De la vida en juridicidad, pudiera decirse que se trata de un imperativo categórico, aunque la convivencia social devenga en drama o tragicomedia, debido a la consecuencia que se deriva de todo acto propio del existencialismo individual o colectivo, en razón de ello ninguna disciplina científica guarda tanta propincuidad con el arte que el derecho, cuya aplicación para regir la conducta humana tiende a trascender hacia la narratología novelística, cuentística, histriónica e incluso la composición poética.
A guisa de ilustración ejemplar, cabe traer a colación varias obras clásicas de la literatura universal, incluso desde la cultura grecolatina, tales como Edipo rey de Sófocles, donde quedan recreados los delitos atroces de incesto y parricidio; Los miserables de Víctor Hugo, cuyas páginas revelan el robo famélico; Crimen y Castigo de Fedor Dostoievski, texto narrativo que muestra el homicidio agravado, pero como cita obligada valga cerrar semejante enumeración con El proceso de Franz Kafka, por cuanto denota la otrora tortuosidad de los juicios penales.
Dentro de la misma estilística narratológica, urge enlistar la obra Morir en Bruselas, por cuanto se trata de un caso situacional narrado literariamente que incluso puede encuadrarse en el género de la novelística jurídica, ya que la trama versa sobre los asesinatos de Maximiliano Gómez Horacio y Miriam Pinedo Mejía, cuya ocurrencia en la capital de Bélgica causó ruido estridente en naciones europeas, americanas y caribeñas, quizás por ser hechos criminales dotados de matices políticos, suscitados durante la guerra fría.
Sobre la novela de Pablo Gómez Borbón, puede decirse que ha recibido la crítica favorable de los expertos en la materia, por cuanto el autor basa su creación literaria en fuentes diversas, tales como informes policiales, relatos, testimonios, memorias, entrevistas e informaciones periodísticas, entre otros afluentes cognitivos dignos de abrevar, por lo que esta obra ha sido calificada como investigación archivística, histórica o forense, pero ante todo cabe afirmar que el texto narratológico se inscribe en el realismo auténtico porque se explaya en un hecho veraz, ocurrido hace más de medio siglo, cuyo contenido se presta para la realización de un guion cinematográfico.
Como hecho primigenio, hay que traer a cuento el secuestro del agregado militar ante la embajada norteamericana, coronel Donald Joseph Crowley, bajo las directrices tácticas del Movimiento Popular Dominicano (MPD), con el objetivo estratégico de lograr la excarcelación de una veintena de dirigentes políticos de la izquierda vernácula, entre los cuales figuraba Maximiliano Gómez Horacio, líder de esta organización de encuadramiento ideológico, meta finalmente obtenida, pero los presos liberados debieron exiliarse, cuyo destino devino en peregrinaje por varias naciones europeas y americanas.
A raíz de semejante situación, la obra novelística deja entrever cómo los organismos de seguridad de las naciones agrupadas en el Tratado del Atlántico Norte (OTAN), en colaboración con los sectores de clases dominantes y gobernantes, hacían rodar cabezas por doquier, incluyendo la de Maximiliano Gómez Horacio, en represalia por una y otra osadía acometida en contra de las directrices políticas de tales países hegemónicos, pero cuyas ejecutorias homicidas daban cabida a las presunciones, conjeturas, indicios y sospechas sobre los eventuales autores materiales e intelectuales, máxime cuando todo era perpetrado para pensarse que se trató de muerte accidental.
De igual manera, el texto narrado bajo la estilística novelesca pone de manifiesto que este hecho criminoso trajo consigo el rapto, tortura, estrangulamiento y descuartizamiento de Miriam Pinedo Mejía, tras obligarla a confesarse culpable de la muerte por envenenamiento del principal líder del MPD, lo cual a su vez implicó la votación en asamblea, cuyo resultado arrojó la imposición de la pena capital, decretada en contra de la viuda de Otto Morales, quien fuera asesinado por haber participado en el secuestro del agregado militar norteamericano.
A título conclusivo, cabe decir que Pablo Gómez Borbón acaba de entrar al parnaso narratológico con excelente carta de presentación, a sabiendas de que todo autor literario necesita escribir y ser leído, lo cual ha sido logrado con una obra recipiendaria del elogio del público lector, en cuyas páginas el esteta asume con inusitados éxitos la defensa jurídica de Miriam Pinedo Mejía, a favor de quien pudo obtener que la historia la absolviera, pero además nos deja como enseñanza que morir en Bruselas, urbe de incesantes lluvias, de nada sirvió porque prevaleció la impunidad por prescripción.