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La Junta Central Electoral (JCE), bajo la presidencia del doctor Román Jáquez Liranzo, vive su mejor momento. Está en una etapa grandiosa, sería mejor escribir.

Sin caer en hipérbole -y lo explico para que los escépticos de siempre no proclamen con ruidosas alharacas su “normal” actitud que raya en la incredulidad- afirmo que la JCE está en su mejor memento. ¡Un momento de plena solidez!

Debo resaltar que antes de la selección por parte del Consejo de la Magistratura de sus nuevos miembros, que finalmente se concretó con el pronóstico de analistas y dirigentes de los principales partidos políticos, escribí dos artículos en los que expuse la necesidad de que al menos fuera reelecto Jáquez Liranzo como presidente del órgano comicial.

Así lo planteé porque su eficiente y pulcra labor en el pasado cuatrenio garantizó que en mayo del año 2024 fueran celebradas unas elecciones limpias y sin traumas. Todos los segmentos de la sociedad lo certificaron.

Detalle muy importante: Hay que aceptar, y es de lógica, que con la reciente resolución del Tribunal Constitucional (TC) sobre el proceso de los comicios presidenciales y congresuales del 2028, la JCE tendrá un nuevo reto en su delicado rol.

Se trata de la sorpresiva (¿?) resolución de la alta corte en la que se les permite a ciudadanos dirigentes independientes participar (como aspirantes a las presidencias y a cargos al Congreso Nacional) en las elecciones nacionales sin necesidad de ir como tales en representación de los partidos tradicionales.

En concreto, de acuerdo con la nueva resolución del TC, “se despeja el camino para que candidatos independientes puedan aspirar a puestos de elección popular sin los requisitos de un partido político tradicional, como exigía la Ley de Régimen Electoral, 20-23”

La citada resolución, han considerado dirigentes de los mismos partidos tradicionales, así como juristas y politólogos, “podría cambiar el escenario electoral de cara a las próximas elecciones”.

Precisar, más claro, que la alta corte declaró “inconstitucional los artículos 152 y 157 de la referida norma, las cuales establecían que esas candidaturas debían presentarse a través de agrupaciones políticas constituidas de conformidad con la Ley de Partidos, Agrupaciones y Movimientos Políticos”.

La nueva disposición del Tribunal Constitucional, ¿le pone “una papa bien caliente” a la Junta Central Electoral? Pero también, ¿le podría traer dificultades en su rol de árbitro de las venideras elecciones presidenciales del 2028?

Respuestas: debemos confiar en el trabajo de la JCE. Sus directivos, liderados por el magistrado Jáquez Liranzo, estarán -de nuevo, con más experiencia y madurez- en capacidad de salir airosos. Y continuarán trillando el camino para permitir que la JCE alcance su más alta solidez.

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