El 12 de mayo de 1977, se hizo público una confrontación entre Germán Ornes, director de El Caribe, y el ex presidente Juan Bosch, que puso de resalto el peligro de un futuro control político de la prensa nacional.
Ornes escribió: “La carrera política de Bosch está sembrada de una especie muy peculiar de hitos: los que marcan la caída de sus colaboradores que, unas veces, hastiados, salieron ellos mismos por la borda y que otras fueron arrojados al perder utilidad o negarse a ser simples comparsas.
“Todavía están vivos algunos de los que fundaron, junto con Bosch, el Partido Revolucionario Dominicano (PRD). Uno a uno fueron echados por Bosch para ser reemplazados por otros que, a su tiempo, también se irían. Hasta que un día fue Bosch el que tuvo que irse del PRD.
“También están vivos muchos de los que colaboraron con Bosch en diversas etapas de su carrera política y que exhaustos cayeron en el camino cuando ya no podían soportar más los errores de su jefe político. De la gente que colaboró con Bosch en el exilio no hay nadie ya a su lado. De aquellos que se unieron al PRD cuando éste se trasladó a la patria, son muy pocos los que quedan al lado de Bosch”.
Ornes dijo que nunca había sido correligionario político de Bosch. Pero hubo una época en que Bosch sólo tenía expresiones de elogio para el periódico que él dirigía. Quizás esas eran las “consideraciones” que según Bosch extendía a un “demente” e “incontrolable”.
“No sabemos, aunque sí nos lo imaginamos, por qué Bosch rompió con tantos otros. La razón de su ruptura con nosotros sí la sabemos a ciencia cierta. Bosch dejó de decir cosas buenas sobre el tipo de periodismo que hacíamos, hacemos y haremos sin todavía haber cambiado de dirección, cuando, ya electo Presidente de la República, no le permitimos en 1963 que nos trazara pautas informativas o nos dictara editoriales.
Ornes sostuvo que de ahí en adelante comenzó para El Caribe “un amargo proceso de hostigamiento que se inició con las mismas acusaciones con que ahora culmina: llamándole “demente” a un director y aconsejándole que buscara un siquiatra”, agregando que también, acusó a El Caribe de participar en conspiraciones contra su gobierno y, en represalia, ejerció una serie de presiones, tanto abiertas como encubiertas. En aquel entonces denunciamos la existencia de algunas de esas presiones. Sobre otras, decidimos mantener silencio hasta conocer las verdaderas intenciones del señor Bosch”.
Al correr de los años, sus relaciones con Bosch tuvieron sus alzas y sus bajas; “pero es claro que el líder del PRD jamás ha perdonado a El Caribe y a su director que hagan periodismo objetivo y que no se hayan prestado a hacerle el juego político. Y en estos momentos es claro que la hostilidad se aproxima a la obsesión”.
El artículo de Ornes se relacionaba con un escrito de Bosch en “Vanguardia del Pueblo”, en el que el ex presidente “vuelca de nuevo el veneno de su odio sobre quien esto escribe. No sólo nos acusa de demencia, a pesar de que admite que no ha estudiado siquiatría, sino que también nos compara con insectos y animales”.
“Ese tratamiento no nos duele; tampoco nos preocupa. Bosch no es el único dominicano que nos conoce. Y como Bosch escribe para los dominicanos y no para la gente de Alaska o de algún otro remoto lugar del mundo, sabemos que su vitriolo caerá en saco roto”, decía la respuesta de Ornes.
“Tampoco objetamos que, una vez más, Bosch pisotee la verdad en ese artículo. Empero, si creemos que; cuando alguien escribe una mentira, todo el que pueda enmendarla, debe hacerlo. De ahí que, venciendo muchas renuencias, hoy nos ocupemos nuevamente de Bosch. El pueblo dominicano lo conoce mejor de lo que él se imagina, pero algunas de las cosas que hoy tenemos que decir son inéditas. Y siempre es bueno contribuir al acervo histórico”.
Bosch se quejaba en su artículo que El Caribe tergiversaba sus declaraciones, razón por la cual no suministraba informaciones o declaraciones, al periódico. Ornes respondió que a pesar de ello llamó por teléfono al diario.
“El director de El Caribe es un hombre, pero a quien él (Bosch) llamó, y con quien habló fue con la secretaria del director de El Caribe, que es una mujer. En esa mujer fue que Bosch descargó su ira en forma de expresiones calumniosas e insultantes para su jefe”.
“Cuando llamamos a Bosch, éste no repitió los insulto a que había pedido a nuestra secretaria que nos transmitiera. Se fue por la tangente, nos quiso dar clases de periodismo y cuándo le respondimos como periodistas se negó a entablar un diálogo razonado sobre si era propio que El Caribe publicara las explicaciones que él mismo había dado a uno de nuestros reporteros. Puede que Bosch crea que de una conversación telefónica, que no tuvo testigos, se puede dar cualquier versión. Es su palabra contra la nuestra. Empero, hay bastantes pruebas independientes, ya publicadas, que permiten asegurar que el señor Bosch tampoco dice un ápice de verdad cuando relata, a su conveniencia, el incidente del 13 de diciembre de 1976.
Sin embargo, según Ornes, esa no era la mayor falta de respeto a la verdad, que contenía el artículo de Bosch en Vanguardia del Pueblo. En ese artículo también se afirma, refiriéndose al director de El Caribe, “con un desenfado que espanta”, que a Bosch nada le obligaba a “mantener relaciones con un incontrolable con quien no tenemos ni hemos tenido nunca nexos de ningún tipo, ni familiar ni político ni de amistad, sino un conocimiento superficial y un trato de ocasión…Bien sabe Dios que hoy quisiéramos que eso hubiera sido cierto. Infortunadamente, ese es otro agravio que el señor Bosch hace a la verdad”.
Ornes dijo que no era costumbre suya sacar a la luz el carácter de sus relaciones personales con terceros. Pero como Bosch era, a su juicio, el que ha puesto el caso a discusión no le quedaba más remedio que ventilarlo.
“Además aunque Bosch nos impute en Vanguardia del Pueblo haber establecido en El Caribe, un periódico que es libro abierto al juicio diario de la opinión pública nacional normas en las que no figuran ni la elegancia personal ni la honestidad intelectual, estamos constreñidos por educación, a seguir un mínimum de preceptos morales. Y uno de ellos es que, en algunas cosas muy privadas, nuestra mano izquierda no debe saber lo que hace la derecha.
“Lo único, pues, que refutaremos es la rotunda afirmación de Bosch de que jamás ha tenido nexos de amistad con el incontrolable director de El Caribe. Y para ello aportaremos algunas pruebas, que emanan de la propia mano de Bosch y que demuestra que si esa amistad nunca existió fue porque Bosch, gran simulador, nos engañó. La dedicatoria a nuestro director da un ejemplo de la traducción de su “David” que quizás hubiera resultado más apropiado en su Judas, es una de esas pruebas. Escrita el 19 de agosto de 1966, la dedicatoria reza: “A Germán Emilio Ornes, con un abrazo cordial”. ¿Qué clase de hombre es Bosch que da abrazos cordiales a gente con quien no tiene nexos de amistad?”
En su extenso artículo, Ornes decía: “Quizás alguien pueda contestarnos que, después de todo, Bosch es un político y que algunos políticos le dan un abrazo a cualquiera. Podrá también responderse que muchas veces el abrazo es necesario para poder asestar la puñalada trapera.
“Nuestra propia observación es la de que quizás ninguna de esas teorías sea aplicable al caso de Juan Bosch. Lo que sucede, a nuestro juicio, es que Bosch ha llegado a creerse que él está por encima del bien y del mal y como si sólo él tuviera derecho no sólo a establecer en todo lo que interviene las reglas del juego, sino también a imponerlas a su antojo.
“De todos modos, cabe preguntar, ¿tiene derecho quien ofrece abrazos cordiales a gente por quien no siente afecto alguno a las pataleta moralizantes a que se dedica con tanta euforia el señor Bosch? ¿Para qué descender del Monte Olimpo para apabullar a un simple mortal con lecciones de moralidad, de periodismo y de cómo debe escribirse la historia, cuando ese mortal no es más que un pobre demente incontrolable?”, continuaba la respuesta.
“Es posible, empero, que estemos haciendo planteamientos muy complejos para lo que es un problema simple y que la dedicatoria del David sólo pruebe que Bosch es un hombre que no discrimina a la hora de repartir sus abrazos. Hay algo más. Y lo que ahora diremos también puede ser confirmado por un pequeño grupo de personas. Esa dedicatoria fue fintada al concluir una fiesta que Bosch dedicaba en su propio hogar, a un grupo de sus amigos íntimos. Cuando menos, eso fue lo que nos dijo quién nos invitó, no sólo al hacer la invitación sino también cuando, a petición nuestra, la reconfirmó”.
Ornes aclaró que esa reconfirmación fue solicitada “porque acababa de concluir una campaña electoral en el que el señor Bosch dedicó, mientras perseguía la Presidencia, una exorbitante cantidad de espacio en sus discursos a denostar a El Caribe, y a veces a su director. Es justo consignar que en esa ocasión Bosch no llegó a los insultos vulgares que ahora caracterizan, también en víspera de una campaña electoral, sus renovados ataques a El Caribe y su director. Si resultare necesario, El Caribe está dispuesto a dar el nombre de la persona que invitó a su director por órdenes de Bosch. También publicaría los nombres de las muy contadas personas que compartieron la hospitalidad del entonces dirigente perredeísta durante una tertulia muy agradable y cordial”.
“Es posible que a estas alturas haya todavía quienes digan “Bueno, eso no quiere decir nada. Bosch se iba del país y quería remendar sus cercas políticas. ¿Para qué dejar atrás una enemistad con el director de El Caribe?”
“Esa quizás sea una buena explicación. Pero, ¿quién obra así, tiene derecho a moralizar? “Así mismo, es posible que todavía haya gente inclinada a creer a Bosch, no porque éste diga la verdad, sino porque piensen que, después de todo, el dirigente político escribió esa dedicatoria para resolver un problema. Y si el director de El Caribe creyó en ese abrazo ofrecido por Bosch, pues, nadie sino él tiene la culpa de que lo engañaran; por crédulo”.
Era obvio que esa rivalidad tenía raíces profundas. Ornes no dejaba dudas sobre el particular. “Dado los antecedentes de Bosch, el argumento parece contundente”. Pero esa no era la única dedicatoria en que Bosch “nos hace profesión de amistad. Años más tarde, el 26 de diciembre de 1975, Bosch visitó al director de El Caribe, para entregarle personalmente una copia autografiada de su novela El Oro y la Paz”.
“La dedicatoria, que habla por sí misma, dice: “A Ginny y Germán Emilio Ornes con amistad y gratitud”. ¿Para qué dedicar un libro a terceros, con palabras tan comprometedoras, si las relaciones pasadas y presentes con esos terceros eran las que describe Bosch en su artículo para Vanguardia del Pueblo? ¿Por qué hizo Bosch profesión de amistad y de gratitud al director de El Caribe y a su esposa?”
Ornes insistía que el propio Bosch lo explicara. “Pero es claro que él tenía buenas razones para escribir lo que escribió. Y esas razones no eran, evidentemente, las simples consideraciones a que hace Bosch alusión en su artículo. A menos y esto sí que es una revocación peligrosa de todos los preceptos morales que Bosch no considere que la gratitud es un favor que se dispensa a terceros para mantenerlos en gracia, pero que puede ser anulado a voluntad del concedente”.
A juicio de Ornes era claro que con Bosch no se podía mantener un “diálogo sereno como en los tiempos en que, pese a sus congénitos defectos de carácter, todavía era un polemista político de primera categoría. Es claro, asimismo, que si Bosch no estuviera cegado por su odio habría visto claro que su último pleito con El Caribe, que nace del hecho de que este periódico no publicaba en primera página todo lo que a él se le antojara decir, es de una insensatez que raya en lo ridículo”.
El enojo de Ornes se basaba en el artículo en que Bosch decía: “Pasados algunos meses empezamos a tomar nota de periodistas de El Caribe que nos llamaban para pedirnos opiniones o informaciones sobre asuntos de interés nacional o internacional y lo que les decíamos en carácter de exclusividad se publicaba como material de relleno que se envía a lugares perdidos en páginas interiores”.
Según Bosch, “no éramos nosotros quien enviábamos esas opiniones y esas informaciones, a El Caribe; era El Caribe quien nos la pedía, y las pedía para publicarlas donde su director le daba la gana, también a nosotros podía darnos la gana de no seguir proporcionándoselas, porque si el dueño de El Caribe tiene derecho a hacer su periódico lo que le conviene o lo que le guste, nosotros no estamos obligados a hacer lo que nos perjudique; y en uso de ese principio elemental decidimos no responder a ninguna pregunta que nos hicieran los periodistas de El Caribe”.
Más claro no cantaba un gallo, refería Ornes. Si lo que Bosch decía no va a la primera página, los periódicos tenían que esperar represalias. Y éstas se manifestaban en una negativa a darles noticias. Ese era el mismo impulso, al parecer irresistible, que arrastraba a Bosch a tratar, impenitentemente, de dirigir los periódicos ajenos. Y en esencia, era la causa subyacente de toda su hostilidad hacia El Caribe, respondió Ornes
Según el periodista, Bosch tampoco resistía, por la misma razón, la tentación de ofrecer lecciones de periodismo. “Son las lecciones de Perogrullo, pero alguna que otra podrían ser útiles a Vanguardia del Pueblo que bien las necesita. Eso no está mal, siempre y cuando Bosch abandone esa idea, que le hace quedar muy mal ante los profesionales del periodismo de que sólo es importante lo que se publica en primera página. Eso no es más que una tontería. Por ejemplo, este artículo que consideramos importante, no aparece en primera página. Y su autor no se va a quejar a El Caribe”.
El artículo de Ornes terminaba de la manera siguiente:
“Otra de las peregrinas teorías de Bosch es la de que no se puede escribir de nada sobre lo cual el autor no tenga conocimiento directo. Después de alegar que El Caribe hizo alusiones impertinentes a su persona desde esta misma columna cuando se publicó la muerte del dirigente político Carlos Prío Socarrás, el señor Bosch, con un desenfado increíble, niega al director de El Caribe toda autoridad para tratar la cuestión porque alega, “el (Ornes) conoció nuestras relaciones con el ex presidente de Cuba de oídas, no de nuestra boca ni de la boca del muerto, y no tiene la menor idea del origen ni de la forma en que se mantuvieron esas relaciones…”
A lo que Ornes señaló:
“Bueno, si Bosch tuviera razón, cosa que, es obvio, no tiene, se acabaría para siempre el arte de escribir historia, ya sea contemporánea o antigua. Pues si sólo se puede escribir de lo que uno ha escuchado de boca de otros, no habrá manera alguna de llegar a la verdad histórica. Imagínese el lector a alguien escribiendo la biografía de Juan Bosch a base de lo que le diga el propio Bosch”.
“Todos sabemos, empero, que ni Bosch cree en eso. Si fuera consistente con su propio pensamiento, entonces jamás habría escrito el libro que escribió sobre historia de El Caribe. Porque: ¿Cuándo habló Juan Bosch con Cristóbal Colón?
Las relaciones entre Ornes y Bosch no volvieron a normalizarse. Con los años incluso empeoró.