En la campaña pro consulta -16 de octubre, 2022- en el PLD hay franjas internas y de “opinión pública”, ambos sectores interesados o parcializados, que quieren, por una parte, negar una polarización interna -Francisco-Abel- en aras de una narrativa mediática de una tercera candidatura que solo ha podido formar tenue estructura en la capital y cuyo momento, más fulgurante y de mejor posicionamiento político-electoral, fue 2020; y por otro lado, están los que apuestan a un cisma divisionista -atizando la tesis-estrategia o narrativa mediática-periodística de una supuesta “trampas, “fraude” o preferencia en contra de Abel (puras mentiras)-. A esa última franja se le suma los que pujan, arriba, por una alianza con el otrora líder del PLD (incluso, contraviniendo el proceso interno y el interés de seis aspirantes).
Sin embargo, de ese cuadro -mezcla de intereses internos y foráneos-, los dos puntos de mira más evidente y estratégico son: a) negar o ignorar la polarización Francisco-Abel y atizar un cisma divisionista; y b) prácticamente sacar de competencia, vía una bien orquestada campaña mediática, al precandidato Francisco Domínguez Brito en el entendido de que es el candidato o aspirante mejor equipado, preparado y que, coyunturalmente -de cara al 2024-, representaría una suerte de competencia-ruptura generacional desde una propuesta programática e inexpugnable reciedumbre ética-moral.
Como vemos se trata de invisibilizar, mediáticamente, una oferta programática por lo que significaría, ya en el ejercicio del poder, para franjas y sectores acostumbrados a cuotas de poder, a hacer “periodismo” o “comunicación” de mudanza y acarreo -bocinaje-; o la eterna aspiración del último “caudillo ilustrado”.
Por todo ello, pero además porque ya se cumplió el objetivo político-estratégico -la promoción de sus precandidatos-, es que he sostenido que al PLD no le caería mal dejar para la fecha de ley -2023- la elección de su candidato presidencial, y, de paso, dejar con el moño hecho a algunos. ¿O acaso, está prohibido hacer lo que conviene?
Y, precisamente, lo que conviene es: renovar todo su liderazgo -provincial, distrital, medio de base y de seccionales, hacer el tan necesario proceso de crítica y autocrítica, procurar un padrón interno-de miembros contables y localizables-, seguir hacienda oposición y, en el contexto de todo ese proceso, relanzar el partido, pues un partido político es más que una maquinaria electoral -es doctrina y espacio para las ideas- que, dicho sea de paso, perdió el poder por desconexión partido-sociedad, abandono orgánico-doctrinario e ideológico, hartazgo ciudadano, ola mediática-social de Cambio y que, ahora, adelantarse a los tiempos y sobrevalorar las ventajas del poder no siempre produce resultados favorables, si no habría que preguntarse: porque se perdió -2020- además de una crónica anunciada y un olvido-partido que ni siquiera, fuera del poder, se quiere asumir como re-ingeniería del todo orgánico empezando por un esquema -de liderazgo-jerarquía- vertical y centralizador ya obsoleto.