El tratado de Paz, Amistad y Arbitraje firmado entre la República Dominicana y Haití el 20 de febrero de 1929 establece en su artículo 10 que “En razón de que ríos y otros cursos de agua nacen en el territorio de un Estado y corren por el territorio del otro o sirven de límites entre los dos Estados, ambas Altas Partes Contratantes se comprometen a no hacer ni consentir ninguna obra susceptible de mudar la corriente de aquellas o de alterar el producto de las fuentes de las mismas. Esta disposición no se podrá interpretar en el sentido de privar a ninguno de los dos Estados del derecho de usar, de una manera justa y equitativa, dentro de los límites de sus territorios respectivos, dichos ríos y otros cursos de agua para el riego de las tierras y otros fines agrícolas e industriales”.
Pero no es justo, ni equitativo, que en un tramo donde el río Masacre hoy tiene menos de 2 metros cúbicos de agua por segundo, Haití, de manera unilateral, esté construyendo un canal que ya está a 15 metros del cauce del río Masacre y que al proyectar captar ahora 1.5 m3/s y en el futuro 3 m3/s, mudaría la totalidad del agua y dejaría seco el cauce del río, dejaría a cientos de agricultores de Dajabón sin agua, dejaría al pueblo de Manzanillo sin agua y dejaría a los manglares de Manzanillo sin el agua que durante miles de años ha garantizado su equilibrio ecológico.
Tampoco fue justo que la Cancillería, que está llamada a representar a los dominicanos, distribuyera una declaración donde consignaba el “reconocimiento a lo expuesto por los técnicos haitianos en el sentido de que la obra iniciada no consiste en un desvío del cauce del río”, sabiendo la Cancillería que todo canal representa un desvío de las aguas captadas en un río, y que esa misma declaración no consignara que técnicos dominicanos, expertos en hidrología, advirtieron a la Cancillería de que “lo correcto es hacer primero un inventario actualizado de los cursos de agua de la frontera y sus aprovechamientos”, lo cual es fundamental porque los caudales actuales son inferiores a los de 92 años atrás cuando se firmó el Tratado, y en el futuro algunos de esos ríos podrían estar secos porque las condiciones ambientales que tendremos dentro de 50 años podrían ser críticas fruto de un cambio climático global que generará sequías más largas, de la deforestación general del lado occidental de nuestra isla y del crecimiento poblacional que demandará más agua para acueductos y canales de riego, estando claro que cada día esos ríos fronterizos tendrán menos agua, más contaminación cloacal, y en ambos lados habrá más presión por el acceso al agua cada día más escasa, lo que generará conflictos sociales y políticos que desde ahora debemos evitar.
Pero fue importante que para corregir la falla de la Cancillería, y para unificar criterios con la Presidencia dominicana, el pasado lunes, el Canciller, desde el Palacio Nacional, comunicara que los dominicanos “no asistiremos (a las reuniones de la Comisión Mixta Bilateral) hasta tanto el Gobierno de Haití no declare públicamente que ha paralizado los trabajos de construcción del canal”, anuncio que fue muy aplaudido, aunque eso no impidió una masiva protesta, el pasado jueves, en Dajabón, en contra de ese canal mal ubicado y mal diseñado, porque está en un meandro y su base está más alta que el cauce del río.
Ahora procede que la Presidencia integre su propia Comisión Técnica para inventariar caudales y calidades en todos los sitios de captación de todos los ríos de la región fronteriza, desde Manzanillo hasta Pedernales, incluyendo todos los canalitos haitianos y dominicanos que irrigan plantaciones arroceras existentes en ambos lados de la frontera norte, y que, tal y como pudimos observarlos al sobrevolar en helicóptero el pasado sábado, se alimentan del casi seco río Masacre; incluyendo la presa de Peligre construida por Haití sobre el cauce del río Artibonito y otras tres presas que desde 1995 han sido estudiadas por el INDRHI y por la OEA sobre ese río, porque el presidente Abinader acaba de decir que va a presentar una presa sobre el Artibonito; además de la presa del río Joca, importante afluente del río Artibonito; e incluyendo la factibilidad de una presa compartida sobre el río Dajabón, y la factibilidad de una presa sobre el río El Mulito, al norte de Pedernales, conscientes ambos países, de que el cambio climático y la deforestación agravarán la ya reducida disponibilidad de agua en la región fronteriza, y que en el futuro, con más gente y menos agua, habrá muchas presiones por el acceso al agua, lo que hoy requiere de muchos conocimientos técnicos y de mucha experiencia en manejo de recursos hidráulicos, obligando a que los aspectos de política internacional entre RD y Haití estén subordinados a una realidad climática que ya exhibe sequías como respuestas ambientales negativas.