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En el mundo actual, la humanidad vive en la sociedad del conocimiento, según las directrices trazadas en sede de la Unesco, concepto puesto en boga desde las postrimerías de la centuria novecentista en adelante, cuando la internet pasó a tener otros usos, aunque semejante término había sido acuñado entre los años 1960 y 1973, bajo la perspectiva de los autores expertos en materia gnoseológica, tales como Peter Drucker y Daniel Bell, tras hacer referencia sobre la economía de servicio, cuyo desenvolvimiento requiere la aplicación del saber acumulado, hasta el punto de verlo como mercancía de alto valor monetario.

Desde la segunda mitad de la centuria novecentista en adelante, los estudios de esta materia hicieron eclosión, pues epistemólogos de la talla de Karl Lorenz, Karl Popper y Jean Piaget aportaron datos relevantes en torno a semejante temática, desde una mirada biológica, filosófica y psicológica, en tanto que sobre tales hallazgos Nicanor Ursua publicó en 1993 la obra Cerebro y Conocimiento, elaborada bajo un enfoque evolucionista, sin pretensión alguna de ser un epígono de tomo y lomo de Charles Darwin, autor de El origen de las especies.

De la perspectiva evolucionista entroncada en este libro, intitulado Cerebro y Conocimiento, el autor expuso como tesis que todo cuanto el ser humano puede llegar a internalizar del mundo real es producto de la evolución biológica. Así, como diletante de la epistemología, cabe decirse que este aserto adquiere fundamento y validez para quedar dotado de plausibilidad y verosimilitud, aunque en la posteridad sea negado o falseado, según el método de Karl Popper, reputado partícipe del Círculo de Viena.

Todo cuanto ha sido pergeñado hasta el momento, hay que dejarlo circunscripto dentro de la teoría evolucionista del conocimiento, cuyo contenido epistemológico reconoce que el ser humano, dotado de capacidad pensante, sistema intelectivo, aparato cognoscitivo o función cerebral puede interaccionar con los objetos del mundo exterior o de la realidad circundante para entonces mediante el uso de la memoria realizar la debida reconstrucción e identificación de tales cosas o entes materiales.

Con el evolucionismo cognoscitivo, la teoría tradicional del conocimiento quedó refutada, negada o falseada, pues durante varios siglos mantuvo uno que otro tipo de fundamentación, justificación o demostración que rayaba en el dogmatismo apriorístico. Así, a través de los aportes de las disciplinas formales o exactas, entre ellas la lógica, la matemática y la física de Isaac Newton, solía exigirse absolutez, seguridad, certeza o enunciado necesario, apodíctico, último o definitivo para la validez universal del saber humano o científico.

En cambio, bajo el enfoque evolucionista, suele postularse como enunciado que todo conocimiento fáctico es hipotético, conjetural, reconstructivo, imperfecto, provisional, aproximativo, falible, corregible e incierto, por cuanto se trata de un concepto fundamental, un constructo o hipótesis de trabajo, resultante del proceso de interacción entre el sujeto cognoscente y los objetos circundantes en el mundo real o exterior.

De todo ello, resulta explicable la estratigrafía del conocimiento, cuyo primer nivel cognoscitivo proviene de la operación reconstructiva que el sujeto cognoscente realiza sobre los objetos del mundo real mediante percepción, intuición y experiencia, impresiones sensoriales propias de la dimensión media de la aprehensión empírica, en tanto se trata de un proceso esencial de la evolución biológica que permite pivotar el basamento de la teoría que versa sobre el realismo hipotético, atribuido a Karl Popper.

En la escalera ascendente a la reconstrucción del mundo real, el sujeto cognoscente vino a pasar del aprendizaje medio, obtenible mediante percepción, intuición y experiencia, hacia la dimensión estratigráfica de nivel superior, consistente en el conocimiento teórico, cuya estructura en el ser humano queda dotada de mayor proximidad con la realidad circundante, por cuanto el aparato cognoscitivo dejó atrás el condicionamiento genético para dar el salto cualitativo requerido en el saber científico, donde la libertad permite la elaboración de hipótesis, teorías y leyes epistemológicas.

A fin de cuentas, en la teoría objeto de tratamiento epistemológico, el sujeto aprendiente logra acercarse para conocer la realidad, cuando obtiene la reconstrucción o internalización adecuada e identificativa de los objetos yacientes en el mundo exterior, lo cual va en correspondencia con que todo conocimiento fáctico es hipotético, ya sea propio de la dimensión media o inherente a la elevación superior, científico o teórico, rango de máxima abstracción reflexiva, donde el ser humano termina apartándose del atavismo condicionante.

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