Nunca como hoy la situación de crisis e ingobernabilidad en Haití se nos proyecta como un desafío fáctico-geopolítico de impredecibles consecuencias sociopolíticas-demográficas, por lo que, tal caos -humanitario, fronterizo y migratorio- debe ocupar una previsión programática ineludible en cualquier proyecto presidencial y de país. Ello así, porque la explosiva situación sociopolítica en Haití ya no es solo un desborde migratorio -como escape o sobrevivencia (inducida o no)- sino una espada de Damocles que, quiérase que no, lleva implícito, a corto o mediano plazo, una reconfiguración de nuestra estratificación étnica-social-cultural y demográfica a partir de unas variables que ameritan respuestas de Estado sin dobleces tanto de los que nos gobiernan como de los que aspiran a gobernarnos en la reafirmación de lo que somos como entidad nacional histórica-geográfica.
Ese debería ser un eje nodal en cualquier proyecto presidencial de cara a la próxima elecciones; y en honor a la verdad y hasta hora, el único candidato que tiene claro -y sin dobleces coyunturales- ese aspecto fáctico es el candidato Abel Martínez que lo ha priorizado y expuesto en todas sus aristas desde el abordaje humanitario, soberanía nacional, migratorio, fronterizo, comercial, geopolítico y respeto a los derechos humano; pero priorizando una migración ordenada y relaciones diplomáticas y comerciales ventajosas para ambos países, a partir de una gestión fronteriza no de discursos, muros -justificado o no-, sino desde las mejores prácticas y convivencia pacífica, sin que implique enajenación alguna de nuestro territorio. Ese ha sido su discurso y praxis desde su ejemplar gestión municipal.
Por ello, ese aspecto nodal desborda partidos, figuras e intereses corporativos para priorizar una agenda nacional desde una visión global, pero siempre firme en la defensa de nuestra soberanía y rol de liderazgo regional por el peso de nuestra economía y metas en un espectro internacional que exige y demanda presencia pro-activa. Un aspecto que hemos mejorado, sistemáticamente, desde 1996, cuando dejamos atrás el feudo país que heredamos.
Pero, de cara la próxima gestión gubernamental 2024-2028, necesitamos poner, con carácter de urgencia, en la pizarra nacional esa dupla fáctica: una política de Estado sobre Haití -priorizando lo fronterizo-comercial, migratorio y solidario- y una política exterior en procura de un liderazgo regional.
Entonces, en la presente coyuntura política-electoral debe predominar el debate programático sobre la agenda nacional y no el de pasarela de figuras o candidatos repetitivos, ofertas incumplidas o de genuflexión-país. En consecuencia, prestemos atención especial a las propuestas programáticas de compromiso nacional -a pesar de la poca cultura nacional al respecto- y no a figuras o relatos mediáticos de coyuntura que luego se evaporan como agua de borraja.
De lo contrario, la disolución de nuestro país-nación seguirá en la mira de esa agenda-objetivo supranacional. Por tanto, no podemos ser la solución; pero tampoco, aupar propuestas exclusivas cuando ya el problema Haití es regional… sin embargo, la cultura geopolítica del avestruz -o de enclave estratégico supranacional- es la peor postura nacional: Haití es desafío y oportunidad. !Asumámoslo así!