En la mayoría de los países, excepción algunos (incluido el nuestro), el liderazgo nacional oposicionista ha asumido, ante la pandemia global, una postura publica-política cónsona con lo que se espera de un liderazgo responsable y de vocación democrática; sin embargo, en nuestro país, aunque de discurso, eso está muy lejos. A lo más que hemos llegado es: a) a algunas iniciativas; pero más que nada a la crítica, b) escuchar recetas –retóricas- de cómo encarar la pandemia desde un laboratorio-confort cuasi-académico (de puro afán mediático o protagonismo de sabelotodo); y c) propalar encuestas de posicionamiento político-electoral como respuesta a otras distintas que miden el desempeño del liderazgo político nacional o políticas púbicas en el contexto de la pandemia.
Y me pregunto: ¿será que algunos políticos ven en la pandemia una oportunidad de promoción electoral; aunque ya rezagada, y no como una oportunidad para exhibir vocación de servicio? Igual, he visto ciudadanos con tan escasa conciencia cívica que raya en la irresponsabilidad, pues a esa minoría –desaprensiva- se les ha sorprendido en chercha en vía pública, ingesta de bebidas alcohólicas, celebraciones; y a unos últimos -mas cuestionables aun-, siendo autoridades, contraviniendo disposiciones que bien ha instruido el gobierno central para contener la pandemia.
Sin embargo, lo más difícil ya no es cómo controlar la pandemia -existe un protocolo global al respecto-, sino la avalancha de desinformación sobre el Covid-19, sus efectos inmediatos y a corto plazo en la economía global y regional; pero más que nada, los “informes”, “observatorios” o “barómetros” que miden el desempeño de los países, las autoridades y los organismos multilaterales sobre la pandemia. Y de esos “informes”, sobresalen, a simple vista, las disparidades, manipulación –mediática-periodística- con que llegan al público.
Honestamente, y en nuestro caso, no creo que el país -ni el Presidente- pueda ser valorado de bajo desempeño frente al Covid-19, a menos que la media o el rasero “evaluativo” sea el populismo, la comparación-país absurda o la politiquería.
Y nos preguntamos: ¿por qué, de un mismo organismo internacional –llámese: FMI-BID-BM-CEPAL, etc.- se recibe, vía un determinado medio, una valoración o informe mínimamente positiva; y de otro, referido a un mismo país y organismo, todo lo contrario? ¿O es que acaso, ya no hay control global de lo que un organismo internacional publica?
O quizás, quién sabe, estamos ante una nueva geopolítica periodística basada en “cuatro pecados” deontológicos que el papa Francisco ha tenido a bien identificar: desinformación (dar “la mitad de la noticia”), calumnia (“…sin problema”), difamación (no respetar que “…toda persona tiene derecho a la reputación”) y coprofilia (“…amor a la cosa sucia…”).