Ante los complejos problemas que hoy vive el mundo, los cuales repercuten con fuerza en el quehacer político, y se expresan fundamentalmente en las demandas de cambios trascendentes en nuestras sociedades, las y los políticos, necesariamente debemos comportarnos con una conducta ética incuestionable y una firme vocación de servicio al país, mostrando con hechos nuestra lucha permanente contra las desigualdades sociales, como medios para contribuir con nuestros esfuerzos individuales y colectivos, a superar los niveles de pobreza, la desigualdad y la exclusión social.
Los que nos dedicamos a la actividad política debemos reconocer además que en la actualidad nuestro trabajo fundamental debe estar dirigido a afianzar la institucionalidad y los roles democráticos, a promover una verdadera transformación productiva que nos conduzca a una mayor competitividad económica, en el contexto de una sociedad cada vez más equitativa, justa e inclusiva para todos/as. Una sociedad donde primen los valores de la ética individual y la moral social, la solidaridad con los valores, el respeto a la ley y a las instituciones, promoviendo los valores de la convivencia.
En procura de mantener la legitimidad y la confianza de la población en la política partidaria, es necesario mostrar con hechos que somos capaces de garantizar un crecimiento económico sostenido, combinado con una distribución justa de las riquezas. Un Estado promotor del desarrollo y regulador del mercado; facilitador de la iniciativa privada, que no obstaculice el mercado y la libre competencia. Un Estado capaz de promover un entorno que asegure estabilidad y niveles de crecimiento económico sostenido. Es necesario reconocer que la consolidación de la democracia y la legitimación del accionar político son imprescindibles para lograr el Estado Social y Democrático de Derecho con el cual estamos comprometidos; lo cual implica además continuar perfeccionando la administración de justicia, la reafirmación de los valores morales y de la dignidad humana.
Si queremos continuar ejerciendo una actividad política digna, debemos asumir y comprometernos con los planteamientos antes expuestos. Entender que en el contexto que vivimos es necesario tener una clara visión de futuro, superar el inmediatismo, reconocer las esperanzas y expectativas de los ciudadanos por quienes trabajamos incansablemente por seguir construyendo una sociedad fundada en los principios de la justicia social, la vida democrática, pluralista y participativa; una sociedad en la que seamos capaces de crear espacios para desarrollar y potenciar las capacidades de las presentes y futuras generaciones y abrir nuevas oportunidades para todos y todas.
Para hacer realidad esos propósitos, la educación juega un rol fundamental, un papel decisivo. Por tal razón debemos estar convencidos de que la apuesta de nuestro gobierno a la educación es la decisión más pertinente para consolidar el tipo de país y de sociedad que aspiramos y seguir contando con la confianza del pueblo dominicano.