Una de las dificultades, que como conglomerado tiene la sociedad dominicana, es la falta de confianza pública, la certeza de que las institucionés cumplen el papel que se le supone.

Para algunos la confianza es uno de los valores básicos de la administración pública y hay quien basa la democracia en ese pilar. Creo, de  manera a más amplia, que el funcionamiento de todo conglomerado humano precisa de gran contenido de ella. Basta pensar que el uso del papel moneda no es más que el ejercicio de la confianza del ciudadano, en que este tiene capacidad para adquirir bienes y servicios y que todos aceptamos ese poder y creemos en él, como ente de trueque.

“Este billete tiene  fuerza liberatoria para todas las transacciones públicas y privadas”, como rezan las papeletas  nacionales. Se diría que la confianza es un juicio evaluativo y concluiríamos que percibimos como pobre y descendente el nivel de confianza colectiva en la mayoría de las instituciones que operan en el país. Se han hecho interesantes mediciones que colocan a esas instituciones ancla, en incómodas posiciones de contraste entre lo que quieren ser y lo que son en realidad. Se han establecido 8 valores básicos, por la frecuencia que los ciudadanos de casi toda América mencionan como fundamentales: imparcialidad, legalidad, integridad, eficacia, transparencia, responsabilidad, igualdad y justicia.

Estamos conscientes del proceso de erosión de la confianza pública de los últimos tiempos. Es preciso que, entre las prioridades de los diseñadores de políticas de acción gubernamental, se incluya este rescate de manera consciente y no como fenómeno, producto de la imagen positiva del líder del momento. Se ha producido un particular fenómeno, producto de una saturación propagandística, de que la confianza se sitúa casi exclusivamente en el Presidente Luis Abinader y escasos funcionarios de su gobierno y entre estos, el Gobernador del Banco Central y la propia entidad oficial.

En la actualidad es útil aprovechar el notable depósito de esa confianza pública, pero cada institución debe trabajar en la confianza que suscita ella misma y esto con acciones que demuestren la autenticidad y utilidad de sus actuaciones públicas.

Hay mucho “bulto” y anuncios de prensa, que erosionan esa confianza, con paradójicos resultados, porque tras mucha “espuma” queda poco “chocolate” y eso indigna e irrita. La fortaleza de la opinión pública es mucho más que difundir eventos: es producir el efecto de que desde el gobierno se trabaja en la felicidad de su poblacion.

El juicio crítico de los ciudadanos sólo se transforma de manera positiva, cuando se perciben los hechos como beneficiosos para la ciudadania nacional. Se reconoce que la prensa, en todos sus contextos, ha jugado un notable papel crítico, empujando a ser maduros y eficaces, obligando a la transparencia a entidades, funcionarios y simples ciudadanos. Baste como como ejemplo los procesos eleccionarios.: Analicemos: organizadores, candidatos y los resultados para partidos políticos. Todo es consecuencia de la confianza de los ciudadanos.

Posted in Opiniones

Más de opiniones

Más leídas de opiniones

Las Más leídas