Creo, es más casi estoy convencido, que, detrás de los detractores de la sentencia TC-168-13 -a pesar de algunos aspectos que se corrigieron con la ley 169-14 (una salida humanitaria), hay una vieja agenda supranacional, cuyos promotores nacionales son parte de la “sociedad civil”-ONGs, subvencionados por agencias extranjeras y alguno que otro gobierno cuyos objetivos parecerían dos: a) hacer viable una fusión de las dos sociedades (un absurdo por razones étnicas-históricas-culturales), o b) “legalizar” una suerte de invisibilidad de la frontera, lo cual casi es un hecho; al tiempo que, a través de cierta gendarmería internacional, ir drenando aspectos cardinales de la autodeterminación y soberanía de los Estados como fronteras, legislación-nacional y régimen de ciudadanía-extranjería en nombre de una universalidad o constitución-supranacional -pero solo para los países pobres o en vías de desarrollo- bajo un régimen de derecho internacional. En otras palabras, allí donde un país o “conglomerado humano” no sea viable, esa superestructura -de poder económico-geopolítico-, a través de sus agencias y personeros nacionales, alienta solución-fusión, crisis políticas, humanitarias o conflictos bélicos que devienen en desplazamientos ciudadanos, refugiados, migración o, asentamientos humanos que, generalmente, terminan en transculturización o “derechos adquiridos”-litigios que ese doble sistema de “derechos humanos universal” le exigirá -cumplimiento- al país más “desarrollado”. Y por más disfrazado que esté, esas son variables del plan.
Por supuesto, y aunque la comunidad internacional, su sistema de derechos humanos y sus asalariados, no lo quieran entender (¿?): en este caso concreto, hay una realidad -étnica-histórica-cultural- insoslayable: somos dos pueblos diferentes, pero, además, y que se lo fijen -en discos duros-, la República Dominicana ¡jamás ha invadido ni sojuzgado a Haití (1805-Moca-1822-1844)! Y segundo, ¡No hay un país que haya sido más solidario y receptor de haitianos -que, dicho sea de paso, sus autoridades, históricamente, han sido, sospechosamente, negligentes en documentar- que la República Dominicana!
Ya es hora de reiterar, a la comunidad internacional, esa historia, la ayuda solidaria y la insostenible migración que carga nuestro país -aunque en ello hay también un beneficio económico-laboral-mutuo-. Por ello, abogo por una migración haitiana ordenada.
Además, invitamos a esa gendarmería internacional y a sus lacayos-vendepatrias (entre ellos: intelectuales-periodistas-curas) “agentes-extranjeros”- echar una mirada étnica-geográfica-cultural más holística sobre la deplorable situación existencial y de invisibilidad étnica-cultural de miles de ciudadanos -afrodescendientes-indígenas- en nuestro hemisferio-Norte-Sur-Centroamérica (¡Dejemos la doble moral -anteojera-internacional-!).