Recién ayer terminaron los días de la celebración de la Semana Santa 2025. Según algunos, este magno evento de la cristiandad se inicia con la procesión del viernes de Dolores y según los más, el domingo de Ramos, que conmemora la entrada de Jesús a Jerusalén, montado en un borrico. Las palmas y sus ramos, que se batieron encierran el simbolismo de la victoria y la vida eterna e identifican la entrada triunfal de Jesús y de allí la celebración del Domingo de Ramos. Es la fiesta mayor del cristianismo, llena de simbolismos y celebrada de manera particular en los diferentes lugares de la fe en el Cristo y su liturgia.

Su fecha es variable y la Pascua de Resurrección es el domingo posterior a la primera luna llena después del equinoccio de marzo y puede ser no antes del 22 de marzo ni nunca más allá del 25 de abril. El lunes corresponde a la unción de Jesús en casa de Lázaro y la expulsión de los mercaderes del templo, rompiendo esquemas culturales ancestrales que unían la sangre animal al sacrificio. El martes Jesús anticipa a sus discípulos la traición de Judas y las negaciones de Pedro; el miércoles Judas Iscaiote conspira con el Sanedrín para traicionarlo por 30 monedas de plata; el jueves el lavatorio de los pies, la última cena, la oración en el huerto de Getsemaní, arresto de Jesús; el viernes la prisión, interrogatorios de Caifás y Pilatos, los latigazos, la coronación con espinas, el Vía Crucis, crucifixión y sepultura y el Domingo la Resurrección. Entre los dominicanos ha habido una gran transformación en la celebración de la Semana Mayor, tiempo de habichuelas con dulce y en algunas regiones maíz con dulce, que se mantienen, aunque la costumbre de repartir entre vecinos se reduce. No hay dudas que la devoción se ha transformado junto al temor a Dios y el seguimiento ciego a las tradiciones y a las recomendaciones de recogimiento transformadas hoy en día, en movilizaciones a todos los rincones del país, “adonde está el ombligo de cada uno enterrao”. El silencio se imponía desde el jueves, haciendo que todo lo que implicara ruido se tratara de manera que el viernes fuera todo silencio, incluyendo las labores en la cocina donde se restringía todo lo que implicase ruido. El viernes nada se machacaba y de de necesitarlo debía ser hecho el día anterior. El que hablaba el viernes no podía bañarse en el río, so pena de convertirse “en peje”. Se hacían sacrificios, entre ellos el ayuno de no comer nada hasta mediodía y el ayuno de “colación” que duraba hasta las 6 de la tarde. Estaban vedadas las malas palabras y se abstenían las parejas de las relaciones sexuales, so pena de “quedarse pegados”. Solo música sacra se oía y a partir del uso de la TV las emisoras solo transmitían películas de corte cristiano con episodios bíblicos y epopeyas relacionadas. El Sermón de las 7 palabras, era locución obligada a escucharse y las familias se reunían para ello.

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