Leyendo recientemente un interesante artículo de un periodista, escritor y académico argentino –Roberto Herrscher- que abordaba el estallido de la crisis sociopolítica y cultural en Chile -sus secuelas-víctimas “Las miradas rotas…”- donde, según el autor, uno de los graves problemas de la sociedad chilena era que: “…los medios no estaban reflejando las verdaderas preocupaciones, los miedos y las aspiraciones frustradas de dos generaciones de chilenos. Chile se enriquecía, la clase media se endeudaba; la baja, se empobrecía, y los medios se desentendían”, así a través de esa ecuación, de realidades y evasión compartida, remataba el cuadro social y el grado de desfase en que había caído “la “prensa hegemónica” en Chile –para el autor-. Y me pregunto: ¿Y la nuestra, también “hegemónica”, dónde ha caído? Pues que sepa, con excepciones (periodistas-medios), cooptada en el tinglado de un triple ‘bocinaje’: las pros gubernamentales, las pros oposicionistas y, las más rentables, las de peaje y asesores de poderes fácticos estratégicos.
Además, ciertos conspicuos “hacedores de opinión pública” han optado, como muchos políticos y jerarcas-burócratas, por no jubilarse ni dar paso al relevo generacional. Y otros, otrora periodistas contestarlos, a la periferia de los partidos tradicionales una veces empujando proyectos presidenciales y otras haciendo rabietas consigo mismos.
Porque esa prensa “hegemónica”-tradicional, ignora que las redes sociales ya son las primeras fuentes de información o de manipulación pública que igual convoca, sin aparente mediación-dirección de ninguna índole, oleadas de ciudadanos a las protestas, al desahogo o, a la indiferencia; pues no es mentira que “por mucho tiempo los medios tradicionales no cumplieron su deber primordial de buscar la verdad sin sesgo”, o que “…los medios están más pensados para los anunciantes que para el público”. Sin embargo, algo alentador: en Chile, “…los medios también han despertado”.
Porque se sigue adjudicando toda suerte de degradaciones institucionales a la clase política y se obvia, adrede, el papel que deben jugar la prensa, los empresarios, las academias y la sociedad civil como voces de contrapeso y de crítica constructiva a la gestión pública.
No obstante, es evidente que una franja de esa “prensa hegemónica”-tradicional y del empresariado, cuando no proyecto político-electoral, se han decantado, desde hace tiempo, por ser periferia política-electoral de la oposición auxiliado por “especialista del derecho” –devenido en políticos- conformando un escuadrón de “Opinión pública” dispuestos a encender la pradera si su candidato no gana las próximas elecciones, así sea que el Santo cura dirija la JCE o que la OEA, Unión Europea o alguna fundación-técnica-USA certifiquen que no fueron favorecidos por el voto popular. Porque en sus bocas y escritos, todo es “asigún” les convenga, o si no, como alguien dijera, “revolución”.