A pesar de que los partidos están en crisis por falta de identidad ideológica, de acciones de algunos de sus líderes -que erosionan su imagen pública-, de reciclaje y predominio de una cultura conservadora; pero, sobre todo, de un tipo de liderazgo presidencialista o de claques-jerárquicas que se resisten al relevo e insiste en decidirlo todo arriba -y bajarlo, si acaso, solo para legalizarlo- y, de paso, fomentar una cultura de negación democrática, pues, más que nada, son caudillos estacionarios.
Y no hay ni un solo partido donde el fenómeno sociopolítico-cultural no se exprese de alguna forma: ya en el aparentar escuchar, pero no integrar nada de lo escuchado en el accionar, ya en imponer viejos y desfasados esquemas organizativos u atrapados, a conveniencia, en viejas nomenclaturas de mandos verticales sin sustentos doctrinarios, ideológicos ni filosóficos -y aun, en esa orfandad, son dioses-; o en la peor burocracia partidaria: la de concebir un partido como una herencia, empresa u oficina cuyos gerentes todo lo deciden arriba y visualizando a la membresía como legión de eunucos-peones que ni siquiera vale “consultar” -previa socialización del todo orgánico- lo que se quiere consultar o, decretar: un candidato bajo la cultura de los que más saben -sanedrín- o la del líder imprescindible.
De ese universo antidemocrático es que está plagado el quehacer político en nuestro país y sus detentores jerárquicos. Y es por ello que, cuando llegan al poder, se evaporan las siglas, las ideas, afloran los gabinetes de la sombra, y curtidos cuadros, de trayectoria y méritos, son echados al olvido o relegados -por arribistas, amigos, familiares, etcétera-, aun siendo aptos y calificados, a insignificancia o migajas; o cuando no, abandonados en el andén por la magia de un repliegue táctico-estratégico, por demás recurrente, que he llamado o radiografiado así: se quiere un partido de masas para ganar elecciones; pero luego -logrado el triunfo-, se opera un repliegue táctico-jerárquico hacia arriba, en síntesis, una suerte de puerta que se cierra…., y hasta la próxima zafra. Conocedor de ese abc partidario, alguien me susurró, con harto sentido práctico -hace algún tiempo-, “procura un amigo…”.
Y no escribo desde el ámbito del que no fue tomado en cuenta; aunque si desde el que vio relego y olvido de meritorios cuadros técnicos-políticos; y algo más trascendente, en un partido político, el de no ser escuchado siquiera por cortesía o fidelidad partidaria.
Ah, pensar, decir y escribir, ¡mal o bien!, que molesta… !Que alergia a la crítica! !Uff!
Sin embargo, después de las redes sociales, no hay quien (“borregos-analfabetos”) que, de alguna forma, ¡no se las desquite…! ¡Y qué bueno…!