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La sociedad consumista y el mundo material han querido afectar el real significado de la Navidad, y quitarle su esencia, que celebra el nacimiento de Jesús, el Salvador de la humanidad, referente y guía principal de nuestras vidas por siempre.

Los enemigos de la fe han querido trastornar la esencia de la celebración de la Navidad. Muchos hablan ya de “Felices Fiestas” y no de “Feliz Navidad”, como una forma inteligente de no querer aceptar que en este tiempo lo que se celebra es la llegada de Jesús al mundo. Esta situación ha llevado que se manifiesten dos formas de celebrar la época navideña. Por un lado, se le ha dado un sentido comercial muy amplio, donde lo importante es dar regalos materiales, consumir mucho alcohol y dejar a un lado el valor espiritual de la época.

Pero por otro lado, y diferente a esa visión comercial, para muchos de nosotros la Navidad es buen espacio para renovar nuestros afectos, valorar nuestras familias, dar amor a todos nuestros semejantes, dar regalos materiales pero siempre con un mensaje espiritual que trascienda el simple mercantilismo de la época, y sobre todo aprovechar todos estos días para disfrutar con nuestras familias, fortalecerlas y amarlas grandemente.

La Navidad se celebra en casi todo el mundo, pero muchos no entienden ni asumen su verdadero sentido, su real esencia. Y es una sola: Jesús. Lo principal, lo primordial, lo esencial de este tiempo no es el cerdo asado, no son las uvas ni las manzanas, no es la bebida ni la fiesta, aunque todo sea muy hermoso y estimulante. Lo principal es celebrar el nacimiento de quien entregó su vida en la cruz para garantizar que todos podamos alcanzar la vida eterna. La Navidad es Jesús. Hoy y siempre. Eso es lo que debe primar en todos nuestros corazones. Con esa orientación, cada año para esta fecha realizo una profunda reflexión sobre el verdadero sentido de la Navidad. Y lo hago porque actualmente las cosas se han transformado de tal manera que la esencia de casi todo se ha perdido. Se ha trastornado el valor espiritual de la celebración del nacimiento de Jesús, por toda una parafernalia de fiestas, gastos y repartos.

Debemos estar conscientes de que la Navidad tiene una explicación espiritual y material. La espiritual nos lleva a celebrar y alabar el nacimiento del Salvador. La material tiene como explicación que es una fecha escogida por los cristianos para celebrar el nacimiento del hijo de Dios, por la decisión de Constantino, el emperador romano. Ciertamente no existen pruebas de que Jesús naciera un 25 de diciembre, pero esa fecha fue asumida por el emperador Constantino, que en su deseo de usar a los cristianos para consolidar su imperio, tomó la fecha de la principal festividad pagana romana, para hacerla coincidir con el probable nacimiento de Jesús. Ya por tradición, esa fecha se ha consagrado como la del nacimiento del hijo de Dios, quien vino a liberarnos de todos los pecados y garantizar nuestra vida eterna.

A partir de esto último, la Navidad debe ser motivo de profunda alegría y celebración del nacimiento de Jesús, un momento para que reflexionemos sobre su vida, sus hechos, sus enseñanzas, sus acciones para difundir la verdad de Dios y hacer que nosotros cada día seamos más como él. Y no es que dejemos de celebrar con moderación en este tiempo de fiestas y alegrías, lo que no debemos es perder la noción real de las cosas ni creer que el significado de la Navidad es la fiesta pagana y no la reflexión cristiana.

Reitero mi reflexión de todos los años: “Si quieres sentir y vivir con plenitud el verdadero sentido de la Navidad, cuando compartas con tu familia la cena de Nochebuena y de Año Nuevo debes darle gracias a Jesús por permitirte vivir en plenitud y por hacer posible que tu familia esté a tu lado celebrando en esta fecha. Y si estás pasando por un momento difícil de pérdida de algún familiar, o alguien en tu alrededor está sufriendo por algo igual, levanta tus oraciones a Dios y ten en cuenta que Él es siempre tu mejor compañía y quien te consuela con mayor efectividad en esos momentos difíciles”.

La Navidad debe ser un momento para acercarnos mucho más al hijo de Dios que entregó su vida para salvarnos. Debe ser una época para hablar con nuestros familiares y dar gracias eternas a Dios por darnos la vida, los talentos y valores que nos permiten crecer.

La Navidad debe ser un momento para saber que el modelo de vida que debemos imitar es el de Jesús, basado en un profundo amor, en una permanente humildad, en un gran sentido de justicia y solidaridad, en una gran entrega por los demás y en una gran capacidad para perdonar.

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