En el imaginario colectivo dominicano, la Ciudad Colonial de Santo Domingo es, sin duda, el epicentro de nuestra herencia histórica. Sin embargo, limitar el relato de la historia de nuestra isla a este majestuoso conjunto arquitectónico es olvidar que el pasado de la República Dominicana tiene muchas otras huellas igualmente significativas. Uno de esos tesoros escondidos es Pueblo Viejo, las ruinas de lo que fue Azua de Compostela, una de las primeras ciudades fundadas por los españoles en el continente americano. En mi caso, descubrí Pueblo Viejo mientras trabajábamos en el diseño del Programa de Desarrollo sostenido basado en la explotación del potencial regional, dentro del Gabinete de la campaña del entonces candidato Luis Abinader.

Hoy, apenas unas ruinas olvidadas entre la vegetación, Pueblo Viejo es un símbolo poderoso de lo que una vez fue un vibrante centro económico y social durante los primeros años de la colonización. La historia que encierra va más allá de sus piedras desgastadas y es una pieza clave para entender el proceso de colonización en el Caribe y el desarrollo de la economía azucarera que marcaría el futuro de la isla.

Fundada en 1504 por Diego Velázquez, bajo las órdenes de Nicolás de Ovando, la villa de Azua se estableció cerca del puerto conocido como Puerto Escondido, utilizado entre otros por Cristóbal Colón para resguardar su flota, en los dominios del nitaíno Cuyocagua, del cacicazgo de Maguana. Este lugar se convirtió rápidamente en un núcleo estratégico para la expansión española en el suroeste de La Española, con un papel destacado en el comercio y la producción agrícola.

El nombre “Compostela” proviene de Gabriel Varela, el “Comendador Gallego”, un español que poseía tierras en la zona, cerca del poblado taíno de Azúa, y que, según la tradición, era originario de Santiago de Compostela, en Galicia. Así, la villa se fue asentando con un fuerte carácter económico y agrícola, y alcanzó su mayor esplendor hacia mediados del siglo XVI.

Uno de los aspectos más importantes en la historia de Azua es su relación con la producción de azúcar. Según documentos históricos narrados por el cronista Antonio de Herrera, el Bachiller Gonzalo de Bellosa, vecino de la villa, fue quien introdujo la caña de azúcar y construyó en Azua el primer trapiche para su procesamiento en La Española, para ello utilizó maestros artesanos procedentes de las Islas Canarias. Este hito marcó el inicio de la industria azucarera en las Américas, un sector que definiría el desarrollo económico de la isla durante siglos.

Para el año 1533, la villa ya contaba con cinco ingenios azucareros, lo que la convirtió en un centro económico de primer orden. Además de la producción de azúcar, Azua de Compostela también exportaba productos como cañafístula y pan casabe, lo que contribuía al crecimiento de la economía colonial.

A pesar de su prosperidad, Azua no estuvo exenta de los peligros que acechaban a las colonias del Caribe. Entre los años 1530 y 1545, la villa sufrió varios ataques e incendios provocados por corsarios franceses, que aunque dañaron la ciudad, no lograron destruir sus edificaciones más importantes, construidas con ladrillo y cantería.

Uno de los aspectos más fascinantes de Pueblo Viejo es la posibilidad de que los restos del Cacique Enriquillo, el líder indígena que encabezó una resistencia feroz contra los colonizadores españoles, puedan estar enterrados en las ruinas de la iglesia parroquial de la villa. Enriquillo, venerado como un símbolo de la lucha taína por la libertad, falleció en 1535 y su entierro en un lugar tan significativo como Azua reforzaría la conexión entre el pasado indígena y el colonial de la región.

Hasta el momento, esta teoría no ha sido confirmada, pero sigue siendo un motivo de gran interés para los arqueólogos e historiadores, quienes consideran que el descubrimiento de los restos de Enriquillo cambiaría drásticamente nuestra comprensión de la historia del Caribe.

El trágico terremoto del 18 de octubre de 1751, con una magnitud estimada de 7.4, trajo consigo la destrucción total de Azua de Compostela. La iglesia, el convento de La Merced y la mayor parte de las casas colapsaron bajo los efectos del sismo, y algunos reportes históricos indican que un tsunami posterior o algo parecido terminó por arrasar lo que quedaba de la ciudad. Los sobrevivientes decidieron abandonar el lugar y reubicar la ciudad en lo que hoy es Azua de Compostela, a unos seis kilómetros al noreste de la ubicación original.

Con la reubicación de la ciudad, las ruinas de la villa fueron olvidadas, y el lugar se conoció posteriormente como Pueblo Viejo. A medida que pasaron los años, se fue formando un pequeño poblado con casas construidas en su mayoría con madera de palma y techos de cana, lo que dio lugar a una comunidad con una arquitectura popular de gran valor patrimonial. Sin embargo, de la original Azua colonial solo quedan hoy fragmentos dispersos entre la vegetación.

A pesar de su innegable valor histórico y arqueológico, Pueblo Viejo ha sido dejado de lado por las instituciones encargadas de preservar el patrimonio nacional. En 1983, arqueólogos del Museo del Hombre Dominicano y la Oficina de Patrimonio Cultural realizaron exploraciones en la zona, pero los resultados de estos trabajos nunca se publicaron según dicen en su propia web. Hoy, las ruinas están en peligro de desaparecer por completo debido al deterioro natural y a la falta de atención.

Es imperativo que el Patrimonio del Estado actúe con urgencia para proteger este sitio de incalculable valor histórico. Las ruinas de Pueblo Viejo no solo cuentan la historia de la fundación de una ciudad próspera en los primeros años de la colonización, sino que también nos conectan con las luchas indígenas y el inicio de la industria azucarera, que moldeó la economía de la isla y del Caribe.

No olvidemos que las ruinas de Pueblo Viejo son mucho más que fragmentos de una ciudad olvidada; son un testimonio de los primeros pasos de la República Dominicana en su camino hacia la historia. Su preservación es un deber no solo para los historiadores y arqueólogos, sino para todos aquellos que valoran el legado cultural y patrimonial de nuestro país. Al rescatar Pueblo Viejo, rescatamos una parte esencial de nuestra identidad.

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