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Una persona cercana “no-PRM” me reveló algo ayer que, a mi juicio, amerita ser compartido y reflexionado. Es la manera en cómo interactúan los diferentes “líderes presidenciables” del Gobierno. Me dijo, que, a su parecer, Eduardo Sanz Lovatón (a) Yayo es el líder perremeísta emergente más empático que tiene nuestro partido.
Me decía lo siguiente: “…con seguridad, ‘Yayo’ no ha sabido lo que es necesidad ni estar ‘tragándose un cable’, sin embargo, he notado (igual como me han dicho otras personas incluso fuera del litoral PRM) que tiene una actitud abierta, sensible y solidaria ante la gente para darle respuesta a las necesidades o situaciones que se le presentan”.
Un análisis politológico. – El testimonio de esta persona (abogado y comunicador) me ha inspirado para una reflexión que espero que todo aquel con aspiraciones presidenciales las asuma.
En mi caso, a lo dicho por este amigo y colega (no partidista), agrego: Siendo neutral para evitar lacerar egos de ningún valioso compañero o compañera presidenciable, —porque para mí, todos tienen talentos y condiciones para ser el próximo presidente o presidenta de la nación y continuar el legado del presidente Luis Abinader—, puedo decirles, que si algo no debe faltar en los liderazgos presidenciables de estos tiempos es la empatía y la sensibilidad humana, dado que a través de estas virtudes se aprende a ser creativo para producir políticas públicas capaces de solucionar los problemas y necesidades de la gente. Estas cualidades me parecen más poderosas que el buen marketing y el dinero, sin menospreciar la importancia clave de estas dos herramientas para la gerencia político-electoral que anticipa la preparación de un candidato o candidata presidencial. No digo esto en el aspecto asistencialista, sino dentro de un enfoque teórico-pragmático y hasta politológico si se quiere; adentrándonos en el marco de la lucha constante de entender la dinámica social y comprender científicamente las necesidades de la sociedad en toda su extensión.
Y no se trata de que un líder nacional o incumbente ministerial deba ser esclavo o sucumba a las pretensiones de necesidades inmediatas de la gente, porque para ello existen canales, políticas públicas y espacios donde esas acciones tienen su vocación institucional. Se trata de algo mucho más intangible y sutil que puede llegar a ser diametralmente tangible en los resultados futuros, sobre todo para garantizar conexión neuro-política y emocional con el colectivo, o con el liderazgo intermedio que influye en las masas.
Sabemos que un presidente está para gerenciar el poder y rodearse de un equipo que lo ayuden a gobernar a favor del interés colectivo. En este ‘interés colectivo’ no solo están los más necesitados y vulnerables, las grandes mayorías desposeídas, sino también los empresarios que generan riquezas y fomentan empleos para la ocupación productiva de la gente, lo cual se traduce en bienestar; y así muchos otros sectores con múltiples necesidades, visiones, intereses y aspiraciones. Sin embargo, al considerar que esta ‘dinámica gubernamental macro’ que encarna un presidente va más allá de convertirse en un filántropo o un individuo o estructura dedicados a la “labor social” asistencialista, para ser una función seria, multidisciplinaria y compleja con miras a lidiar con todos los problemas nacionales, creo que, al mismo tiempo, se puede ser compasivo y empático al gobernar, sin violar los códigos éticos ni los procedimientos, ni poner en riesgo la delicada y estratégica misión de preservar el poder o de alcanzarlo.
Ser estadista no debe quitar el lado humano del accionar político. Ser empático, aun a pesar de las grandes responsabilidades e intereses que regentea un presidente, nunca podrá ser sinónimo de debilidad, ni mucho menos de pusilanimidad. Por eso, no puede dejar de ser una condición sine qua non del “political profile” de cualquier presidenciable con real vocación de ‘poder’ ser presidente de un país, y sobre todo, de la República Dominicana, donde esos detalles empáticos pueden llegar a ser determinantes, no solo en la asimilación de nuevos talentos, crecimiento masivo, sino también para ganar credibilidad en el consenso de alianzas estratégicas con fines electorales, sea en la etapa interna partidaria o en la candidatura presidencial para llegar a la tierra prometida.
Mi consejo. – ¡Seamos empáticos! ¡Expongamos con acciones nuestro lado humano al hacer política y en la misión de gobernar! Más allá de la naturalidad, autenticidad y estilo propios de cada líder y las estrategias de posicionamiento del presidenciable, la empatía es un catalizador natural del carisma necesario para lograr el éxito electoral. FIN – 16 de enero, 2025. – #AnDL
Por: Aneudy De León M, El autor es abogado, analista y dirigente político, excandidato a Secretario General del Partido Revolucionario Moderno (PRM). Formado en Ciencias Políticas.