Por: Alfredo López Ariza

La fundación del Valle de Baní, en la República Dominicana, data del 3 de marzo de 1764, cuando llegaron migrantes provenientes de Andalucía occidental, específicamente de Sevilla, y posteriormente de las Islas Canarias. Entre estos primeros pobladores se encontraban varias cabezas de familia sefardíes que habrían adoptado el catolicismo tras el Edicto de Alhambra de 1492, el cual ordenó la expulsión de los judíos de España en el contexto de la inquisición española.

El término “sefardí” proviene de “Sefarad”, la palabra utilizada por los hebreos para referirse a la península ibérica. La mayor migración de judíos a esta región ocurrió como resultado del segundo exilio del pueblo judío, tras la toma de Jerusalén en el año 70 d.C. Fue en esta península donde tuvo lugar la Edad de Oro del judaísmo, con un renacimiento intelectual y religioso que vio el florecimiento de grandes figuras como Maimónides, Ibn Gabirol, Nachmanides y Yehuda HaLevy. En el Antiguo Testamento, el término Sefarad aparece en el libro del profeta Abdías, donde se interpreta como una referencia a la península ibérica y se menciona el retorno de los judíos a la tierra de Israel. Esto respalda la teoría de varios historiadores, quienes afirman que los judíos llegaron a la región previamente durante el exilio babilónico, alrededor del 587 a.C.

Baní es un pueblo peculiar en la historia de la migración sefardí a la isla Española, ya que recibió dos oleadas migratorias en diversas épocas. La primera, en la era colonial, estuvo formada por los cristianos nuevos o judeoconversos de España y Portugal, quienes tuvieron que ocultar su fe debido a la amenaza de la Inquisición. El autor Carlos Esteban Deive, en su libro Heterodoxia e Inquisición en la Isla de Santo Domingo, documenta la llegada de estos judíos a la isla y los procesos inquisitoriales. Entre las familias conversas que se destacaron en esta migración a Baní se encuentran los Báez, Castillo, Pimentel y Gómez, de este último tronco desciende el prócer Máximo Gómez.

La migración de sefardíes occidentales a América ocurrió principalmente durante los siglos XVII y XVIII. A diferencia de los conversos, estos sefardíes buscaron refugio en Francia y, principalmente, en los Países Bajos, donde pudieron practicar su fe y formar prósperas comunidades. En el siglo XVII, se trasladaron a Curazao, Brasil y Nueva Ámsterdam (actual Nueva York), territorios bajo dominio holandés. En Willemstad, Curazao, fundaron en 1651 la primera sinagoga de las Américas, Mikveh Israel. Desde Curazao, algunas familias emigraron a la Española, particularmente a Baní y Santo Domingo, mientras que otras se dirigieron a Coro, en Venezuela. Estas migraciones continuaron en los siglos XVIII y XIX, cuando las familias sefardíes comenzaron a asentarse de manera consolidada en Baní. Entre las familias sefardíes que llegaron a Baní en esta segunda ola se encuentran, entre otras, los Victoria, Vidal y Capriles.

Es notable que los sefardíes occidentales en Baní entrelazaron sus lazos familiares con las familias banilejas de origen converso, aumentando aún más el componente genético levantino en esta población. La presencia judía en Baní ha sido objeto de varios estudios. En 2016, el rabino sefardí Dr. Yehonatan Eleazar de Motta publicó su investigación Una etnografía: Descubriendo la identidad oculta de los banilejos, en la que destacó la endogamia, algunas costumbres alimenticias y la posible carga genética judía de su población. Estas características podrían servir como base para que esta comunidad presente su caso ante un Bet Din (tribunal rabínico) en busca de reconocimiento.

Este fenómeno es de gran interés para profundizar en las investigaciones genealógicas y sociológicas sobre las familias sefardíes en la isla, así como en el impacto de esta migración en el desarrollo comercial, cultural e intelectual de nuestra patria. En palabras del sultán Bayezid II del Imperio Otomano, sobre la expulsión de los sefardíes por los Reyes Católicos: “Vosotros decís que Fernando es un rey sabio, él que, desterrando a los judíos, ha empobrecido a su país y enriquecido el nuestro”. Este comentario refleja el valor que aportaron los sefardíes a la sociedad otomana, una etnia que se desarrolló enormemente en los ámbitos comercial e intelectual, contribuyendo al progreso y la prosperidad de los pueblos que los acogieron.

Posted in Opiniones

Más de opiniones

Más leídas de opiniones

Las Más leídas