Lo que viene sucediendo en el país se asemeja a la fábula de la carrera de la liebre y la tortuga. Abinader apostó ganarle a Leonel las elecciones de este año; sabía que es el único competidor. Se dijo, imposible que un hombre sin recursos me pueda ganar. Acaso no soy la liebre y él, Leonel, la tortuga, y como tal un tanto lento, prudente, estudia la ruta, calcula como superar obstáculos; pero, yo soy liebre, rápido, atrevido y decido sin calcular mucho.
Todo empezó cuando Abinader creyó distraer a Leonel en medio de la pandemia y requirió de su ayuda para iniciar su gobierno. Leonel para favorecer al pueblo y superara aquella crisis sanitaria ayudó, pero de ninguna manera participando con cargos o empleos.
Abinader al igual que la liebre se dijo “lo tengo en un bolsillo”. Se sentó debajo de un árbol con buena sombra, después de dejar atrás a la tortuga. Tenía varios bultos con los dineros a usar, su desventaja fue que creía valioso tener los recursos, pero no se daba cuenta que no era solo tenerlos, sino saberlos usar.
Ahí su primer error, empezó a repartir recursos, pero no a utilizarlos en lo necesario. Pasó a gastar sin límites ni propósitos, y a coger prestado cada vez que necesitaba repartir, y aún sin necesitar. Para Abinader, un enfermo comprador compulsivo, gastar es la ventaja, no resolver los problemas del pueblo.
Cuando la pandemia del COVID-19, compró tantas vacunas sin haber planificado que terminó regalándoles a países centroamericanos, y ofreció a Haití. Luego, para combatir la inflación provocada por la guerra en Ucrania, llevó a tasa cero importando lo que aquí se produce, afectando los productores nacionales e incrementando la inflación nacional y debilitando la seguridad alimentaria y la canasta nacional.
Abinader cree que disponer de dinero es tener poder, y lo derrocha. El ejemplo más traumático es el Ministerio de Educación; tiene el mayor presupuesto, pero mucha deficiencia y sobra partidas por no saberse ejecutar; por eso miles de niños y adolescentes se quedan fuera de las aulas y sin desayuno escolar, y ni hablar de tandas extendidas.
Abinader ha derrochado el dinero del pueblo, agravándole sus necesidades, sin haber hecho ninguna obra. Simplemente se durmió como la liebre en la fábula Para hacer debía conocer de políticas públicas, diagnosticar y planificar lo que se desea solucionar. Es incomprensible cómo él, que ha estado al frente de empresas familiares o propias, solo sabe crear percepción, nubes de expectativas o allante y movimiento. Aunque ni eso parece saber hacer, porque si algo necesitó prevenir la temporada del dengue fue una campaña previa.
La otra más grave de sus grandes torpezas fue con el tema de la seguridad ciudadana. Metió la mano en el macuto del presupuesto, se puso al frente del tema, pasó a contratar cientos de asesores sobre el tema; sacó un español de la ONU que dizque sabía qué hacer; contrataron un hotel en RD$500 millones por Río San Juan, anunciaron tecnologías para procesar datas, aplicaciones modernas. Pero, Abinader se durmió, en la sombra, y siguió repartiendo dinero ajeno.
Leonel como la tortuga, con pasos seguros, constantes, con rutas estudiadas y destino conocido, alcanzó la liebre, la superó y ante el pueblo termina siendo el indiscutible ganador presidencial.