“No quiero hacer un tema fetiche del expresidente Leonel Fernández y lo que fue su tozuda oposición a la figura de la reelección continua -porque la diferida, suya de 2010, era un primor- de cuya “causa”-defensa hizo todo un show político -electoral-mediático- bajo la consigna “La Constitución no se toca” y correrías callejeras que el PRM usó de acicate para afianzar y equilibrar una mayoría electoral suficiente para disipar el escenario de una segunda vuelta o balotaje que, al menos, en mi opinión, siempre me pareció de difícil concreción por la temprana polarización PLD-PRM y el hastío-miedo al coronavirus; pero también, porque el ex, en la pasada coyuntura electoral, ni por asomo fue opción de poder.

Ahora, de nuevo, el recurrente e histórico fantasma de una posible reforma constitucional asoma, y sin importar el cáliz o pretexto; si hay voluntad política de reorganización institucional del entramado estatal [jurídico-político], se dará. Y de concretarse, como puede ser posible, a menos que una consigna coyuntural haya decretado que la Constitución es un lienzo pétreo, y no lo que es: una construcción histórica-política que las conveniencias, las voluntades políticas-coyunturales, los consensos y las negociaciones hacen y deshacen. Sin embargo, y aunque sabíamos el interés político-electoral que movía al expresidente al airear su “consigna” o callejón sin salida -contribuir a sacar del poder al PLD y su fijación de ser cinco veces presidente-; habría que ver qué bajadero acometerá, si la mayoría parlamentaria, post 16 de agosto, en el uso soberano, libérrimo y delegatorio que le dio la ciudadanía, decide una reforma.

Por lo pronto, ya el expresidente, a través de su primogénito diputado, comenzó flojeando y cooperando “…cualquier reforma a la Constitución debe ser consensuado”. Y eso, suena mucho a un socorrido refrán.

El otro aspecto, decisorio, para acometer tal empresa -una reforma Constitucional-, es que, como cuando el PLD tenía mayoría parlamentaria, al PRM y aliados tampoco les da [post-julio-2020] para imponer, solitos, una reforma. De donde se desprende, como debe ser, consensos y negociaciones, es decir, una suma de intereses y voluntades que se conjugan y procuran un producto final. Lo que implica, porque la Asamblea Nacional es un cuerpo político, que la conformarán todas las fuerzas políticas, incluida la FP; y no serán convidados de piedra. Y menos el PLD.

De modo, que el expresidente debe ir desenredando su consigna-tripa, pues su pírrica minoría, en la Cámara Baja, no les da más que para perorata, discursos engañabobos o alharaca mediática que ya no tendrán el efecto preceptivo de rebaño al corral -de la pasada coyuntura electoral-, a menos que quiera arar en el desierto o hacer martirologio parlamentario -cosa para la que no creo tenga vocación-. (Publicado 14/08/2020). ).

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