“Cuando ganes uno, ahorra dos”, era una de las recomendaciones que recibía de mi padre cuando, siendo un niño de diez años, vendía manteles plásticos de Navidad a peso (RD$1.00) en La Novia de Villa de la Ave. Duarte 120 casi esquina con París. No recuerdo si mi padre la había escuchado de mi abuelo Salomón, emigrante sirio nacido en Daraa, en la provincia Suweida, quien desde su templo “Central Damasco”, en la Ave. Mella 70 esquina José Reyes, siempre exhortaba a sus hijos a pensar bien antes de actuar, basándose en la admonición cuasi-bíblica que reza “el que se va a joder no calcula”.
De ahí me viene la alta valoración que siempre he otorgado al ahorro. Durante mis estudios de economía en la UNPHU y en Columbia, la variable siempre aparecía dentro del grupo de las decisiones virtuosas de los agentes económicos, fuesen estos consumidores o empresas. Solo en el caso del Gobierno, el ahorro (fiscal) podría resultar una decisión contraproducente en situaciones de insuficiencia de demanda efectiva, como las que generalmente tienen lugar en una depresión o recesión económica. La evidencia empírica sobre el desarrollo económico de las naciones muestra claramente que solo un elevado nivel de ahorro doméstico puede generar los niveles de inversión que demanda el crecimiento económico elevado y sostenido. El que tenga dudas, dirija la mirada a los países del sudeste asiático y luego observe el contraste con la geografía dispendiosa latinoamericana.
Mas de cincuenta años escuchando y leyendo sobre las bondades del ahorro explican el porqué las teorías que lo sitúan como la causa de muchos de los problemas políticos, económicos y sociales en algunas naciones, me resultan absurdas. En días pasados, el jefe de las 95 bandas delictivas de Haití, Jimmy Cherizier, el temido Barbecue, luego del magnicidio del presidente Moïse advirtió que “vamos a salir a la calle para pedir a los sirio-libaneses que tienen a este país como rehén que nos devuelvan nuestro país (…) Ya es hora de que los negros de pelo rizado como nosotros seamos dueños de supermercados, concesionarios de coches y dueños de bancos”. En otras palabras, el Haití de la ilegalidad y el desorden aspira a recrear la represión sufrida por la minoría siria (cristianos libaneses en su mayoría) durante los años 1903-1914 bajo los gobiernos de Alexis, Leconte, Tancrède y Oreste.
Los sirios descubrieron que, aunque las condiciones económicas de Haití en los albores del siglo XX no eran ideales, con el trabajo duro y un estilo de vida austero, podían progresar y generar capital, que no es otra cosa que la acumulación de ahorros. El fuerte sesgo hacia el ahorro de la comunidad siria en Haití, reveló que los sirios tenían un comportamiento diferente al de otras comunidades de extranjeros, fundamentalmente europeas, que vivían en Haití. Los sirios no tenían tradición de respetabilidad, ascendencia o refinamiento que sí exhibían las comunidades europeas en Haití. No vivían en grandes villas y residencias, no tenían caballos, coches, ni séquitos de sirvientes. Para los políticos y élite haitiana, estos comerciantes no devolvían a la economía los beneficios obtenidos en sus empresas a través del dispendio y el consumo conspicuo a que se refería, en 1899, el sociólogo y economista norteamericano Thorstein Veblen cuando publicó su magnum opus, “La Teoría de la Clase Ociosa”.
Los sirios, a diferencia de otros extranjeros, no buscaban, a través del consumo dispendioso y opulento, adquirir respetabilidad o agenciarse la admiración de los haitianos y las restantes comunidades extranjeras. Los sirios trabajaron duro, ahorraron la mayor parte de sus beneficios, acumularon capital y poco a poco se convirtieron en la más eficiente plataforma para que las empresas norteamericanas pudiesen exportar sus productos manufacturados a Haití y desplazar los costosos bienes que provenían de Europa. Como bien relató Henry Watson Furniss, Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de Estados Unidos en Haití (1905-1913), la expulsión de muchos sirios decidida por el Estado haitiano a partir de 1905, redujo el volumen de las importaciones provenientes de Estados Unidos, ya que los sirios eran mucho más efectivos en el comercio que los haitianos. “Ellos vendían grandes cantidades a precios bajos, mientras que los haitianos, dado su mayor consumo conspicuo, venderían menos productos americanos a mayores precios.” Es posible que esa sea el origen del slogan “Bueno, Bonito y Barato” que muchos sirios-libaneses dedicados al comercio adoptaron como “Business Model”. Por eso cuando el presidente haitiano Leconte argumentó que los sirios ejercían una influencia malsana en la economía nacional, Furniss le preguntó si él prefería entonces a los comerciantes alemanes, que habían extraído beneficios de las revoluciones y que, a través del contrabando, en poco tiempo, se convirtieron en banqueros que luego se retiraron en Hamburgo. “¿Eran esos comerciantes mejores que los llamados Sirios, quienes ganan centavos mientras los otros ganan miles de dólares?”.
Si Haití anda en búsqueda de culpables, no debería reeditar el teatro ensayado hace 115 años de expulsar a los sirios-libaneses bajo el argumento de que su frugalidad resultaba dañina para la economía haitiana. La amenaza de Barbecue, es similar a la decisión adoptada en 1972 por el Hitler africano, Idi Amin, cuando ordenó la expulsión de la minoría de ascendencia india que vivía en Uganda, con el objetivo de “devolver su país” a los ugandeses étnicos. Al poco tiempo de pasar a manos de “empresarios” ugandeses, todos los comercios que habían pertenecido a las familias indias, quebraron.
Haití no resolverá nada eligiendo a los sirios-libaneses como culpables de una desgracia provocada por las empobrecedoras reparaciones exigidas por Francia en 1825 y la imposibilidad de imponer una democracia en un país con más de 200 años sin instituciones. Ahí residen las causas del fracaso de una independencia que, a raíz del abuso y la falta de visión del colonizador, se adelantó 150 años. Jamaica, que se independizó de Gran Bretaña 158 años después que Haití lo hiciese de Francia, ha progresado. Mientras en Haití, el PIB per cápita en US$ corrientes de PPA ha caído en 41% en los últimos 75 años, en Jamaica ha aumentado en 181%. Lo mismo ha sucedido en las ex-colonias británicas Trinidad y Tobago, que se independizó en 1962 y Barbados, que lo hizo en 1966.
No sólo en Haití “el ahorro” está en baja. En el resto de la región, está recibiendo mala prensa, debido al creciente resentimiento de los padrinos del sistema de pensiones basado en el reparto con el sistema de capitalización individual, en el cual el ahorro de cada trabajador y la rentabilidad que genere la inversión del mismo, determinarán el monto de la pensión que recibirá cuando alcance la edad de retiro. Los enormes fondos de pensiones que se han ido acumulando, han despertado el apetito de muchos políticos populistas de la región. De ahí es que surgen las demandas de retiros anticipados para que los trabajadores “puedan darse un gusto extra” en estos tiempos de pandemia, a pesar de que los gobiernos de la mayoría de los países realizaron transferencias de efectivo a los trabajadores y hogares para que estos pudiesen compensar los ingresos perdidos por la pérdida transitoria de empleos. Los enemigos del sistema de economía de mercado están conscientes de que el ahorro da lugar a acumulación de capital y que este, a su vez, motoriza el crecimiento económico. Por eso los enemigos del capital, resentidos por la creciente escasez de países en el mundo que siguen los modelos de empobrecimiento económico marxistas-leninistas, quieren destruir nuestro sistema de pensiones basado en el ahorro individual, el cual logrará, con uno de los aportes más bajos de la región, que al final de este año cerremos con un ahorro acumulado equivalente a 15% del PIB.
¿Alguien podría mencionar el nombre de algún abanderado del retiro anticipado de los fondos de pensiones, que haya recomendado o demandado un retiro similar de los fondos de pensiones de los trabajadores que administran los gobiernos en aquellos países que tienen sistemas de reparto? Les aseguro que no podrán mencionar a nadie. ¿Por qué? Porque todos los sistemas de reparto que existen en el mundo están financieramente quebrados. No tienen ahorros, solo deudas: lo que ingresa por concepto del aporte de los trabajadores que contribuyen, no da para pagar las pensiones que actualmente reciben los pensionados. Por eso la propuesta de retiro anticipado la dirigen al único sistema que sí genera un ahorro. Lo hacen, no para favorecer a los trabajadores; lo hacen para destruir el ahorro, e impedir la acumulación de capital que posibilitará el crecimiento económico sostenido. No lo olviden. Para estos políticos populistas, el capital tiene una connotación negativa.
Lamentablemente siguen creyendo en Marx y Lenin, y admirando a los Castro, los Maduro y los Kim. Los trabajadores, con sus votos, deberían anunciarles su retiro anticipado en las próximas elecciones. Después de todo, se irán a su casa con una conspicua pensión no alimentada por su aporte, sino por los impuestos que pagamos los contribuyentes.