Este artículo más que un relato o una historia, es un tributo a los que por tantos años han dado su tiempo, su dinero y más que eso, su vida, por todos aquellos que hemos sufrido algún tipo de discapacidad o accidente, que ha requerido de terapias para poder retornar a sus familias, a la sociedad como personas útiles.
Pocos imaginan que los inicios de Rehabilitación fueron accidentados. Era la época de la dictadura y las reuniones eran siempre vistas con resquemor por los agentes de seguridad del tirano.
Mucho peor, que esas reuniones iniciadas por mi madre en nuestra casa de la César Nicolás Penson, la misma calle donde vivía el sátrapa y por la que transitaba para ir al Palacio Nacional a dirigir un país que más que nación era una hacienda, propiedad de un hombre.
Las reuniones debieron ser cambiadas al patio de la librería del señor Postigo, la cual era mucho más discreta que nuestra casa.
En un pequeño local del, gracias a Dios desaparecido, Partido Dominicano, en la Padre Castellanos, ahí inició sus labores Rehabilitación.
Equipos muy “avanzados”, cuatro blocks y una lata de aceite El Manicero era lo que servía para calentar los paños calientes que una terapista, cedida por la Embajada de Estados Unidos, usaba para atender a los pacientes afectados por una tremenda epidemia de polio que había azotado al país.
Para algunos médicos, el polio no era una enfermedad tropical, otros como los doctores Jaime Jorge y Emil Kasse Acta, tenían un conocimiento muy amplio del tema, en una época muy lejana a la que el saber no estaba en la punta de los dedos de un teclado de computadora.
El Club Rotario fue el motor para impulsar a un ama de casa, María Altagracia Pérez Pintado, que pocos saben que es Mary P. de Marranzini, que, con expresión tímida, cándida, pocos conocían de su voluntad de hierro, contara sus experiencias en Estados Unidos al llevar a tratar al mayor de sus hijos que había contraído el virus de lo que se conocía como parálisis infantil, por la creencia de que sólo afectaba a los niños.
Ese esfuerzo de lo que es hoy la Asociación Dominicana de Rehabilitación, estuvo al punto de fracasar porque hacían falta trescientos pesos para poder mantener esa iniciativa.
Muchas horas de desvelo, muchos papeles para legalizar ese esfuerzo, lo recuerdo como si fuera hoy.
Los telemaratones del siempre recordado Freddy Beras Goico, las alcancías en las esquinas, en los colmados, en las farmacias, los sobres en los colegios, fue la manera inicial de mantener las atenciones médicas a una población que no tenía recursos y mucho menos hablar de seguros de salud, impensables para la época.
El presidente Joaquín Balaguer, donando en una de las alcancías de lata su primer cheque como mandatario en el 1966.
Los aportes, de los empresarios, de los colaboradores con sus cuotas fijas, las rifas, las cenas, los aportes de los diferentes gobiernos, han hecho posible que más de diez y siete millones de dominicanos hayan recibido atenciones en las treinta y cuatro filiales que hoy tiene Rehabilitación. Eso significa que la población dominicana de hoy en día ha recibido servicios 1.7 veces. Que hoy en la actualidad reciben atenciones más de 1.3 millones de dominicanos al año.
La pandemia ha sido un reto como lo ha sido para el mundo. Debimos cerrar nuestras puertas por más de mes y medio, obedeciendo a la cuarentena que obligaba al mundo a recesar.
Pero el deseo de servicio a los demás, de todos los que forman la familia de Rehabilitación hizo que pronto abriéramos las puertas de nuevo. Enfrentados a una nueva forma de vivir, con dudas, temores de cómo proteger nuestro personal y nuestros pacientes.
Las necesidades financieras se hicieron más duras, pero siempre las manos amigas llegaron. Senasa, a pesar de estar dando pocos servicios nos apoyó con el contrato que habíamos firmado. El Banco Popular nos tendió más que una mano amiga y a la llegada del nuevo gobierno, tal y como había prometido la pareja presidencial mucho antes de ganar las elecciones, han apoyado nuestras necesidades.
Hoy, con satisfacción, estamos llegando a la meta de más de cinco mil consultas diarias, nuestras Juntas de Gestión en cada una de nuestras filiales han dicho presente, procurando mascarillas, guantes, trajes para proteger nuestro personal, recursos y entusiasmo. El sector empresarial no se ha quedado atrás.
Hoy, ya no es en blocks y una lata de aceite, sino con los adelantos de la ciencia, pronto con impresoras 3D para las prótesis de nuestros pacientes; gracias a la Embajada de Japón, con un centro de imágenes que se hará realidad, a la altura de cualquier institución del exterior, pero siempre enfocados en dar la mano al que no puede o no tiene un seguro de salud.
De hacer una lista tendría que hacer muchos más artículos de tributos a tantas personas que han sido y son responsables de lo que hoy es Rehabilitación y que desde su casa Mary P Marranzini, sin poder asistir como lo ha hecho toda la vida, pregunta y sigue a lo que hace cincuenta y siete años de su fundación, fue un sueño y hoy es tremenda realidad.
A nombre de todo el personal, la Junta Directiva, tanta gente, muchos que hoy no están con nosotros, pero han hecho posible una obra de amor y de Dios para tantos dominicanos y han demostrado que cuando se quiere se puede, gracias del alma.