El director general de la UNESCO, Amadou Mahtar M’Bow, insistió el 1 de agosto de 1978, que los gobiernos tienen derecho a la formación de sus propias agencias de noticias afirmando que éste era el único medio de equilibrar el flujo de información. Sus declaraciones fueron temas de discusión en los medios hasta muchos dias después.
M’Bow consideró que estas agencias en nada afectarían la libertad de información y que, por el contrario, contribuirían a ensanchar la pluralidad en el ámbito informativo mundial.
El directivo de UNESCO se molestó cuando representando a El Caribe, le pregunté si creía compatible el concepto de control gubernamental de los medios de información con la existencia de un clima apropiado para el ejercicio libre del periodismo. A través de un intérprete, M‘Bow, que habló en francés durante toda la conferencia de prensa, dijo: “Deseo responder con una pregunta”, y a seguidas inquirió: “¿Qué entiende usted por control de los medios de comunicación?”
Le respondí que entendía el concepto como la imposición de medidas por parte de los gobiernos por llevar un control de lo que puede o no publicarse. Ante esto, el director de UNESCO respondió visiblemente enojado: “¿Se refiere usted a La Voz de América, la BBC de Londres, la Radiotelevisión Francesa? Eso concierne a los gobiernos que son los que forman esos medios”.
Agregó que lo que él creía “inadmisible” era el hecho de que haya gente que cada vez que publica un artículo acuse a la UNESCO de querer oponerse a la libre comunicación cuando eso, a su juicio, no era cierto. “La UNESCO está contra todas las discriminaciones”, afirmó. Más adelante dijo que los que afirman que “ningún Estado” puede crear agencias de información deberían dirigir sus críticas contra los gobiernos que crean esas agencias. Dicho eso, insistió en que los “pueblos tienen derecho a crear esas agencias”.
M’Bow expresó además, que la UNESCO “está a favor de la libertad total”. Todo el mundo tiene derecho a la oportunidad ser informado e informado libremente”, dijo. “Esto no significa que los que detentan los medios de comunicación tengan el derecho exclusivo de la información”, dijo.
No explicó cómo conciliaba todos esos conceptos. Subiendo el tono de voz, agitando nerviosamente las manos y cada vez más molesto a medida que hablaba, el director de la UNESCO expresó que la libertad “no es un monopolio” sino el acceso a la información y que todo el mundo tiene por ello derecho a “difundirla y recibirla”, sin estar sujeto a ningún poder o dinero.
Al afirmar que “no es, posible ejercer la libertad sin responsabilidad” el funcionario del organismo mundial dijo: “hay que verificar lo que se escribe”.
M’Bow destacó que como historiador no considera un hecho histórico mientras no logra establecer su veracidad, mientras no lo confirma a través de las fuentes disponibles. “La objetividad” en materia histórica es “reconocer los errores y rectificarlos” señalando que los periodistas “deben tener la misma preocupación” que en ese sentido abrigan los historiadores. “Sólo deben (los periodistas) difundir los hechos comprobados”, afirmó. No explicó cómo podrán los periodistas lograr ese objetivo cuando los gobiernos controlen las fuentes de información que se difundan a través de agencias informativas del Estado.
Al criticar a los medios privados que se han opuesto a las ini- ciativas para crear controles gubernamentales contra el ejercicio del periodismo, el director de la UNESCO consideró que los periodistas necesitan, además, “ser protegidos para evitar la represión”. No elaboró esto, ni dijo a qué represión se refería.
Evidentemente se refería a la represión de los gobiernos, porque a renglón seguido dijo que los periodistas tenían derecho a expresar sus ideas y comentarios, a que se les publiquen sus opi- niones en los medios en que laboran aunque esto no sea del agrado del propietario.
Esto precisamente ocurría y ocurre todavía en la mayoría de los medios periodísticos privados que no están sujetos a directrices gubernamentales en la mayoría de los países donde se ejerce la libertad de prensa, pero no se conocen ejemplos similares en países donde existe la censura gubernamental o el Estado contro- la los medios de comunicación. El director de la UNESCO no citó ningún caso en particular de esto último.
Cuando le pregunté su opinión respecto a si cree que puede haber mayor libre flujo de información en países de prensa controlada o en aquellos donde operan libremente los periódicos, el director de UNESCO citó el caso de la BBC de Londres. Indicó que esa planta es un modelo de objetividad, a pesar de que es propiedad del gobierno inglés, y que los periodistas disponen allí de garantías para expresarse libremente.
Le pregunté a seguidas si creía que el fenómeno de la BBC en Gran Bretaña podría darse con los mismos resultados en países bajo dictaduras como Uganda, Cuba y Nicaragua, a lo que el funcionario internacional respondió: “Yo no juzgo a ningún gobier- no, no hablaré de ningún gobierno. Si usted quiere juzgar a Cuba coja un avión ahora mismo y vaya allí y júzguela. Si quiere juzgar a Uganda coja otro avión y vaya allí”, agregó.
M’Bow aprovechó otra pregunta, para acusar a El Caribe de mentiroso y de provocador. Le pregunté si no había hecho la UNESCO un juicio de un gobierno cuando accedió a la expulsión de Israel del organismo. Me refería a la resolución, aprobada en la UNESCO por iniciativa de la Unión Soviética y otros países ára-
bes y del Tercer Mundo a finales de 1975 que pidió la expulsión de Israel de las Naciones Unidas, acusando al estado judío de practicar la discriminación y el racismo. La resolución fue rechazada después por la asamblea General de las Naciones Unidas. El error consistió en preguntarle por qué se expulsó a Israel en vez de por qué se pidió su expulsión y por qué se le excluyó en 1974 de su grupo regional lógico como ocurrió realmente. Y por qué se hacía alusión al supuesto racismo de Israel en el proyecto de resolución soviético que no se aprobó en la reunión de Nairobi en 1976.
(Israel no fue aceptado como miembro de pleno derecho del grupo europeo de UNESCO hasta el 22 de noviembre de 1976.)
El 18 de diciembre de 1975, los representantes de Israel, Estados Unidos y por lo menos otros once países occidentales se reti- raron de una reunión de la UNESCO en París, sobre los medios de comunicación, después que se aprobó una serie de referencias a la resolución de las Naciones Unidas que equiparó el sionismo al racismo.
El representante de Estados Unidos en esa reunión, Ronald S. Stowe, dijo en oposición a la resolución del organismo contra Israel que la forma en que se había impuesto la iniciativa, aban- donando el sistema de acuerdo por consenso, “resultó irreal y des- tructiva, respecto a los fines de la UNESCO en la promoción de la cooperación y la comprensión internacionales”.
Stowe consideró, además, al expresar el punto de vista de los gobiernos opuestos a dicha resolución, que imponer normas in- ternacionales “con descarnado desdén por las opiniones de un nú- mero sustancial de estados es fútil porque nada de lo que se diga o se haga en esta reunión alterará las posiciones fundamentales de los gobiernos respecto a los medios de difusión noticiosa”.
Una Mentira
El director de UNESCO dijo que mi pregunta era una “menti- ra”. Israel no ha sido expulsada de la UNESCO. Y es sobre la base de esas mentiras que se ha juzgado a la UNESCO. Usted (diri- giéndose a mí) ha venido aquí a provocar”, expresó visiblemente enojado. “Desearía que usted publicara en su periódico que dijo que Israel fue expulsado de UNESCO”, agregó en el mismo tono de voz. “Si eso no es publicado no daría usted, precisamente, un ejemplo de objetividad”.
Momentos antes, el director de UNESCO se había molestado también cuando le dije que “no he venido aquí a responder pre- guntas, porque no he convocado a ninguna conferencia de pren- sa”. M’Bow había dicho que antes de responderme una pregunta quería que yo le respondiera otra.
M’Bow pareció disgustado cada vez que algunos de los perio- distas le preguntó acerca de las iniciativas de la UNESCO respecto a las políticas de información, aun en aquellos casos en que las preguntas evidentemente reflejaban los puntos de vista del funcio- nario internacional. “Todo el problema de la información se ha planteado porque los países en desarrollo han alcanzado un grado de reivindicaciones”, dijo.
Indicó que esos países “se quejan, sin que por esto quiera decir que sean justas o no esas quejas, de que la información se produ- ce un solo sentido, vienen de un solo país. Se quejan de que esas informaciones reflejan los elementos negativos de sus países. Por eso reivindicaron la idea de formar agencias para reflejar lo que ellos consideran su situación y sus necesidades”, manifestó.
“Algunos han dicho que esto afectaría la libre información. Pero no veo de qué manera esto podría afectar la libre informa- ción”, afirmó M’Bow.
El director de la UNESCO sostuvo que ningún país había dicho hasta entonces que impediría actuar a las agencias existentes y que estima que, por el contrario, esto contribuiría a fomentar la pluralidad en el ámbito informativo internacional.
“La UNESCO considera que se necesita una información libre pero equilibrada, es decir, que se necesita un flujo de un lado y de otro”, dijo, indicando que sería a partir de ese momento que exis- tiría un mayor acercamiento entre los países.
Manifestó que para la UNESCO había una cosa muy clara. “Estamos en un mundo de interdependencia”, que a su juicio de- bía comprometer a todas las naciones en una lucha por la solida- ridad y el bienestar internacionales.
Respondiendo a otra pregunta, M’Bow expresó que la UNES- CO no puede garantizar a ninguna nación que habrá garantías de un periodismo libre porque la libertad es el pueblo que se la garantiza a sí mismo. “La UNESCO no tiene los medios de impo- ner cosas a ningún país. Lo que puede hacer, y hace, es elaborar instrumentos normativos contra la discriminación en el campo de la educación…”, dijo. “La misión de la UNESCO es permitir la libre difusión de ideas”.
M’Bow destacó que la mayoría de las resoluciones que había adoptado el organismo en el campo de las comunicaciones fueron aprobadas a unanimidad por los estados miembros y que sólo ha tenido problemas en América Latina, especialmente con una so- ciedad de prensa, la que más adelante identificó como la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP). “Con la SIP ha habido proble- mas en el pasado”, expresó.
Dijo que le había pedido al organismo periodístico hemisférico que se beneficiara de su estatuto consultivo que le da derecho a intervenir en las reuniones de UNESCO que tienen que ver con sus actividades. “Así la SIP podrá montar su campaña contra la UNESCO”, agregó, “en base a hechos establecidos y no suposicio- nes o en base a intenciones que sólo existen en la mente” de los que, a su juicio, serían responsables de esa campaña.
Cabía destacar, sin embargo, que en más de una oportunidad, no ya gobiernos, sobre los cuales UNESCO no tiene control al- guno, han hecho propuestas que como la soviética muchos años después, llevarían a poner la prensa bajo control, sino que altos funcionarios de la propia UNESCO avanzaron teorías cuya lógica conclusión sería la sujeción de la prensa a la voluntad omnímoda de los estados.
Un diario de Santo Domingo, reprodujo en esos días un extenso artículo del señor Makaminan Makagiansar, subdirector general de Comunicación y Cultura de UNESCO. En el segundo párrafo de ese artículo se afirma:
“…la información constituye hoy día un poder, un poder no sólo tecnológico sino también político, lo mismo dentro de cada país que en el plano internacional. Y ese poder está mal repartido: preciso es reconocer, en efecto, que los centros de decisión en la materia se desplazan cada vez más hacia las sociedades que dis- ponen de una gran capacidad de producir, acopiar y comunicar la información. El universo de la información se halla, de manera general, dominado por los medios de comunicación del mundo occidental”.
Para concluir, y usando el método favorito del señor M’Bow avanzaré una pregunta: ¿Quién sino los estados pueden en este mundo distribuir mejor ese poder?