El grito de clemencia estremeció todo el vecindario. Era alrededor de las dos de la madrugada y la gente disfrutaba del ambiente frío que para diciembre siempre aplaca el intenso calor de la región. Todo comenzó una hora antes. Cipy y su novia disfrutaban del momento navideño. Él, un muchacho de campo y de origen humilde, se pavoneaba en el parque, pues había logrado “levantarse a una de las muchachas más hermosas de su época”. Quizás por eso, varios jóvenes se sentaron cerca, para murmurar el dolor que le causaba esa conquista. Cipy y su novia aparentaban no escucharlo para evitar problemas. Entrada la madrugada, Cipy se despidió de su novia con un beso. Esa fue la gota que derramó el vaso de los impacientes jóvenes que le siguieron en una yipeta, con el ánimo de oscurecerle sus recuerdos. Para su suerte, Cipy encontró un amigo “que le dio una bola” en su motor hacia su humilde vivienda. Pero los chicos le siguieron y justo cuando se desmontaba del motor, aceleraron la marcha para atropellarlo. Solo la agilidad de Cipy lo salvó de la conspiración que devino en atentado, pues de un salto cayó en la acera, y salió ileso. En su mente solo quedó la mofa de quienes casi le quitan la vida. Esa burla despertó en él un sentimiento vengativo. Sabía que los jóvenes estaban obligados a retornar por la misma vía, le preparó una emboscada. Furioso, arrastró troncos, buscó piedras y hasta neumáticos para bloquear el camino. Se colocó en alerta con un bate y un machete en las manos. Cuando sus agresores llegaron al punto bloqueado, frenaron. El primer batazo se lo dio al cristal delantero. Con otro “fuetazo” se llevó el cristal trasero. Los muchachos salieron desconcertados del vehículo, pero con ánimo de pelea. Uno de ellos logró darle una pedrada en la cabeza a Cipy. Pero lejos de acobardarse, Cipy le fue encima con el bate, derribándolo. Con el hombre tendido boca arriba, herido y con su pie izquierdo sobre el pecho, Cipy dijo: “Voy a morir, pero este es mío”. Levantó su machete y cuando procedía a darle un sablazo en el corazón, oyó esa voz, como de ultratumba, que le dijo: “Cipy, no lo mates”, que es hijo de Miladys. Esa voz le salvó la vida.