Para nadie es un secreto que el mundo moderno ha sido total y absolutamente transformado por la llamada revolución tecnológica. El mundo de hoy dista mucho del que vivimos hace veinte, treinta ó sesenta años. Los esquemas se han roto, la verdades se han relativizado y los valores se han perdido.
En el plano educativo ese proceso ha sido aún más profundo. Y en el aspecto del proceso enseñanza-aprendizaje la realidad de hace unos años se ha hecho añicos y nuestras autoridades educativas y muchos profesores todavía no han entendido el eje central del asunto. El proceso enseñanza-aprendizaje ha cambiado drásticamente y nuestras autoridades y el profesorado siguen respondiendo con los esquemas del pasado.
La enseñanza basada en el esquema de la memorización y el llamado embotellamiento de datos, ya debe ser cosa del pasado. El mundo actual, a través de un clik a un celular o computadora, le da a los estudiantes más información que miles de profesores dando clases recitadas de memoria frente a una pizarra que no atrae ni comunica. Debemos reorientar la forma de enseñar partiendo de la nueva realidad que vive la humanidad.
Uno de los principales intelectuales de la época moderna, Yuval Harari, en su libro “21 lecciones del siglo XXI”, a propósito de esta nueva realidad en la educación, expresa lo siguiente: “En la actualidad, demasiadas escuelas se centran en que se aprenda de memoria la información. En el pasado eso tenía sentido, porque esta escaseaba, e incluso el lento goteo de la información existente era repetidamente bloqueado por la censura… En cambio, en el siglo XXI estamos inundados de una cantidad enorme de información…En un mundo de este tipo, lo último que un profesor tiene que proporcionar a sus alumnos es más información. Ya tiene demasiada. En cambio, la gente necesita la capacidad de dar sentido a esa información…”
Y ahí está la clave de la enseñanza de este tiempo. Ya no es darle mucha información a los alumnos, pues ellos por medio de la tecnología, manejan más información que los mismos profesores. De lo que se trata es de dirigir y acompañar a los alumnos en un proceso de conocer la realidad de esas informaciones, saber darle sentido y, sobretodo, enseñar la importancia de los valores humanos y éticos en ese manejo de información.
El Ministerio de Educación y la Asociación Dominicana de Profesores (ADP), de forma conjunta, unificada y con clara visión estratégica, deben coordinar un plan inmediato para renovar y readecuar la metodología y la aplicación práctica del proceso enseñanza-aprendizaje en esta nueva realidad.
De lo que se trata no es de crear nuevos currículos y hacer mucha propaganda, como está haciendo el Minerd, o de luchar con firmeza por las reivindicaciones laborales, como hace la ADP, sino que ambos deben asumir su rol histórico y aportar sus conocimientos y recursos para adecuar el proceso educativo a los retos de la tecnología y a la ausencia de valores que carcome la sociedad moderna.
La nueva forma de enseñar en nuestras aulas debe darse con una nueva visión por parte de quienes dirigen el modelo educativo desde el gobierno. Ya no se trata de hacer muchas cosas, sino de hacer las que son efectivas y necesarias. Y esa nueva forma de enseñar debe conllevar también una revalorización y un cambio esencial del papel de maestro. Ya este no debe ser una fuente tradicional de conocimiento, sino un guía para conducir a los alumnos por el difícil sendero de la tecnología, acompañarlos en la creación de una conciencia crítica de los datos que reciban, y llenar sus mentes y sus corazones no solo de ciencia, sino y sobre de valores éticos y morales para que puedan utilizar correctamente todo el conocimiento que adquieran.