Es mucho lo que luchamos el gobierno y el sector privado para hacer el país más eficiente. Se declaran los años de exportación, de competitividad y no tengo la menor duda que el gobierno tiene la mejor intención de apoyar esos esfuerzos, porque en el éxito del sector empresarial está el del gobierno.
El Presidente ha creado una comisión para promover la competitividad, discutir en el seno de esta aquellos factores que limiten mejorar los precios internos como los externos, para mejorar los niveles de empleo, exportaciones e incluso salariales; cuando el país logre recudir costos, que definitivamente inciden en que los mismos no estén a los niveles que todos deseamos.
Los empresarios dominicanos somos objeto de críticas en múltiples oportunidades porque se nos acusa de vender caro. Se olvida que para un empresario su mayor meta es poder lograr alcanzar la mayor cantidad de clientes. Esto lo dificultan muchas variables que no están bajo el control del empresario.
Está sometido a la competencia desleal de muchos que no pagan impuestos, incluyendo políticos que se escudan de su posición o sus influencias para montar esquemas defraudatorios que afectan no sólo al fisco sino también al que puntualmente cumple con sus obligaciones. Situación está que se da en todos los gobiernos de todos los partidos, porque cada uno tiene su evasor favorito.
Basta con recordar aquella frase lapidaria de Joaquín Balaguer, que confesó que en su gobierno se habían creado trescientos nuevos ricos pero que la corrupción se paraba en la puerta de su despacho. Era una forma de decir “me hago el indiferente ante lo obvio”.
Esto lo traigo a colación no por una situación de evasión, pero sí de aumento de costos, cuando todos estamos centrados en hacer el país más eficiente.
En un artículo escrito por mi gran amiga Marisol Vicens, en este mismo diario, escribía “Evitemos el absurdo”, se refería a la nueva ley del Colegio de Abogados, que sustituye la anterior, que había sido declarada inconstitucional.
Esta nueva ley viene acompañada de un regalo, ya que establece una serie de cargas que de nuevo encarecen todo proceso de constitución de una empresa y trámite comercial en beneficio de un gremio. Pero esto no sólo afectará al empresario, también quedará igualmente multado todo ciudadano que necesite cualquier trámite, sin importar qué tipo, y sus pagos irán a engrosar los fondos del Colegio de Abogados.
Nuestros legisladores deben tener más cuidado al aprobar leyes como estas, porque aunque parezcan simpáticas para algunos, y especialmente para aquellos que son abogados, al final irán en contra de sus propios electores al hacerle todo más costoso para beneficios de un grupo y como bien dice Marisol “este impuesto atenta contra el principio constitucional, de razonabilidad e igualdad ante la ley, puesto que el Colegio de Abogados no rendiría ninguna función o agregaría ningún valor en estos actos por los cuales tendremos los dominicanos que regalarle el fruto de nuestro trabajo”.
Peor aún, esto estaría sentando un precedente funesto. Pronto tendremos al Colegio Médico cobrando por cada paciente que entre a una clínica u hospital. Tendremos a los profesores cobrando por cada alumno, a los gremios turísticos por cada turista que se baña en la playa y así sucesivamente, cada gremio tendrá su propio barrilito.
Los comerciantes por poner música en nuestros locales debemos pagar impuestos a la Sociedad General de Autores y Compositores y a Sociedad Dominicana de Productores Fonográficos. Yo quisiera saber si cuando toco música de Franco de Vita, Danny Rivera, Cristina Aguilera, Juan Luis Guerra les mandan a ellos sus derechos. Nadie tiene control de la música que se toca en un establecimiento comercial, lo que sí es seguro, que tenemos que pagar dos veces y pronto pagaremos al que carga los equipos.
No nos vengan después con la historia que los empresarios somos ineficientes, que nuestros productos son caros, cuando la realidad es que a pesar de todos los esfuerzos que se hacen, en un bien concebido Consejo de Competitividad, para complacer peticiones, dañamos lo que vamos mejorando.
No quisiera ver, de aprobarse este absurdo, unas elecciones en el gremio, serían peores que las tristemente recordadas convenciones de un partido que terminó a sillazos. El interés por manejar el pastel crearía no un gremio sino un ring de boxeo con jugosos beneficios que pagaremos todos los dominicanos, sin importar clase social, profesión, partido político o equipo de pelota.
Estamos a tiempo de revertir, como bien llamó Marisol Vicens, este absurdo.