El 28 de octubre, el director general de la UNESCO, Amudou Mahtar M’Bow, dijo en Nairobi, Kenia, que los temores “mentales” de que la entidad estaba contribuyendo a restringir la libertad de prensa eran absurdos.
En un extenso discurso en que fijó la posición de la organización, M’Bow criticó reiteradamente a Estados Unidos por no pagar sus cuotas atrasadas, un hecho que afectaba seriamente los programas en curso.
M’Bow expresó que estaba “preocupado sobre el futuro de la organización debido a las graves disensiones que han surgido”. Tuvo palabras de encomio hacia Israel cuando ese país permitió la visita de un grupo de estudio de la UNESCO después, dijo, que Israel “rehusó repetidamente hacerlo”.
Según un despacho de la agencia UPI, firmado por Raymond Wilkinsor, M’Bow preparó una declaración de principios de 108 páginas para normar las bases de todos los debates en la conferencia de más de cinco semanas a la que asistían delegados de los 140 miembros de la UNESCO.
Sobre la libertad de prensa, el director general destacó que gobiernos occidentales y círculos periodísticos han acusado a la UNESCO de estimular medidas para nacionalizar los medios de comunicación, restringir la información y limitar la libertad de expresión. “No proponemos la nacionalización de los medios de comunicación”, señaló, desechando los temores occidentales como “absurdos”.
La UNESCO, por el contrario, aclaró, estimulará a los medios de comunicación en países en vías de desarrollo a fin de lograr un “flujo más equilibrado de las noticias”, que en su opinión estaba dominada por agencias noticiosas y diarios de los países industrializados.
M’Bow se refirió repetidamente a Estados Unidos, que en los dos años anteriores había rehusado el pago de sus cuotas, equivalentes al 25 por ciento del presupuesto de la UNESCO, lo que afectaba seriamente los programas de la entidad. La retención del pago de las cuotas se debía a que el Congreso de Estados Unidos lo había recomendado después que la UNESCO aprobara varias decisiones que Washington consideró lesivas para Israel.
M’Bow también descartó la tentativa de despolitizar a la UNES- CO iniciada por un comité que el director general definió como un grupo de intelectuales norteamericanos. “La existencia misma de la UNESCO fue un hecho político y cada acción que seguimos tiene sus connotaciones políticas’’, señaló.
Dos días después, el 30 de octubre, el periodista Rafael Herrera, director del Listín Diario, afirmó que la política de comunicación en el mundo se encontraba en un “traumático trance de alumbramiento, aborto o muerte”.
Herrera dijo que lo que se planteaba en la reunión en Nairobi de la UNESCO, “era una de las confrontaciones ya habituales entre el Tercer Mundo y las naciones altamente desarrolladas y que el mundo estaba pendiente de las decisiones que, sobre política de comunicación, se tomaran en la décimo novena conferencia general de la UNESCO.
A juicio del director del Listín Diario, la mayoría de los gobiernos controlaban sus medios de comunicación, por lo que se preguntó “¿Por qué entonces se trata de establecer una política internacional de comunicaciones?” Herrera hizo estas afirmaciones en una charla dictada en una sesión cena de la Asociación de Ejecutivos de Ventas y Mercadeo de Santo Domingo enfocada en el tema “Política de Comunicación en la UNESCO”.
Otra triste realidad era que el sectarismo ideológico y el resentimiento parecían alterar significativamente el sentido de justicia de los hombres y aniquilaban su ecuanimidad. Así, quienes con muchísima razón se indignan por los atropellos que contra la dignidad humana se cometían en Rusia, Cuba y las demás naciones comunistas, muchas veces ven con exasperante indulgencia o irritante indiferencia los crímenes que ocurren, a nombre de otras ideas políticas en países como Chile, Nicaragua, Haití, Paraguay, Uruguay, Brasil y Argentina. Y aquellos que se auto titulaban revolucionarios “hacen gala de una supina insensibilidad hacia los graves abusos que al amparo de un falso y trasnochado populismo o de extraviadas ideas socialistas comenten los Castro, los Torrijos y tantos otros que embaucan a sus pueblos “con trucos retóricos y gestos demagógicos”.
La impresión que se recibe, según Herrera, era de que la raza humana se lanzaba a una insensata carrera cuyo destino final no podía ser otro que la negación definitiva de todos los valores que dignifican y en ennoblecen su propia existencia, al señalar como un lamentable ejemplo de esa mentalidad autodestructiva —“que citamos no sólo por lo actual sino también por lo peligroso”— es el que ofrecía la UNESCO, “desde que cayó bajo el dominio de un crecido número de dictadores y de regímenes autoritarios”.
Sobre la reunión en Nairobi, Herrera sostuvo que en ella se volvería con tanto desenfado como se hizo en San José de Costa Rica, a la labor de formular normas, tendentes a facilitar a los gobiernos dictatoriales y afines a los mismos la tarea de imponer a sus pueblos políticas restrictivas en campo de la comunicación social. La agenda de Nairobi consta de un abigarrado número de temas. Pero las proposiciones sobre el papel de la prensa en las sociedades contemporáneas sobresalen por su “peligrosidad”, dijo.
Según el director del Listín Diario, todas tenían en común el hecho de haber sido preparadas “por gente comprometida a alterar el concepto tradicional de la libertad de prensa, al que se tilda no sólo de obsoleto sino también de ser una perversión social, surgida del sistema de propiedad privada de los medios de comunicación”.
Esto no quería decir que todas las inquietudes de la UNESCO fueran erróneas, malsanas o mal intencionadas, dijo. Algunas se inspiraban en problemas reales. Por ejemplo, la preocupación por- que la información y la opinión diversificadas llegaran a un mayor número de personas y porque el grueso de la población mundial contara, a su vez, con medios para expresar sus pensamientos, anhelos y aspiraciones, era uno de los problemas más actuales en el mundo moderno. Y era compartida por todos cuantos se interesaban por la existencia de un genuino flujo de ideas, informaciones y opiniones que “no pueda ser represado por la voluntad omnímoda de gobiernos, abiertamente represivos o seudodemocráticos”.
Sin embargo, Herrera planteó la inquietud que enfrentaba a los medios con la UNESCO. Cuando aborda ese problema y sugiere soluciones, “¿hace la burocracia de UNESCO un enfoque justo, realista e imparcial”? Y a seguidas respondió: “Nos parece que no. El enfoque no es satisfactorio porque, detrás de un planteamiento, aparentemente neutral y equilibrado, se esconde una virulenta hostilidad al concepto de libertad de ex- presión tal como lo consagran la historia y la evolución del pensamiento político y legal de Occidente, y tal como ha sido adoptado por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas”.
Métodos autoritarios
Podía ser que la hostilidad denunciada por Herrera se debiera a que la mayoría de los regímenes políticos representados en UNESCO, preconizaban y practicaban “métodos autoritarios y represivos de gobiernos”. Podía ser que en esa actitud influyera el hecho incontrovertible de que la mayoría de los funcionarios de la UNESCO perteneciera a una casta de burócratas cosmopolitas, cuyo propio interés y apetito de poder, según Herrera, primaba sobre los intereses generales de la comunidad internacional y que, por tanto, se sintiera en el deber de inclinarse en la dirección en que soplaran los vientos.
Esos vientos, que evidentemente eran de fondo, provenían, por entonces, de naciones como la Unión Soviética así como de las autoridades de los países “no alineados”. Y cosa mucho más pre- ocupante, sostuvo Herrera, habían encontrado campo abierto en el seno de gobiernos libremente elegidos, como los de Venezuela, Costa Rica, México y otras naciones que todavía mantenían las instituciones de la democracia parlamentaria.
Sean cuales fueren las razones subyacentes detrás de todo esto, lo cierto es, según Herrera, que la UNESCO, cuya misión es fo- mentar la libertad cultural en el mundo, había sido llevada, en momentos en que la libertad estaba más amenazada que nunca en todas partes, “a la paradójica posición de enemiga declarada de los únicos instrumentos efectivos para lugar, pacífica y legal- mente, contra el despotismo en el campo de las ideas: los medios de comunicación”.
Crean pretexto
Para el periodista dominicano, so pretexto de enaltecer la cultura y la libertad así como de impulsar el progreso social y económico, la UNESCO contribuía a crear condiciones propicias para que los gobiernos enemigos de la libertad arremetieran contra la prensa independiente. No en balde se aseguraba ya que sería por la vía de la UNESCO “por donde se nos impondrá la asfixiante sociedad pintada con trazos tan vigorosos por Orwell, en su 1984”, advirtió.
La documentación preparada por UNESCO en el campo de las comunicaciones sociales era ya harto conocida. Por tanto, no había que reproducirla en detalle. Bastaba, dijo el director del Listín Diario, con recordar que en buena parte giraba en torno a la idea central de que los medios de comunicación deben estar al servicio de lo que se daba en llamar la integración y el desarrollo social y económico. Y, para alcanzar esas metas, se proponía la equivoca- da teoría de superar por “obsoleto”, toda la doctrina hasta entonces aceptada como válida de la libertad de prensa.
En ese orden de ideas, se argüía que el concepto democrático de la libertad de prensa respondía, única y exclusivamente, al afán de lucro y dominación política de los dueños de las grandes em- presas periodísticas, y, corolario obligado de tal afirmación, era el retruécano de que la libertad de prensa se reducía a libertad de empresa.
Dentro de ese esfuerzo “renovador” uno de los conceptos que los burócratas de la UNESCO habían desarrollado con relativa claridad, aunque siempre enmarcados en la jerga especial con que escriben sus documentos, según Herrera, era el de “acceso” y “participación” a los medios de comunicación.
“Acceso”
En primer término, había que analizar qué se entendía por “acceso” y qué significaba para ellos “participación”. Acceso, decía el documento preparatorio para la conferencia anterior a la de Nairobi, sobre políticas de comunicaciones sociales celebrada en Costa Rica, era “la capacidad del usuario potencial de utilizar real y efectivamente, en calidad de perceptor y en condiciones de igualdad, todos y cada uno de los medios de comunicación disponible”. Y “participación”, agregaba, es la “capacidad real y efectiva del perceptor de convertirse, a su vez, en creador y comunicador, directo o indirecto, de mensajes”.
Herrera sostenía que, pese a lo nebuloso del lenguaje empleado, era fácil comprender que ambos conceptos eran muy acomodaticios. Y que habían sido elaborados para aplicarse siguiendo el criterio político de quienes, con su mayoría mecánica, manejaban a la UNESCO”.
Y no puede ser de otro modo. Si esos conceptos fueran bien aplicados los burócratas de UNESCO tendrían que hacer poderosas críticas a aquellos regímenes políticos y a aquellos sistemas económicos que jamás tocan en su profusa y ampliamente distribuida literatura. Pues, ¿dónde está el derecho de personas o grupo al acceso a la participación en los medios de comunicación social de Rusia, Cuba, Perú y otros países donde se reprime toda manifestación de independencia de criterio, por no decir de oposición?
La contestación, dijo Herrera, era que en esos países ese derecho no existía y si se reconocía no se practicaba.
Limitaciones
Otra de las racionalizaciones que encontraba su fuente en documentos de la UNESCO y que se usaba en Perú, en Cuba, en Rusia y en muchos otros países para justificar la censura y la clausura de órganos de prensa, así como la persecución de periodistas, era que el límite de la libertad de informar y opinar era, en unos casos, el interés de la “revolución”, y, en otros, el del “desarrollo”. Ese argumento, uno de los más deleznables de todos cuantos empleaban los dictadores, giraba en torno a la teoría de que en las naciones “revolucionarias o subdesarrolladas” la función principal de la prensa era defender todo cuanto haga el gobierno, no importa lo equivocado que esté, siempre que oficialmente se presente como un esfuerzo para asegurar el progreso social y económico.
Sentada esa falsa premisa, quedaban absolutamente vedadas las críticas adversas al régimen de turno, si iban dirigidas a lo que los gobernantes consideraban los principios fundamentales de su política de desarrollo, porque, se alegaba, “esas críticas sólo servían para alentar a los contrarrevolucionarios o a los enemigos del progreso, y, en consecuencia, tienen a debilitar la voluntad colectiva de la población.
De acuerdo con Herrera, lo que se quería decir era que el derecho a disentir era un lujo que los países “revolucionarios” o en desarrollo no se podrían permitir. Aún más, había quienes aducían que, inclusive después de logrado el objetivo del desarrollo y de que todas las injusticias sociales hayan sido removidas, tampoco había necesidad de entablar debates públicos sobre la política social o económica de los gobiernos, toda vez que, por su probada eficacia, esa política no podía ser motivo de críticas.
Argumentos falaces
En vista de que este era quizás el más repetido entre todos los argumentos falaces entonces en boga para justificar el control de la prensa, era totalmente absurdo pensar que pudiera haber país alguno, desarrollado o no capaz de crear, mediante procedimientos coercitivos una sociedad perfecta en la que sea innecesario expresar opiniones diferentes a las de quienes mandaban.
Analizada a fondo y a la luz de la discusión, los planteamientos del director del Listín Diario conducían a la teoría de la sociedad perfecta, lograda por decreto gubernamental, la que sólo pretendía justificar los excesos de los Castro, de los Duvalier, de los Torrijos, de los Pinochet o de los Somoza. “De ahí que quienes se aferran a la libertad, como se aferra la SIP, la consideran inaceptable”.
Para Herrera si se admitía que la libertad de pensar y disentir era un lujo social y no un imperativo moral, había que aceptar la inefabilidad de quienes gobiernan, así como el derecho de éstos a dictaminar qué ideas son peligrosas y cuáles no.
Eso, por supuesto, era ridículo, a su entender, porque la larga historia de la humanidad demostraba que en materia de organización social y económica nadie poseía ni posee la verdad absoluta. Y era una cuestión de conciencia combatir el error y para llegar a algo aproximado a la verdad, el único abierto era el de la discusión libre de las diferentes alternativas a los problemas sociales, políticos y económicos de la hora, y el del análisis continuo de la viabilidad misma de los regímenes políticos.
Flaco servicio
Había en la discusión dilemas de carácter moral. Por ejemplo, quien sacrifica la santidad de la conciencia individual en aras de la pureza ideológica o del progreso de la nación, hacía un flaco servicio a su propia conciencia y a su propia conciencia, decía Herrera, y a su propia nación: “No path Whatsoever”, escribió John Locke “in which I tread against the dictates of my conscience can ever lead me into the mansions of the blessed”. Traducido libremente eso puede decirse en español: “Ninguna senda por la cual camine contra los dictados de mi conciencia podría conducirme jamás a las mansiones de los bienaventurados”, citó Herrera.
Muchos gobiernos, y aun la opinión pública de muchos países, sentían que la prensa del exterior no publicaba nada acerca de los aspectos constructivos de la vida nacional o presentaba una imagen parcial o distorsionada de la vida pública. En cambio, según Herrera, otros gobiernos deseaban sencillamente que, así como ellos controlaban los medios de comunicación internos en el exterior se publicara de ellos lo que a ellos les agradaba.
Herrera dijo que como había una súper abundancia de noticias en el mundo, los directores de diarios confrontaban el problema de “cómo publicar noticias de 150 países o más que son miembros de las Naciones Unidas y que todos quieren que se diga de ellos algo en los periódicos”.
En la mayoría de los países la Declaración Universal de los Derechos Humanos no tenía aplicación. Este era uno de los conflictos surgidos en Nairobi, donde muchos países alegaron que las propuestas de la UNESCO eran contrarias a la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Por eso el conflicto entre los países que sustentaban una política de comunicaciones, una política ejecutiva, pero consagrada por las organizaciones internacionales, era principalmente una diferencia básica de concepciones jurídicas.
Por esa razón, según Herrera, un senador demócrata de los Estados Unidos había declarado que una de las propuestas básicas a discutirse en Nairobi era “contraria a los procesos constitucionales de Estados Unidos”. Ello no quería decir que los Estados Unidos trataran de que se aplicaran los procesos constitucionales propios al resto del mundo, sino que no aceptarían aplicar en su régimen interno acuerdos internacionales tomados en Nairobi que resultaran contrarios al régimen constitucional de esa nación.
En los asuntos de políticas de comunicaciones había cuestiones fundamentales de derecho envueltas. Un gran número de países, probablemente la mayoría, tenía y tiene regímenes restrictivos en cuanto a la prensa y otros medios de comunicación. También en un gran número de países la prensa era propiedad estatal o bajo un directo control estatal. En muchos otros la prensa y otros me- dios de comunicación sólo publicaban lo que el gobierno permitía, sean noticias locales o extranjeras.
Como ejemplo, Herrera citó que cuando se produjo un atenta- do contra el presidente de Argentina, general Jorge Videla Morales, la prensa argentina no publicó una sola noticia. En cambio, dijo, la noticia salió al extranjero y llegó del extranjero a los periódicos argentinos y tampoco la publicaron. Señaló que ese era un ejemplo de política de comunicación. “De modo”, añadió, “que hay una imposibilidad física para los periódicos de publicar noticias diarias o semanales de cada país”.
El problema de los directores de periódicos en todo el mundo era manejar el volumen de noticias que llegaban a esos diarios. Las agencias noticiosas internacionales como Asociated Press (AP), United Press International (UPI), France Press (AFP) y la agencia española EFE, transmitían noticias durante 18 horas al día, por lo menos para los servicios latinoamericanos. Más del 50 por ciento de las noticias servidas por esas agencias se relacionaban con asuntos acaecidos en los países latinoamericanos.
Herrera dijo que el Listín Diario dedicaba alrededor de tres páginas diarias a las noticias internacionales, “páginas íntegras, por lo regular sin anuncios lo que equivaldría a seis páginas de esas que salen con anuncios”. Además, estaban las páginas deportivas que publicaban muchas noticias extranjeras deportivas y las primeras páginas, donde iban las principales noticias extranjeras. En el caso de El Caribe ese órgano dedicaba, en sus páginas editoriales, mucho espacio a comentarios y artículos de carácter internacional, muchos de ellos ligados a la América Latina.
De modo que creía que el público dominicano estaba bien servido en materia de noticias internacionales y que los diarios dominicanos hacían particular énfasis en las noticias latinoamericanas. La acusación de flujo desequilibrado de noticias, por lo menos en cuanto a los periódicos dominicanos, no era verdadera, y también la acusación contra las agencias de noticias. Señaló que habría un abundante suministro de noticias latinoamericanas por parte de las agencias.
Herrera dijo que no llegaban entonces a 25 los periódicos en el mundo que tuvieran una proyección internacional, que se ocuparan de los asuntos internacionales. Consideró que entre los órganos de prensa existía lo que llamó “parroquialismo”. Y que el intento que se asomaba en Nairobi de forzar la publicación de noticias de cada país, que le interesen a cada país, “entonces sería a cada gobierno y seria también una forma parroquial”. Tratar de ponerle remedio a la política de comunicación que se discutía en Nairobi era otra forma de parroquialismo, “una manera de decir yo quiero salir en los periódicos, pero quiero salir bien, bien tratado: bien elegante o de lo contrario voy a obligar a ello cerrándote las puertas de mi país a tus noticias”.