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Recientemente publiqué un interesante artículo titulado “Fundación de la Sociedad Secreta La Trinitaria”, enfocándola como una de las fechas que marcan la historia a favor de nuestra deseada libertad. La siguiente es el 27 de febrero de 1844, en la que se proclamó nuestra Independencia nacional y dio inicio a la Primera República.
La tercera es el 16 de agosto de 1863 que dio inicio a la gesta restauradora y paralelamente el inicio de la Segunda República, parte de cuya historia enfoco en las dos entregas siguientes:
La anexión a España no fue un hecho aislado en el conflictivo proceso de la Primera República, pues una serie de factores sociales y políticos marcaron un camino que culminó el 13 de marzo de 1861, con la aceptación por parte de la Reina Isabel II de la propuesta anexionista presentada por el general Pedro Santana.
Tras la expulsión el 22 de agosto de 1844 del grupo liberal que lideraba Juan Pablo Duarte, el destino de la recién nacida República quedó en poder del sector conservador, con el general Pedro Santana y Buenaventura Báez a la cabeza.
El laborantismo político entre Báez y Santana, de quítate tú para ponerme yo, tuvo pocas posibilidades para el fortalecimiento y vigencia de la institucionalidad democrática del país, como quedó evidenciado con la disolución de la Constituyente de Moca de 1858, convocada en el año anterior tras la reacción del sector productivo del Cibao por las medidas financieras tomadas por el presidente Buenaventura Báez.
Se ha dicho que este frustrado proyecto constitucional, en el que se dieron cita los ciudadanos más conspicuos con los que contaba el país en ese momento, fue el intento democrático más progresista que se había producido hasta esa ocasión, el cual dejaba sin efecto la Constitución de 1854, promulgada por Pedro Santana, quien en 1858 se encontraba fuera del país tras ser expulsado por su adversario político.
Los constituyentes de Moca, tratando de debilitar el poder político de Báez le abrieron las puertas a Pedro santana, quien pudo así regresar del exilio, protegido por los líderes políticos del Cibao. Procedente de Saint Thomas llegó a Puerto Plata el 24 de agosto de 1857, y cuando se presentó en Santiago el gobierno ordenó rendirle los honores correspondientes a un exjefe de Estado, y lo nombró jefe de los Ejércitos del Sudeste y Sudoeste, al tiempo que designó a sus seguidores más cercanos como el general Manuel de Regla Mata, jefe de Operaciones en la provincia de Azua y a Juan Rosa Herrera en la provincia de El Seibo, feudo tradicional del depuesto presidente, quien el 1ro. de septiembre se presentó en las inmediaciones de Santo domingo y de inmediato tomó posesión del cargo de general en jefe del Ejército.
Tras la capitulación del gobierno de Báez, el 13 de junio de 1858, Santana tomó posesión de la ciudad asediada, ocasión en la que fue aclamado general en jefe de los Ejércitos, y por la “soberana voluntad de los pueblos” encargado de restablecer el imperio de la Constitución y las Leyes, con lo cual se desconocía al gobierno de Santiago, encabezado por el general Pedro Valverde y Lara y por el tribuno Benigno Filomeno de Rojas, como Vicepresidente.
En posesión del poder e inducido por su asesor astuto y político, Tomás Bobadilla y Briones, el 27 de julio de 1858 dejó sin efecto la Constitución de Moca y proclamó la patrocinada por él en 1854.
De poco valieron los esfuerzos del gobierno instaurado en Santiago durante la contienda con Báez para detener a Santana, quien se dirigió a esa región y el 1ro. de septiembre tomaba posesión de la plaza que hasta ese momento fungía como capital de la República.
De regreso a Santo Domingo tomó posesión como presidente de la República el 31 de diciembre de 1869, cargo que ocupaba de facto desde julio del año anterior.
Como era de esperarse los aprestos anexionistas no se hicieron esperar con el gobierno en poder de Pedro Santana. Se puso como excusa para esa acción la inminente invasión haitiana que solo era real en la maquiavélica cabeza de Tomás Bobadilla y de los colaboradores más cercanos del flamante presidente: Antonio Abad Alfau, vicepresidente, y uno de los gestores más activos de la anexión, así como también su ministro de Interior, Felipe Dávila Fernández de Castro.
Otro elemento poco manejado en la historiografía dominicana, que aceleró el proceso anexionista fue el deterioro de la salud del mandatario, quien en más de una ocasión debió dejar la Presidencia a cargo de su vicepresidente para reponerse en El Seibo. Esta realidad pudo haber provocado lo que hemos llamado “el deslinde entre santanistas y baecistas: ni tú ni yo, y la anexión fue la barrera para evitarlo”.
Con ese propósito se aprobó el proyecto de Pedro Santana, el mismo militar que había consagrado su espada a la defensa de la patria en acciones tan gloriosas como las batallas del 19 de marzo (1844) y Las Carreras (1849), hasta alcanzar el rango de “Libertador de la Patria”, título que sacrificó por los de gobernador y capitán general de Santo Domingo, senador del Reino de España y marqués de las Carreras.
En un acto rodeado de un deslumbrante ceremonial fue posesionado en su nuevo cargo por el gobernador de Cuba, general Francisco Serrano y Domínguez, conocido también como el general “bonito”, protegido y uno de los señalados amantes de la Reina, y quien posteriormente contribuiría a su destronamiento en 1868.