Como característica del mundo interconectado cabe situar la sociedad de lo público, donde casi todo suele verse como un espectáculo, lo cual ha traído consigo la pérdida de la capacidad de asombro, por cuya razón el ser humano ha ido abandonando la connatural inclinación hacia la filosofía, pero a finales del año recién pasado aconteció un supuesto intercambio de disparos entre oficiales de la Dirección de Investigaciones Criminales (DICRIM) y dos alegados copartícipes de la delincuencia organizada que resultaron abatidos en semejante enfrentamiento.
Con celular en ristre, una vez acaecidas tales bajas, un reportero gráfico que realiza periodismo ciudadano para las redes sociales mostró las imágenes captadas en audiovisual, cuyo contenido da cuenta de que el intercambio de disparos fue ficticio, por cuanto los dos copartícipes de la delincuencia organizada, un oficial de la Armada Dominicana y un agente de la Dirección Nacional de Control de Drogas (DNCD), resultaron apresados sin contratiempo, aunque después la prensa mediática dio a conocer las muertes de ambas personas pertenecientes a dichos cuerpos castrenses.
A propósito de la pregonada actuación antijurídica del DICRIM, ha causado asombro la comparecencia a varias plataformas digitales de Rubén Eladio Uceta Gómez, otrora miembro de la Policía Nacional, cuyas versiones dadas a conocer en el mundo de las redes sociales denotan la imperiosa necesidad de tomar en serio la reforma de semejante institución del orden público, pero parece que dicha propuesta viene a quedar muy lejos de convertirse en realidad.
Ante Somos Pueblo, Rubén Eladio Uceta Gómez compareció como toda una celebridad del mundo de las redes sociales, pero antes había sido entrevistado en el Informe de Alicia Ortega, a propósito de la muerte circunstancial de una pareja de cristianos, ocurrida en marzo de 2021, cuando el vehículo en que se transportaban Joel Díaz y Elizabeth Muñoz fue confundido con otro donde iban copartícipes de la delincuencia organizada, por cuya razón una patrulla de la Policía Nacional produjo una balacera en contra de las personas que viajaban en dicho automóvil.
En el plató de tales plataformas mediáticas, el exagente de la Policía Nacional interaccionó con mucha convicción, tras evidenciar conocimiento de causa sobre la temática castrense y en torno a dicho cuerpo civil armado, toda vez que fue miembro de la otrora Marina de Guerra, donde duró dos años, pero posteriormente saltó hacia la consabida institución, cuya ley orgánica le reserva la función pública de garantizar la seguridad ciudadana, lo cual dista mucho de lo que acontece en la actualidad.
Tal si fuera el redimido Saulo de Tarso, el ciudadano Rubén Eladio Uceta Gómez, luego de llevar once años profesando el cristianismo, ha optado por rendir testimonio acerca de todo cuanto sucede en la entidad policial, tras confesar que cuando era agente de esta institución solía delinquir sin prurito alguno, aun cuando, a través de percepción sobrenatural, podía escuchar voces escatológicas que le advertían sobre eventuales peligros y así logró salvar su vida en innúmeras ocasiones.
Entretanto, preconizó que la reforma policial debe comenzar con la destitución de los oficiales de alto rango, por cobrar peaje a los copartícipes de la criminalidad organizada e incitar a conscriptos y subalternos a delinquir.
Tanto ayer como hoy, ha podido verse la antijurídica actuación policial. Así, desde su fundación en 1936, bajo el gobierno de facto de Rafael Leónidas Trujillo Molina, el cuerpo civil armado surgió a imagen y semejanza de aquel creador, por cuya causa quizás ahí radica el pecado original de dicha institución, en tanto que de ese año en adelante se impuso el orden y la paz a fuego y sangre, a través de la tortura como técnica de investigación, desaparición forzada, uso excesivo de la fuerza, apresamientos mediante redadas, maltrato hacia la ciudadanía, ejecuciones extrajudiciales por intercambio de disparos y hasta sicariato.
Al final de semejante recuento, salta a la vista que, en la sociedad hodierna, cuando hay en ciernes la construcción de un Estado social, democrático y derecho, entonces resulta que la Policía Nacional amerita de una reforma, que nunca ha de ser radical, ya que debe quedar distante de sus orígenes, entonces se trataría de una entidad nueva, exenta de las viejas prácticas, pues tiene que resurgir una institución, cuya membresía esté al servicio de la seguridad ciudadana para así ganarse la confianza legítima del pueblo.