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El criollo es “bulloso” por naturaleza… y basta la presencia de uno para que se sienta en el ambiente… Si dos, ya dominan y si es un tumulto tricolor, nada más se escucha. La tranquilidad y el silencio no nacieron en RD. Se considera que la música no se puede oír más que al máximo volumen del que la reproduce “desgañitándose”, sobre todo en los límites extremos de los tonos bajos. Es como si naciéramos con oídos que se regeneran como los primeros dientes, porque con los “decibeles” que alcanza lo que oímos, este debería ser un país de sordos. Ni idea si de las tantas estadísticas nacionales, alguien lleva cuentas de cuantas “averías auditivas” ocasiona la música por año. La falsa idea de que el negocio que no tiene música alta no “jala cliente”. Alcancé las velloneras a todo lo que el galillo daba, gritar guarachas contando historias diversas y merengues de doble sentido marcando la cadencia criolla y “La leyenda del beso” y las amarguradas meretrices abrazando la vellonera, “gordo artefacto” que simboliza a quien ocasiona sus “sufrimientos” o responsable de la tragedia personal que acompaña a todo “cuero”. En la actualidad los equipos de música súper poderosos tienen carácter móvil, hasta necesitar el refuerzo de los sistemas eléctricos del vehículo que lo lleva a cuestas. Los que están afuera reciben la “bocanada sónica” que sacude “er celebro” hasta desorientar y da grima el imaginar que siente el que va dentro de él. Yailín, la más viral, dembowsera criolla, “canta” el Bing Bong, con sus “añafiles” y carga vulgar y presencié que ello frente a dos criaturas menores de 10 años que acompañaban al energúmeno papá que “disfrutaba” la estridente “música” con ritmo (lo único que tenía). Copia fiel de la Tokisha, con sus despropósitos vulgares y provocadores, que arrastra una sociedad que va en contravía de las tendencias mundiales de la valoración de la mujer y en contra la deslealtad y traición. Estoy seguro de que, si alguien se atreve a expresarse con esos niños, de la manera soez que esa tipa “expone” en ese vulgar número musical, el padre reaccionaría como bestia ante la “farta” del atrevido frente a niños, pero no entiende que les enseña con el ejemplo, de manera musical. Más fácil es aprenderse una “vaina” de esas, que una lección escolar. Andamos extraviados pretendiendo exigir troncos rectos con una perversa influencia y malos ejemplos que marcan a esas criaturas, con el intelecto sin estrenar y ante esa violenta carga “educativa”. El hacer ruido no es un derecho y la Constitución no lo consigna como tal. Solo por el norte extraviado de “autoridades” hemos llegado a un estado de cosas contra la paz ciudadana afectada y la salud pública lesionada, solo por la interpretación errónea de que solo por tener el dinero para comprar equipos poderosos de reproducción de música, se tiene el derecho a ponerlo “a tó lo que da ata que le afloje lo diente ar vecino”. “Fieta, coño y mañana gallo”.

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