En los últimos días he estado leyendo informaciones sobre los enfrentamientos entre bandas haitianas y ha llamado mi atención la cantidad de supuestos criminales que han caído en manos de la policía de ese país, tanto así que han tenido que abrir fosas comunes para enterrar los cuerpos.

Me llamó la atención el dato, porque en un informe la Organización de las Naciones Unidas detalla lo altamente peligrosas que son estas bandas y el calibre de las armas que poseen, lo que evidencia que sus miembros están mucho mejor preparados que los de la policía haitiana.

La mayoría de las muertes se han producido en Gressier, un municipio situado en la periferia sur de Puerto Príncipe, donde se han escenificado hechos muy violentos que han dejado, además, centenares de civiles muertos, heridos y gente desplazada.

Pero no solo en ese lugar se han producido desórdenes en los últimos días, sino que el país entero es un completo campo de batalla, donde los que logran sobrevivir huyen de la violencia y del hambre y muchos terminan cruzando de una u otra forma hacia territorio dominicano que es el lugar más cercano que tienen.

A pesar de lo halagüeña de la noticia que refiere la cacería de importantes miembros de las prolíferas pandillas de criminales, la situación de inestabilidad política y social sigue siendo muy preocupante, no solo para la comunidad internacional, sino para nuestro país en todo el sentido de la palabra.

Se calcula que en Haití conviven más de 200 bandas criminales, y cada banda está integrada por una cantidad específica de delincuentes catalogados por organismos internacionales como “altamente peligrosos”.

La ONU ha reiterado que las bandas haitianas son cada vez más fuertes, más ricas y autónomas y escuchar esto da grima y nos pone a pensar en lo que podría pasar en nuestro país en los próximos diez o 20 años, tomando en cuenta la migración desordenada de haitianos hacia territorio dominicano. Las estadísticas o números mal contados están ahí.

Y ha dicho, además, que están armados hasta los dientes, por decirlo en lenguaje coloquial, porque poseen fusiles de fabricación rusa denominados AK47, muy populares y una de las más comunes y de largo alcance; el AR15 de fabricación estadounidense y Galil de fabricación israelí, por solo mencionar esos tres, que las convierten en potentes bandas criminales.

En los últimos años, estas organizaciones ilícitas se han triplicado y su modus operandi es el secuestro para el cobro de rescate, el narcotráfico y la explotación de civiles como las fuentes principales de ingresos para la obtención de armamentos que les permiten operar a sus anchas.

El gobierno dominicano ha sido enfático en su postura y se ha pronunciado con vehemencia sobre el problema haitiano y el peligro que representan estas bandas para el país.

Sin embargo, la crisis allí no parece tener fin, y muy pocos se atreven a extender la mano solidaria a los más necesitados que mueren de inanición, atrapados por enfermedades contagiosas, entre la basura y el lodo. El futuro en Haití sigue siendo incierto y en un pestañar de ojos el entorno se vuelve oscuro y sangriento. Esa es la realidad.

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