avatar-daniel-nolasco
avatar-daniel-nolasco

Al dedicar tiempo de ocio a la lectura, este escritor diletante se ha convertido en un cliente asiduo de Librería Reliquia, propiedad de Manolo Patrocinio, de donde pudo adquirir una obra interesante como otras tantas, editada dentro del género de la novelística histórica, intitulada Barrabás, de la autoría de Pär Lagerkvist, creación narratológica que le permitió obtener el Premio Nobel de Literatura en 1951, por cuya razón se trata de un libro que amerita ser compartido con los lectores de esta publicación mediática, a través de los parágrafos en ciernes de componerse de ahora en adelante.

Sobre este personaje, los evangelistas Mateo, Juan y Lucas le mencionan, tras ser excarcelado, cuando Poncio Pilato intentó por salvar a Jesús de Nazaret de la crucifixión, gracia permitida durante las pascuas judías, pero escribas, fariseos e integrantes del Sanedrín instaron a que el pueblo peticionara la liberación de Barrabás, cuya razón parece ser obra del acaso.

De la literatura neotestamentaria, la grey cristiana supo que el excarcelado mediante aclamación popular era ladrón y asesino, pero también el mundo secularizado, a través de otras fuentes históricas aprendió que Barrabás fue militante ferviente del partido de los celotes y como tal le tocó luchar contra el imperio romano, en cuyas acciones sediciosas mató a centuriones invasores, por lo que guardaba prisión para luego ser condenado a la crucifixión.

Tal si fuese una obra macabra del azar, la onomástica del individuo excarcelado era Jesús Barrabás, nombre que en la lengua aramea significa progenie de padre o maestro. De ser así, el personaje recreado en la novela del eximio escritor de origen sueco compartió apelativo propio con el redentor de la humanidad que en su vida adulta llevó uno que otro cognomen sacrosanto, entre ellos Jesucristo, Hijo del hombre o de Dios, mesías, salvador o rabino.

Al liberarse de semejante pena capital, Barrabás sufrió un terrible conflicto existencial, a tal punto de quedar inmóvil y hasta fue necesario echarlo del calabozo donde estaba encerrado, toda vez que las felonías consumadas durante su tormentosa vida eran demasiado conocidas, pero la muchedumbre le favoreció con la excarcelación, en desmedro de un hombre de prédica y acción bienhechoras, mas él que había provenido del odio, desde los mismos actos de concepción y nacimiento, recibió entonces veredicto popular.

En busca de explicación racional, Barrabás anduvo oculto entre la muchedumbre, mientras Jesucristo llevaba sobre sí los dos maderos entrecruzados, hasta llegar al Gólgota, donde fue clavado de pies y manos en cumplimiento de la sentencia que ordenó la crucifixión, pena capital que era impuesta en venganza pública contra cualesquiera felonías, tales como sedición, latrocinio, asesinato y otros crímenes de similar gravedad.

Así que Barrabás no volvió a ser la misma persona, luego de la excarcelación, por cuanto, aunque eludió la muerte, nunca pudo interiorizar la causa de su liberación y menos aun, cuando supo, mediante diálogo con los discípulos de Jesús, que la doctrina predicada por éste era amarse los unos a los otros, pero dudó a ultranza que este hombre sin parangón fuera Hijo de Dios, pues alguien impregnado de semejante divinidad no le era permitido morir crucificado, tal como solía ocurrirle a cualquier esclavo o delincuente.

Para un simple mortal como Barrabás, de progenitores ignotos, comprender semejante verdad vendría a ser un imposible categórico, máxime cuando Pär Lagerkvist narró en su novela histórica que una mujer moabita fue violada en promiscuidad, de cuya acción aberrante quedó encinta, pero luego de alumbrar perdió la vida. Y peor aun, el laureado autor como intemerata dejó plasmado que Eliahu, su padre, fue muerto por su propio hijo, aunque el parricida nunca supo el parentesco existente entre ambos.

En fin, Barrabás apreció sobreponerse de todo cuanto le había sucedido, al llevársele como esclavo a la metrópolis imperial, donde sufrió la crucifixión, tras involucrarse en el incendio de Roma, cuando percibió la llegada de Jesucristo, oyendo entonces el grito unísono de que los cristianos quemaban la ciudad y así creyó que la hora de la acción había llegado para instaurar el reino preconizado en la prédica del mesías de la humanidad y él tendría chance de demostrarle fidelidad, pero feneció en plena confusión, pues fue una estratagema del emperador con la que procuró ejecutar a los seguidores de Jesús en la antaña urbe cosmopolita.

Posted in Opiniones

Más de opiniones

Más leídas de opiniones

Las Más leídas