Las elecciones de Estados Unidos del pasado martes 3 de noviembre han dejado algo bastante bueno y algo preocupante y malo. Lo bastante bueno es que el actual presidente Donald Trump, a pesar de su inútil pataleo, fue derrotado en sus aspiraciones reeleccionistas. Lo malo y preocupante es que Joe Biden ganó las elecciones, y será el próximo presidente de Estados Unidos. Es muy positivo para el mundo y para el pueblo estadounidense, que Trump haya perdido las elecciones. No era posible que esa ejemplar nación siguiera siendo dirigida por alguien que no tiene condiciones de estadista, que se burla de la ciencia, que no respeta las mujeres, que vive diciendo mentiras a diario, que usa los elementos cristianos de forma oportunista y que excluye a los inmigrantes.
El presidente Trump manejó de manera muy torpe todo lo referente a la pandemia del Covid-19. Primero se burló de la situación sanitaria y de los organismos internacionales de salud. Luego satirizó las posibles soluciones médicas, y llegó al extremo de hacer un show electoral con un supuesto o real contagio de él mismo. Pero, todo eso se revirtió en su contra. Aunque logró una gran votación, la mayoría de la población votante de Estados Unidos le dio un voto de castigo y no le permitió alcanzar la reelección.
Así como es muy positivo que Trump haya perdido, es también muy preocupante, que quien ganara las elecciones haya sido Biden. El próximo presidente de los Estados Unidos es un dirigente político con muchas falencias y limitaciones. A pesar de que fue vicepresidente de Barak Obama, a Biden le falta la visión y la amplitud de mirar en términos políticos y sociales que tiene el expresidente Obama. Para los que somos seguidores de Jesús, la preocupación por la elección de Biden es mucho mayor. Biden es un militante de la causa LGBTB, del aborto, de las políticas estatales anti-biblia y de muchas medidas que afectan el desarrollo libre del trabajo de los cristianos en Estados Unidos.
Aunque nadie puede frenar el avance del cristianismo en el mundo, es un gran reto para la comunidad de fe en esa nación norteamericana y de toda América Latina, el hecho de que la principal potencia económica del mundo esté siendo dirigida por un líder que impulsa, apoya y patrocina muchos valores anti-cristianos.
Ahora bien, siendo justos, es necesario decir que a pesar de las políticas liberales de los demócratas, desde el punto de vista de la implementación de medidas gubernamentales favorables a la población, es mucho más conveniente para los habitantes de esa nación y del mundo, que quien dirija los Estados Unidos sea un demócrata sensato como Biden y no un conservador irracional como Trump. Los demócratas han demostrado en los últimos años que poseen más capacidad para desarrollar políticas sociales, de salud, en favor de los inmigrantes, de impulso económico y de avance en todos los órdenes, que los republicanos. De los cuatro presidentes norteamericanos antes de Trump, dos han sido demócratas y dos republicanos. Y los dos demócratas, Bill Clinton y Barak Obama, han sido muy pero muy superiores en todos los órdenes, que los dos republicanos, George Bush, padre, y George Bush hijo.
Solo nos resta esperar que, ante el confuso panorama que se presenta en la nación norteamericana en estos momentos, Trump acepte con gallardía su derrota y Biden celebre con humildad su victoria.