Desde la última década del siglo pasado decidí cambiar el calendario del clásico descanso de lo que los católicos llamamos la Semana Santa. Salgo de Santo Domingo el fin de semana previo al Domingo de Ramos, y regreso a la ciudad el Miércoles Santo cuando la mayoría comienza a salir y se forman largas filas de autos en las carreteras.
Casi siempre es mi tiempo para Puerto Plata y la Costa Norte. Me alojo en Sosúa donde Humberto Pichardo –anfitrión 5 estrellas- ofrece un excelente servicio en el Hotel Casa Marina Beach & Reef.
En los últimos 30 años vi cómo la tradicional playa de Sosúa, que alimentó la vida turística de esta atractiva comunidad de los años setenta, se convertía paso a paso y sin que nadie interviniera, en la playa turística más arrabalizada del país y Sosúa perdía una parte importante de su brillo, opacada por el repugnante tufo de un desordenado comercio sin control, incluyendo servicios sexuales y sustancias prohibidas.
Visitaba Sosúa tres o cuatro veces al año, en ocasiones especiales más. No me perdía el Dominican Jazz Festival con base en Sosúa y Cabarete, dos joyas de Puerto Plata a la que el comercio desordenado y la indiferencia de todas las autoridades, destruía su envidiable ímpetu turístico.
Se permitió que se arrugarán tanto estas joyas iniciales del turismo y envidiable complemento de Puerto Plata, en los años setenta y los ochenta, que perdieron casi todo su brillo. La vida social es como la naturaleza. El duro acero se pudre cuando comienza a oxidarse y nadie se ocupa de salvarlo. Cabarete y Sosúa se oxidaron, fueron descuidadas y dejadas a su suerte.
Batallé por Cabarete, contra la corrupción de sus líderes municipales. Tuvimos éxito con el primer director Municipal o alcalde del país condenado por corrupción (lamentablemente un mal que está repollando). También participé en duras batallas por sacar el comercio sexual de las calles céntricas de Sosúa. No se logró mucho por las fuertes conexiones del negocio y el tráfico prohibido con el poder local.
Con Luis Abinader en la Presidencia recobré mis ilusiones de periodista enamorado de Sosúa y Cabarete. Luis tiene la buena costumbre de ir de frente y sin temor a los problemas por más complejos que parezcan. Un día decidió poner orden y recuperar, para Sosúa y el turismo, la playa más arrabalizada del país y poner límites al desorden que se comió el brillo turístico y parte importante de la economía de esta comunidad.
Después de la pausa obligada por la pandemia volví a Sosúa la pasada Semana Santa. Soñaba con disfrutar los avances del proyecto de rescate. Pero salí frustrado. Los contados comerciantes que se han apoderado de la playa (no llegan al 1% de los 50 mil habitantes del municipio, censo del 2010), han logrado detener el proceso. Ellos tienen más peso, poder, fuerza política que las conveniencias para el municipio. ¡Qué pena! Aunque no pierdo la esperanza de que Luis Abinader y David Collado, alertados, pongan orden en esa casa.