Cuando los gobiernos pasan por momentos difíciles en materia de imagen, vuelve a cobrar interés lo que se entiende deben ser los marcos de una buena relación entre las distintas esferas públicas y los medios de comunicación.

Me han preguntado sobre la potestad que se atribuyen los gobiernos, y muchas veces los congresos, para decidir sobre el contenido ético de las actuaciones de la prensa. Esa pregunta sustancia el mayor de los debates alrededor del papel de la prensa. La fijación de los límites de su responsabilidad no corresponde al gobierno ni al Congreso sino a la propia prensa. La experiencia enseña que todo intento oficial de fijar los límites de esa responsabilidad, al través de medidas administrativas o la aprobación de leyes, conduce inevitablemente a la restricción y a la censura.

Difícilmente pueda concebirse un buen gobierno o un buen congreso en una sociedad carente de una prensa libre e independiente. Son los medios los que deben cuidar los lugares donde pisan. Es importante que los funcionarios, los congresistas y los líderes de los partidos lo entiendan a cabalidad. Esas son las bases de una fuerte columna sobre la cual los poderes del Estado pueden construir una sólida, confiable y duradera relación armoniosa con la prensa. Reconocer los derechos de los medios y sus propias limitaciones frente a ella es indispensable para la creación de un clima de convivencia y de mutua conveniencia entre las partes.

Los gobiernos en sociedades democráticas deben esforzarse por superar los malos entendidos y las distancias que pudieran existir con los medios de comunicación. Deben propiciar canales de comunicación efectivos que permitan a los medios un mejor y fluido acceso a las fuentes oficiales de información, a fin de garantizar el derecho del público a saber qué hacen y qué no hacen los gobiernos y los congresos. Esa es la esencia de la democracia.

Posted in La columna de Miguel Guerrero

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