpetuo, incluyendo a Mella, quienes regresaron al país un año después amparados en el decreto del presidente Manuel Jimenes, sin embargo, Duarte no regresó.
A su regreso del exilio, Mella desarrolló una activa participación política en la administración de Buenaventura Báez en 1849, como Ministro de Hacienda y Comercio. En 1852 fue designado Ministro Plenipotenciario en Misión Especial ante el Gobierno español.
A partir de 1854 desempeñó cargos importantes como fueron los siguientes:
– Comandante de Armas de Puerto Plata en 1864.
– Ministro de Guerra y Marina en 1855.
Al consumarse la anexión a España fue de los primeros en expresar su rechazo. En esta ocasión su amor a la patria se impuso a la lealtad que les debía a sus anteriores protectores.
Exiliado por segunda vez se radicó en Saint Thomas, desde donde mantuvo su protesta en contra de la anexión. Regresó a Santo Domingo el 15 de agosto de 1863, sumamente enfermo; pero a pesar de esta situación se incorporó activamente al movimiento antianexionista que estalló en la Línea Noroeste, el 16 de agosto de 1863, hasta alcanzar la Vicepresidencia del Gobierno Promisorio instalado en Santiago.
En su Diario de viaje de Caracas a Santiago, dice Rodríguez Objío: visité al ilustre General Mella, soldado de dos grandes épocas, que se hallaba postrado en el lecho de su muerte. Así lo abrazó el Padre de la Patria Juan Pablo Duarte, después de veinte años de separación.
Murió el 4 de junio de 1864, en la ciudad de Santiago: soldado y patriota que tantas veces había desafiado la muerte en defensa de la independencia, por eso en su último aliento expresó: Aún hay patria y pidió que al colocar sus restos en la fosa le pusieran la bandera como sudario.
Sus restos descansan hoy en el Altar de la Patria, santuario donde se veneran también los restos de Duarte y Sánchez, conformando así la inmortal trilogía de Padres de la Patria, a quienes debemos alabar y respetar por su gran labor patriótica y dominicanista.
Termino esta entrega con los primeros versos del himno a Mella, de la autoría de don Ramón E. Jimenes en su libro “La Patria en la Canción”:
No fue nunca la divisa del instinto de matar,
no fue el rígido instrumento de la fuerza militar
provocando las groseras ambiciones de poder:
Fue tu espada la divisa del honor y del deber.