En política hay dos tipos de liderazgos: a) los que saben delegar y auspiciar el relevo; y b) los que esperan que la biología o las sociedades los retiren. Mandela y Gorbachov -cada uno en su contexto sociohistórico-cultural específico- fueron paradigmas del primer ejemplo. Visto así, post elecciones, el PLD -como escuela política y partido- ha hecho lo correcto: poner en agenda, de análisis y evaluación, su desempeño en el reciente proceso electoral y nada mejor el hecho o anuncio de que su presidente y secretario general hayan coincidido en no querer aspirar en el contexto mismo del anuncio de adelanto del X Congreso Ordinario. Y es lo correcto desde el punto de vista político y desde las responsabilidades que toca asumir. Porque, sencillo, no se puede obviar la realidad: electoralmente se ha pasado, en poco tiempo, de segunda fuerza política a tercera; y eso, aunque coyuntural -si miramos la historia reciente-, amerita ponderación y un cambio de gerencia partidaria.
Sin embargo, queremos resaltar que el gesto o mensaje del presidente y del secretario general de ese partido es un mensaje insólito y constructivo en un país donde nadie quiere retirarse ni jubilarse, aunque haya ocupado posiciones cimeras en los poderes públicos. Por ello, hay que felicitar a ambos; pero, sobre todo, al líder y presidente del PLD, el expresidente Danilo Medina.
Ello así, o dígase que no, porque los liderazgos caducan o llegan a un grado tal de madurez, cuando son democráticos, de saber el momento adecuado para echarse a un costado y facilitar las cosas o para que el relevo político-generacional, en transición ordenada, haga que la crítica y la autocrítica fluyan y permitan los consensos necesarios sin caer en ajustes de cuentas personales o purgas internas grupales -otrora ideológicas- de reafirmación dogmática o egocéntrica de líderes o caciques mesiánicos.
De modo tal que Danilo Medina, después de haber sido el presidente que más avanzó la agenda social-país 2012-2020, ahora se apuntala como el líder político que mejor ha sabido regentear su capital político y redimensionar su rol-papel en un partido que fue diseñado, precisamente, para crear líderes y preservar el “instrumento” como decía su líder histórico y fundador, el profesor Juan Bosch, para llamar el partido.
Ya con eso y lo que, seguramente, saldrá del X Congreso Ordinario, el PLD habrá hecho la crítica y la evaluación del reciente proceso electoral; y más que ello, sabrá poner al frente del instrumento a los líderes más aptos y adecuados para encarar los nuevos desafíos, recuperar el sitial perdido y volver a ser opción de poder bajo un nuevo liderazgo de gerencia partidaria más efectiva. Y es verdad: los liderazgos caducan. Solo que algunos, como el de Danilo Medina, no esperan que la biología o la sociedad los obliguen, sino la dialéctica y la lógica meditativa, y eso ayuda a facilitar los cambios y evitar el colapso de las instituciones u organizaciones que deben sobrevivir por encima de la voluntad o perpetuidad de los hombres y sus ambiciones de poder y gloria. Se impone pues, desde el PLD, respetar y acatar ese anuncio que, en el fondo, sería un ejemplo elocuente de visión democrática y mensaje-país de que se puede servir desde la posición de ciudadano o de simple miembro de un partido político sin ser, necesariamente, el centro o la última palabra.
Ya Mandela, Gorbachov y Mujica -salvando los abismos políticos-ideológicos-filosóficos o socioculturales- han marcado los límites ante el poder y sus encantos. Danilo, desde otra visión más pragmática y oportuna, quiere emularlos. Dejemos que lo haga y deje ese legado democrático que, de seguro, será un espejo para otros; pero más que ello, un aporte invaluable a la exigua cultura democrática en nuestro país. ¡Enhorabuena, pues!