Cierto que el complejo de avestruz nuestro frente a Haití, con el paso del tiempo, ha ido evolucionando hacia una mirada más atenta; pero, aún hay frentes descubiertos y sutiles matices que no son atendidos con la debida atención, e incluso, por nuestra prensa y “Opinión Pública”. Un ejemplo de cómo defenderse sin caer en justificaciones -y muy a pesar del involucramiento de algunos de sus nacionales (independientemente de que actuaran en calidad de “mercenarios”, “contratados” o “sicarios”)- es el caso de Colombia que, ante el magnicidio del presidente de Haití, ha actuado con rapidez y eficacia en tres líneas: a) colaborando, b) poniendo en el contexto la trama y los pormenores; y c) cuidando su imagen-país y gobierno. Por supuesto, nuestro país “…no tienes velas…” ahí.
No obstante, creemos que ya es hora, y creo que estamos reaccionado, de que nuestro país asuma una política más proactiva frente Haití, en todos los frentes, pues por más que nos queramos curar en salud, siempre habrá insinuaciones o, cuando no, la intención aviesa de cargarnos con un problema histórico-estructural que nos es nuestro y cuyos beneficiarios históricos-fácticos se hacen de la vista gorda, aunque sus intereses -de toda índole-, inversiones y tutelaje los delate.
El asesinato del presidente Moïse, es un acto criminal y condenable que debe ser esclarecido y cuyos responsables -materiales e intelectuales- procesados; y, de paso, la comunidad internacional junto con los haitianos, están obligados a propiciar -como ha propuesto el país- un “….diálogo político…” o, salida política-electoral a los fines de superar la crisis sociopolítica, y mas que ello, de ingobernabilidad endémica en Haití que, como ya hemos escrito, no puede ser explicada a la luz de la manida teoría de “Estado fallido”.
Haití necesita múltiples reformas políticas-estructurales que son imposibles de concretizar sin la voluntad geopolítica y asistida de la comunidad internacional, pero de manera concurrente y sistemática de Francia, Estados Unidos, Canadá; y en menor medida -y ya es mucho (la carga migratoria y sanitaria)-, de nuestro país.
Igual, y emulando a Colombia, nuestro país debe seguir cuidando, por todos los medios, nuestra imagen-país ya de cables de prensa, informaciones no confirmadas o insinuaciones aviesas que pretendan, a si fuere, relacionar a nuestro país, nacionales u empresas con nada que tenga que ver con el magnicidio que dio al traste con la vida del presidente de Haití.
Por último, es más que evidente -por las informaciones que han trascendido- que el magnicidio del presidente de Haití es de factura haitiana en el contexto de una lucha por el poder y perpetuación de un statu quo -de élites- ya insostenible.