Hay servidores públicos intachables que a veces se sienten innecesariamente aludidos por las críticas a las instituciones que representan. Son varios los cuestionamientos que diversos sectores externan sobre algunas instituciones por deficiencias en su trabajo.
Sermones de sacerdotes, reportajes, denuncias hechas por organizaciones locales, entre otras, ponen en evidencia irregularidades en áreas de importancia medular como el Poder Judicial o el Legislativo. Y esto ocurre con toda clase de servidores, funcionarios de gobiernos que han sido objeto de escándalos de corrupción, agentes policiales que conforman una fuerza del orden cuestionada por su ineficacia e irrespeto a los derechos humanos, jueces de un sistema con inequidades que a veces se traducen en injusticia, y muchos ejemplos más.
Indiscutiblemente, cuando resalten conductas o situaciones negativas, la crítica es el trabajo más importante de los que construyen opinión, ya que para hacer propaganda hay departamentos y empresas de relaciones públicas muy bien pagas por las instituciones señaladas.
Lo anterior significa que lo malo hay que destacarlo para despertar atención en ello porque es sobre lo cual se necesita tomar algún tipo de acción, y por consiguiente, los actores del sistema que transiten por un camino diferente no deberían darse por aludidos.
Por ejemplo, dentro de este Gobierno existen funcionarios incorruptibles y ministros cuyos trabajos en beneficio de la colectividad han tenido resultados palpables. En esta Policía con urgente necesidad de reestructuración hay agentes de buen corazón, que laboran con entrega y hasta han dado su vida por cumplir con su trabajo. En nuestro satanizado Congreso hay legisladores que se preocupan por conocer las necesidades de sus representados y que actúan en consecuencia. Y en ese Poder Judicial con fragilidades producto de una dañina verticalidad, hay excelentes jueces, intachables, con vocación de servicio y honestidad probada incluso en el organismo que encabeza el sistema.
El problema es que las inconductas de algunos, que en ocasiones están en la cúspide de la institución, empañan el resultado que la institución muestra a la población de lo que ha sido su trabajo, y con ello las conductas de quienes acceden al sector público para servir y no para servirse.
A fin de cuentas, lo ideal es luchar para que cada vez más espacios sean ocupados por gente con buenas intenciones y así dejarle menos lugar a los incompetentes, a los corruptos y a los hambrientos de poder. De esa forma, las cosas deben conducir a un saneamiento de nuestras instituciones. Pero mientras tanto, las denuncias continúan, la crítica debe seguir y aquellos que no forman parte de hechos y actitudes non sancto, simplemente no se pongan el sombrero.