Las situaciones de crisis y la polémica han marcado la Administración de Gustavo Petro, y dieron al traste con las aspiraciones de cambio de los colombianos que se aventuraron por una opción que marcó un hito en la política y la historia, al darle el voto a un reconocido militante de izquierda con un pasado vinculado a una organización guerrillera, a sabiendas de que el cuestionado accionar de esta por más de 60 años ha marcado y dividido a una nación vasta en recursos naturales, que tiene buenos estándares educativos y en otras áreas, aspectos que le han permitido perfilarse puntera en materia de desarrollo en América Latina.

Los problemas reputacionales que en lo personal ha enfrentado el mandatario colombiano, el cuestionado desempeño de su gobierno y las pugnas entre funcionarios de alto nivel caracterizan una gestión que ha tenido tendencia a la desestabilización, por las decisiones desacertadas e improvisadas del gobernante, aparentemente, sin medir el real alcance de las consecuencias.

El detonante de este nuevo escenario de crisis se visualiza en el afán mediático de Petro, al permitir la transmisión en vivo por primera vez y sin previo aviso de un maratónico Consejo de Ministros que se prolongó por 6 horas el martes 4 de febrero y se salió de control, por la centralización de su polémico discurso y su intención de desligarse del estado actual de las cosas atribuyéndole la responsabilidad a los funcionarios presentes, cuestionados, ridiculizados y que dejaron en evidencia sus problemas de cohesión ante una nación que quedó expectante por lo inusual de la situación.

De tal evento se desprendió la renuncia masiva de altos cargos, incluyendo al Ministro de Defensa, constitucionalmente responsable de dirigir la fuerza pública al tener mando directo en las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional para preservar los derechos y libertades de la población, y la salida inoportuna del país del dignatario para agotar una agenda en Dubái en el marco de la Cumbre Mundial de Gobiernos (World Goverment Summit de 2025), un hecho que a su vez provocó nuevos señalamientos por su interés de privilegiar una agenda internacional que se sustenta en los 53 viajes oficiales que ha realizado en dos años y medio de mandato, cuando tiene situaciones de orden interno que demandan de su atención.

El presidente de Colombia ha demostrado ser pertinaz en sus decisiones, comprobándose en su afrenta de intentar reeditar su yerro de transmitir en directo un nuevo Consejo de Ministros la tarde del pasado lunes 17 de febrero, una iniciativa que posteriormente declinó porque está en la conformación del nuevo gabinete, que se prevé esté encabezado por jóvenes que forman parte de la nueva camada de liderazgos políticos de la nación suramericana, tratando de enviar el mensaje de una renovación orientada a oxigenar una gestión que luce vieja y desgastada.

La presidencia de Petro será recordada tristemente por su enfrentamiento con la justicia, generando temores de una ruptura institucional, luego de que su hijo y exdiputado por el departamento (provincia) del Atlántico, Nicolás Petro Burgos, afirmó haber recibido dinero de sectores del narcotráfico y del contrabando para financiar la campaña política de su padre, que además utilizó para provecho personal, dando inicio a un caso de corrupción que ha mancillado aun más la imagen del mandatario; y las manifestaciones de protesta contra una serie de reformas que si bien no prosperaron, enfrentaron a diferentes sectores de la sociedad.

De igual manera, por sus pésimas relaciones con otros jefes Estado, incluso con los que comparte una misma ideología política; además de que no tiene grandes logros que exhibir en cuanto al desarrollo de infraestructuras ni el desempeño de otras áreas importantes.

Asimismo, por el fracaso de la continuidad de los acuerdos de paz y la crisis de inseguridad imperante en el Catatumbo, una región fronteriza con Venezuela rica por la diversidad de recursos minerales y lo productiva de sus tierras de vocación agrícola, donde están enfrentadas las guerrillas del Ejército de Liberación Nacional (ELN) y un sector disidente de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) por el control de los cultivos de la hoja de coca y el extractivismo, que se producen a gran escala por las condiciones favorables del terreno y el clima.

La violencia estaría fomentando el desplazamiento interno de muchas familias y organizaciones internacionales establecen que hay una crisis humanitaria, una problemática que puede incidir en los principales ámbitos estratégicos hasta reconfigurar el escenario actual del país, por la incertidumbre que genera.

Este complejo escenario ha dado inicio a una precampaña con una oferta electoral donde las mujeres jugarían un rol protagónico, pues varias aspiran a erigirse como las candidatas oficiales de sus respectivos partidos de diferentes corrientes ideológicas, y aunque puede parecer extemporáneo, porque falta año y medio para las elecciones, resultaría previsible que se produzca un voto de castigo contra la izquierda por los fracasos y desatinos acumulados por la presente gestión de Gobierno, sin descartarse las posibilidades reales de triunfo que podría proyectar algún outsider, en un país donde el ejercicio político y el liderazgo tradicional están descreditados y muestran una decadencia degradante.

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