Los seres humanos no estamos preparados para los momentos de pérdida de nuestros seres queridos. Y mucho menos cuando se trata de una pérdida inesperada, sorpresiva. Y en estos tiempos de coronavirus se ha agregado la nueva situación de que no podemos despedir a quienes perdemos con toda la honra que merecen y, en muchas ocasiones, ni siquiera podemos reunir a toda la familia para darle el último adiós, o el “hasta luego” de quienes confiamos en la vida eterna.
Perder a un familiar, a un ser querido o a un amigo en estos tiempos es algo doblemente doloroso. Es una tragedia difícil de afrontar y mucho más difícil de superar, si no tenemos en nuestros corazones a quien nos puede dar toda la fortaleza y todo el consuelo: Jesús, el hijo de Dios. Ya el coronavirus se ha llevado casi 3,000 seres humanos en nuestra nación. A esas familias que han perdido uno de los suyos, quiero decirles que solo nuestro Padre Celestial es capaz de darnos amor, consuelo y fortaleza en esos momentos difíciles.
Cuando nuestro dolor se hace tan grande que perdemos todo el sentido de la razón, cuando la tristeza nos consume de manera total y no sabemos qué hacer, en ese momento, justo en ese momento, debemos abrir nuestros ojos espirituales y mirar hacia arriba, buscar a Jesús y arroparnos con su amor, con su consuelo eterno, con su misericordia sin límites y tendremos el mayor y el mejor consuelo.
Cuando estemos en una situación así es que debemos, con mucho más fe, volcar nuestros corazones y nuestras mentes hacia el creador, hacia nuestro Dios que es el único que puede darnos consuelo y fortaleza, el único que puede darnos esa paz que sobrepasa todo entendimiento humano, como muy bien dice el apóstol Pablo en Filipenses capítulo 4 versículo 7.Y es que Dios, a través del Espíritu Santo, es el mayor y mejor consolador de todas nuestras penas y de todas nuestras pérdidas. No importa la magnitud ni la dimensión de nuestros problemas, Dios es refugio y fortaleza para seguir adelante y para superar cualquier momento o circunstancia donde sentimos que ya todo está perdido. No hay dolor grande ni situación insuperable, lo que hay es un Padre Celestial más grande que toda situación y capaz de darnos la fortaleza para superar todos nuestros problemas y tristezas.
La Biblia es muy clara y precisa estableciendo que cualquiera que sea la situación que estemos atravesando, Dios es la mayor consolación. Y que nosotros podemos consolar a otros, porque Él nos ha consolado a nosotros. El apóstol Pablo lo dice con certeza en 2do. de Corintios. 1:3-4 : “Alabado sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre Misericordioso y Dios de toda consolación, quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones para que, con el mismo consuelo que de Dios hemos recibido, también nosotros podamos consolar a todos los que sufren”.
Cuando estemos atravesando por un valle de sombra de muerte, debemos abrir nuestros ojos espirituales y confiar en nuestro Dios, Él nos llevará a lugares de delicados pastos, como establece el Salmo 23. El consuelo de Dios todo lo puede y todo lo supera.