Nos hemos pasado toda la vida hablando de la educación y su importancia en el desarrollo de los pueblos, del presupuesto que maneja el ministerio de Educación, de los conflictos con la Asociación Dominicana de Profesores, de la calidad del personal docente, del ranking que nos pone en apuros y nos coloca en puestos lejanos frente a países del área, de la alfabetización, de Pisa, en fin… cuestionamos todo, menos la responsabilidad de los padres y su compromiso con los hijos y con la escuela.
Recientemente, la vicepresidenta Raquel Peña, quien ha estado muy activa, al dar la cara y responder a preguntas de periodistas, se refirió al tema de la educación e infirió la responsabilidad que deben tener los padres al enviar a sus hijos a las escuelas para que aprovechen las oportunidades y den seguimiento al proceso.
La Vice tocó el tema a sabiendas de que lo que más necesita el país para avanzar y que sus comunidades también prosperen es la educación y yo le agregaría, una educación obligatoria y compartida entre la escuela y los padres, sobre todo en los niveles inicial y primaria, porque es en esas etapas en las que se crea la base que motiva al niño a seguir aprendiendo, ser responsable y competitivo en cada una de las disciplinas.
Hay que estar claros que la educación no es solo responsabilidad del Estado o de un gobierno. Los padres juegan un rol muy importante en los procesos de enseñanza. Y por eso hay que ser enfáticos en esta parte, porque de lo contrario nos pasaremos toda la vida hablando de lo mismo y malgastando fondos públicos. Hay que recordar también que la pobreza empieza con la falta de educación y se erradica con una buena educación.
La responsabilidad del Gobierno es cumplir con lo que dicen las leyes: proveer infraestructuras adecuadas y dotadas con los insumos necesarios, asegurar calidad en los contenidos que se imparten, proporcionar libros, uniformes y otros materiales a estudiantes de escasos recursos e incentivarlos, capacitar a los docentes con vocación, pero los padres deben asumir el compromiso de enviar a sus hijos a la escuela y dar seguimiento al proceso de la enseñanza. La misión debe ser compartida.
Solo así podríamos mejorar los niveles educativos de la población que, al final, se traducirán en mejoras tangibles de calidad de vida para las familias, y, claro está, salir definitivamente de la pobreza, de una pobreza caracterizada por la falta de estudios y conocimiento de la que millones de dominicanos adolecen hoy en día.
El Ministerio de Educación se ha estado manejando con presupuestos cercanos al 4% del Producto Interno Bruto y bien o mal gastados estos recursos, los logros no son siempre los que se esperan. Esta ha sido la constante por décadas, cuyos procesos han estado siempre salpicados por la corrupción administrativa y los continuos conflictos con la ADP por aumentos salariales, los cuales constituyen dos retrancas para alcanzar niveles óptimos en materia educativa.
Con respecto a los maestros, no quiero decir que estos no merecen salarios dignos, sino que los aumentos se hagan acorde a la preparación y sobre todo a la capacidad y calidad del docente, como resultado de evaluaciones periódicas.
Este año, el Minerd convocó a las aulas a 2.7 millones de estudiantes, de los cuales más de 1.4 millones cursan los niveles inicial y primaria. Asimismo, maneja un presupuesto que ronda los RD$297,041.5 millones.