Una de las principales cualidades que debe adornar a todos los seres humanos es la integridad. Ser íntegro es tener una sola cara para todos los momentos, es ser transparente, actuar conforme a la verdad y la justicia en cada una de las circunstancias de nuestras vidas y en cada lugar donde nos movemos. Ser íntegros es ser completos, honestos, respetuosos, solidarios, no ocultar nada y nunca atentar contra las enseñanzas y el ejemplo de nuestro Dios.
Para los que transitamos en camino de Jesús, ser íntegros debe ser una de las principales normas de nuestras vidas. La Biblia establece con claridad en el Salmo 15 versículo 2, que quien morará en el monte santo de Dios será “el que anda en integridad y hace justicia, y habla verdad en su corazón”. Los que tenemos a Jesús como Señor y Salvador no podemos decir una cosa frente a los demás y luego hacer otra muy diferente a escondidas. No podemos estar pregonando que amamos a nuestro prójimo pero nunca ser solidarios con aquellos que necesitan un pan, una medicina o un simple abrazo de solidaridad.
Todos los seres humanos, pero en especial los seguidores de Jesús, deben actuar con total integridad. Ser íntegro implica no abusar ni engañar a nadie. No aprovecharnos de la debilidad de los demás ni usar nuestras fuerzas e inteligencias para pisotear la dignidad de los demás. Un hijo de Dios no puede hacer abuso de menores o violar las normas del comportamiento moral y ético.
Quien usa su condición de hijo de Dios para actuar contrario a sus normas y mandamientos está dando un mal ejemplo y se expone a tener que pagar las culpas de sus pecados aquí en la tierra y a tener que rendir cuentas a Dios allá en el cielo.
La falta de integridad es una vía directa para caer en pecado, para actuar contrario a los mandatos de nuestros Dios y ser el centro de muchas tentaciones. Muchas puertas se nos cierran cuando estamos faltos de integridad, porque actuamos contrario a lo que es correcto y el mal dirige nuestras vidas. Nunca podremos ser personas llenas de integridad si no ponemos a Dios como el centro de nuestras vidas.
El debe ser la razón de todo lo que somos y andar en integridad es caminar por el sendero que él nos ha señalado en la Biblia. Dice Probervios 28 versículo 18 que “el que en integridad camina será salvo; Mas el de perversos caminos caerá en alguno”. Mucha gente sale de la cobertura de Dios por no actuar con integridad. Tienen problemas en sus matrimonios, con sus hijos, con sus congregaciones, porque al no ser íntegros defraudan al Dios que nunca los ha defraudado.
El popio evangelio es rechazado y ha sufrido mucho situaciones difíciles por el hecho de que algunos de sus mensajeros no practican el mensaje que predican, hablan de verdad y viven en mentira, hablan de la abstinencia y viven violando niños y niñas, no aceptan el divorcio pero se divorcian, hablan de paz pero viven haciendole la guerra a los demás.
Los cristianos verdaderos debemos andar siempre en integridad y ser luz y ejemplo de comportamiento para los demás. Reflejar a Jesús en nuestros comportamientos. Nuestras vidas deben ser el reflejo de lo que Dios siembra en nosotros cada día. Una vida plena, llena de felicidad y de amor, y que camine siempre en la verdad y en la transparencia.