Emiratos Árabes Unidos es un país soberano en la península de Arabia. Su capital es Abu Dabi, y Dubái su ciudad más poblada. El petróleo es su principal fuente de ingresos y el islam su religión (censuran los medios de comunicación y ciertos contenidos en internet, pero son tolerantes con otras religiones, e intolerantes con los extremistas). Son enemigos de Catar.

En el siglo XVI, su territorio cayó bajo la influencia europea, asentándose finalmente el dominio británico hasta 1971. Luego, siete jeques formaron la unión, bajo una constitución que les da bastante autonomía a cada cual.

El presidente es un jeque de Abu Dabi, y el primer ministro uno de Dubái. El Consejo Supremo lo componen los siete emires, que son monarcas por herencia (los ciudadanos no tienen derecho a cambiarlos).

Han sido criticados por instituciones que defienden los derechos humanos por cómo aplastan a los opositores (la familia de los presos políticos también es objeto de represalias y torturas). Además porque la libre asociación está muy restringida y los derechos de los trabajadores muy limitados: los someten a condiciones difíciles, a muchos se les confisca el pasaporte para que no puedan devolverse a sus países (dejan sin acabar la obra), no hay sindicatos ni derecho a huelga, y todavía existe la trata de personas y el uso de niños extranjeros como jinetes en las carreras de camellos (obviamente pesan menos).

Su población es étnicamente diversa, y menos de la mitad son ciudadanos emiratíes, pues su tasa de migración es la más alta del mundo. Lo que más hay son expatriados indios y pakistaníes. Por cada mujer hay dos hombres.

Los Emiratos pasaron de ser una región empobrecida de pastores nómadas en el desierto, a uno de los países más ricos del mundo, con un alto estándar de vida. Y en un tiempo récord.

Si bien es cierto que la exportación de petróleo y gas fue clave en su crecimiento económico, su participación en el PIB ha pasado de ser un 74pc en 1974, a solo un 20 pc en la actualidad.

Hay entonces algo mucho más relevante detrás de su inmensa prosperidad y se trata de la constante llegada de inversiones extranjeras motivadas por las políticas inteligentes de estos jeques: no cobran impuestos.

Convirtieron los emiratos en uno de los más atractivos paraísos fiscales, en un marcado contraste con Occidente y su injusta confiscación fiscal. En algunos países occidentales, los impuestos sobre la renta son hasta de un 40 pc, lo que esto que la mitad del año se trabaje para el Estado (y con el agravante de que por lo general lo que se recibe a cambio son servicios públicos mediocres).

Los Emiratos, en cambio, ofrecen un clima amistoso para los negocios, con una tasa cero de impuesto sobre la renta, y muy bajas tasas de impuestos corporativos.

Como a nadie en su sano juicio le gusta que le quiten el fruto de su esfuerzo, este sistema ha atraído inversiones en diferentes áreas, incluyendo la inmobiliaria. En los Emiratos, en vez de favelas, existen conglomerados de cientos y cientos de mansiones espectaculares, en un ambiente inigualable de orden y paz.

Así también están captando los mejores talentos del mundo. Dentro de poco, el mejor servicio sanitario lo tendrán ellos. Y los mejores tenores y sopranos cantarán allá y no en Viena.

Tremendo reto este para Occidente, y su insistencia en políticas que no hacen más que estancarlo.

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